Mal romance [ 14 ]

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RONALD

Después de dedicar incontables horas junto a Isabella en fervientes oraciones, que parecían dirigirse a divinidades desconocidas, los días siguieron su curso con una extraña normalidad, al menos durante un par de jornadas más.

Nosotras, aprovechábamos cada precioso instante de libertad que mi hermana nos otorgaba para sumergirnos en nuestras plegarias, aunque en el fondo sabíamos que era más un intento desesperado por mantenernos ocupadas y evitar que el pánico nos consumiera en cualquier momento.

En marcado contraste, Darelis continuaba con su rutina diaria con una tranquilidad aparente, como si la inminente prueba que debíamos enfrentar no fuera más que un leve eco en su mente ocupada.

En los días siguientes, Darelis y Orion apenas cruzaban miradas, al menos eso pretendían aparentar. Sin embargo, yo había captado más de una mirada furtiva entre ellos, revelando el orgullo que ambos sentían, impidiéndoles dar el primer paso para entablar una conversación.

Jeremías, por otro lado, había estado siguiendo a mi hermana como un perro faldero durante esos dos días, bajo el pretexto de organizar y prepararlo todo para la primera prueba. Sin embargo, yo sospechaba que su verdadero objetivo era encontrar cualquier excusa para pasar tiempo a solas con ella en su despacho.

Orion se negaba obstinadamente a comer durante esos días, argumentando que rechazaría cualquier alimento proveniente de piratas. Al tercer día, Darelis decidió intervenir en su ridícula huelga de hambre.

—¿Acaso quieres morir de hambre? —le preguntó con evidente preocupación mezclada con una pizca de enojo.

—No me molestaría —fue su respuesta, lo que provocó un suspiro cansado de mi hermana mayor, quien parecía verdaderamente agobiada por la obstinación del chico.

—Tienes que comer, además de que ni siquiera duermes. Eso podría ser perjudicial para ti —murmuró ella, cruzándose de brazos y manteniendo su mirada sobre él.

—Me da igual. Si muero, entonces no podrás encontrar ese tesoro, todo este jodido viaje no valdría la pena —respondió Orion con determinación.

Ella rodó los ojos ante su terquedad.

—¡Ni lo digas así para provocarla, Orion! —escuché exclamar la voz de la princesa, con un tono de preocupación evidente en sus palabras.

—¿Ya lo ves? No puedes abandonar de esa forma a tu hermana —dijo Darelis y él suspiró.

—Comeré cuando tenga hambre, no cuando tú me lo digas —dijo Orion sin mirar a mi hermana a los ojos, y ella frunció el ceño.

—No, ¡vas a comer ahora, aunque tenga que meterte incluso el platillo completo por la puta boca! —dijo Dareliz alzando un poco la voz.

Mientras tanto, yo permanecía en el timón, con Orion amarrado al mástil de la popa justo detrás de mí, mientras Isabella y mi hermana se encontraban cerca. Mi atención se dividía entre las órdenes del timón y la tensa conversación que tenía lugar detrás de mí.

El principal motivo por el cual Darelis se enteró de que su prisionero odiado no estaba comiendo, fue porque Isabella fue quien abrió la boca para acusarle; porque ya llevaba todas las noches preocupada de que su hermano moriría de hambre.

Si comiera de la forma en la que bebe agua.

—Ya basta de pelear. Hermana, están ustedes desconcentrando mi excelente manera de timonear el barco el día de hoy —hablé yo finalmente, volteando a un lado para verlos, los tres dirigieron sus miradas hacia mi, y después de decir eso, me sentí un poco avergonzado.

La Venganza De GallagherDonde viven las historias. Descúbrelo ahora