El fuego es rojo y ellos resisten [ 34 ]

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ORION

Después de todo lo ocurrido, los siguientes días fueron mucho más tranquilos a comparación de todas las cosas que llevábamos viviendo las últimas semanas.

A mi hermana casi no la podía ver, pasaba horas dándole compañía a Ronald quien estaba aún en un reposo absoluto después de su accidente. Y yo estaba incluso más solo de lo que lo estaba en el palacio, ni si quiera tenía quehaceres, no tenía tareas, no tenía a mis guardias y con suerte tenía una cama, que prácticamente me la asignaron después de la muerte de alguno de los tripulantes.

Darelis estaba más difícil que nunca, no mentían cuando decían que era una mujer complicada, de carácter duro y muy astuta. Sabía perfectamente como jugar conmigo y volverme loco, pero yo también me lo merecía.

—Muévete.

Me dice, yo me quedo como un tarado mirándole, no sé si es cosa mía, pero mientras más molesta está conmigo, más atractiva le veo.

—Por favor. —le digo yo. Corrigiéndola. Ella me fulmina con la mirada y me hace a un lado en la bodega.

—Por favor matate. —me dice. Yo ruedo los ojos, la miro mover unas cuantas cajas, ignorándome nuevamente, de hecho, esta es la única interacción durante el día que tenemos, y es que antes que esto, ni si quiera me miraba.

—Mátame. —le digo yo. Ella no dice nada, y por un momento me hace creer que me va a seguir ignorando, por lo que en el momento en el que me doy la vuelta, ella me pone un cuchillo por el cuello, me acorrala en un rápido movimiento contra la pared, haciéndome chocar contra ella.

—¿Lo hago? —me pregunta con esa voz que tiene esa pizca de seguridad que me vuelve loco, y sé que por lo cerca que está, mis mejillas se están sonrojando.

—Hazlo. —murmuro cerca de sus labios, mi corazón está latiendo con tanta fuerza, que siento que en cualquier momento ese cuchillo me va a cortar el cuello, y no es lo que me asusta.

Ella parece estar queriendo asesinarme nada más mirándome de esa manera y yo sigo como un tonto, fingiendo que no se lo que quiero, cuando sé bien que la quiero a ella.

—Si no te necesitara, ya lo habría hecho. —me dice ella, puedo ver que sus ojos no bajan a mis labios, su mirada está completamente fija llena de ira sobre mí. —Ya no te soporto.

Su tono es diferente a como era en un inicio, ni si quiera cuando me tenía amarrado en el mástil sentía tanto su odio en su voz.

—Ni yo a ti. —respondo después de ella, siento su codo presionar en mi pecho, mientras que cada vez el filo de su cuchillo se acerca más a mi cuello.

—¿Sabes que eres, Le'Grant? —pregunta ella. Yo la miro como si le diera a entender que quiero que me lo diga. —Un puto niñato inmaduro de mierda.

Su insulto me llega directo en el ego, en todo mi orgullo, lo único que hago es fruncir el ceño. ¿Por qué esta pirata me hace sentir tan vulnerable?

Se aleja de mí, me da la espalda, pero el que me haya insultado de esa manera no me permite quedarme callado. En un rápido movimiento, en su pequeño descuido, le agarro por la espalda, poniéndole mi antebrazo alrededor del cuello, tapándole la boca y apretándola en contra de mi cuerpo. Rápidamente ella reacciona, me da un codazo en el pecho, pero a pesar de que su golpe es fuerte, no la suelto.

No sé en qué momento ella y yo comenzamos a pelear casi a los golpes, o por quien tenía el control de la situación, pero entre cada agarre, peor se ponían las cosas. Los dos podíamos defendernos y cubrir cada golpe que queríamos esquivar el uno del otro, era como si quisiéramos demostrar quien de los dos era más fuerte.

La Venganza De GallagherDonde viven las historias. Descúbrelo ahora