Capitulo 28

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Estaba en shock. Me esperaba cualquier cosa pero esto... qué mandara a Julieta a matarme para que no me entere de algo... no lo puedo creer. A pesar de qué tal vez es un padre ausente o que no lo veo mucho, no deja de ser mi papá, el que me acompañó durante toda mi infancia. Me duele... En mi corazón se siente como si me clavaran algo pesado.

Al salir del internado estaba con los ojos llenos de lágrimas.

Me limpié las lágrimas rápido y sentí como todos me abrazaban en grupo.

—No lo puedo creer. Sebas por favor te pido cuídala como si fuese tu vida. No salgas sin ella. —dijo mi mamá.

—Se lo prometo, la voy a cuidar mucho.—contestó

Mi mamá nos dijo que durante todo el día de mañana va a estar preguntándole cosas o vigilándolo. A todos nos parece buena idea, así que aceptamos.

—Chico yo sé qué tal vez puede sonar medio inoportuno preguntar pero mañana va a hacer 32° y no sé si quieran venir a la pileta de mi casa mañana. Creo que nos va a hacer bien despejarnos un día y ponernos al día con cosas que solíamos hablar antes.—dijo Salvador.

—Tiene razón, se tienen que despejar un rato. Yo te doy permiso Clari.—dijo mi mamá.

—¿Les parece bien a la hora de comer?— pregunto Salvador.

—Me parece perfecto. —dijo Celeste.

—Entonces vamos todos. —dijo Sebastian.

—¿Tenés traje de baño?—me pregunta mi mamá.

—Sí, tengo tres bikinis.

—Buenísimo, si necesitas ropa me decís.

Con Sebastián quisimos ir a hacer algunas compras. Así que le dijimos a mi mamá que no bajara en un supermercado que era cerca de la casa de Sebastián.

Compramos algunas cosas básicas y volvimos.

Entre tanto movernos en la calle se hicieron las ocho de la noche.

Entramos a la casa y como casi siempre los dos nos bañamos.

Me puse pijama y me deje el pelo suelto.

—¿Cuál es tu comida favorita? Te quiero consentir un poco, sufriste mucho hoy —dijo dándome un beso.

—M... El sushi, pero es muy caro, no quiero que compres eso.

—Sushi será, no te hagas problema por la plata, mi tía siempre me deja algo de plata por las dudas.

—bueno, como digas. Gracias, de verdad.

Pedimos el sushi y nos sentamos un rato en el sillón.

La verdad era que estaba muy cansada, cuando me estreso me canso más rápido.

—Voy a acostarme un poco en la cama y vuelvo.

—¿Quieres que te acompañe?—me preguntó.

—Dale.

Entramos al cuarto y me acosté.

Se me tiró suavemente arriba e hizo un ruido de cansancio.

Lo rodee con mis brazos y dije:

—¿qué le pasa a mi bebé? ¿Estás bien?—dije tocándole el pelo.

—Me duele mucho la espalda, es eso. Debe ser cansancio.

Se me ocurrió la idea de hacerle un mensaje. Me acuerdo de cuando era más chica y mi mamá también me hacía masajes en la espalda y me enseñó algunos tips.

—Tenés la suerte de tener una novia qué sabe hacer masajes. ¿queres que te haga?

—Uy que placer, mi novia sabe hacer masajes. Dale, gracias.

Me dijeron muchas veces que para hacer un buen masaje es mejor que el paciente se saque la remera. Me pone nerviosa tener que decirle pero sé que si nunca lo hago nunca voy a avanzar con los nervios, porque al fin y al y al cabo es mi novio y se supone que no tendría que ponerme nerviosa.

—¿Te puede sacar la remera? Es para hacer un masaje más profundo.

—Sí, obvio. Ningún problema.

—¿No te incomoda?—pregunté.

—Estás hablando con tu novio y además con Sebastián labarre. Para nada. Se supone que es algo que hacen los novios y además literalmente me ves todas las mañanas sin remera así que sería lo mismo—dijo lanzando una carcajada.

—Es verdad, que tonta. Sáquese la remera señor.

Cuándo se sacó la remera me di cuenta de algo.

Me quedé en silencio mirando esa cicatriz en el pecho. Recordé el accidente.

Lo miré.

—Nunca tuve la oportunidad de agradecerte. Gracias por todo. Ese día cuando Julieta estaba con la pistola sabías que corría riesgo tu vida pero aún así no lo dudaste y te pusiste enfrente mío. ¿Por qué lo hiciste?

—Porque sabía que si te pasaba algo, yo me moría. Sos mucho más importante para mí de lo que pensas. Y no tenés que agradecerme porque ahora cada vez que miro la cicatriz me acuerdo de la dueña de mi corazón.

Sabía que era el indicado.

Sin esperar una respuesta mía se acomodó panza abajo.

Empecé haciendo los masajes suavemente con las dos manos desde la parte de arriba de espalda hasta abajo.

Después de dos minutos sentí como su cuerpo se empezaba a aflojar.

Otra técnica de masaje que a Celeste le encanta es con las uñas haciendo cosquillitas.

Dio un salto.

—Ay me da mucha cosquillas.

Me empecé a reír.

—Está bien, está bien, no te hago más así—dije haciéndole mimos en la espalda.

Empecé a tocarle el pelo, que es algo que a él le gusta.

Después de cinco minutos, me afloje encima de él.

—¿Mejor?— pregunté.

—Muchísimo. Muchas gracias. —dijo moviéndose lentamente, lo que me hizo caer en su pecho aún más.

Me rodeó con sus brazos y me besó la frente.

—Ahora es mi turno princesa. Te debo una después de haberme tirado encima tuyo cuando estabas cansada.

—Bueno, dale.

— ¿Voy a tener el privilegio de qué te saques la remera o no? — dijo con una cara que no era pícara como las de siempre, esta fue con sutileza, supongo que para no ponerme nerviosa o incómoda.

—m... sólo porque me miraste así—dije devolviéndole la sonrisa.

Me saque la remera suavemente

—Esta soy yo sin remera— dije cuando me la saqué completamente.

Me miró con dulzura.

— Gracias. Por confiarme esto. —dijo acariciándome la barbilla .

—No es nada.

Me dí la Vuelta.

Empezó a hacerme masajes como yo le hice al principio. Pero poco a poco sentí como unos labios cálidos me basaban la espalda.

No me lo esperaba, me puse un poco nerviosa pero lo manejé.

Cuándo terminó me dijo:

—¿Relajada?

— Sí, mucho mejor, pero creo que ese mensaje fue más intentar calentarme o ponerme nerviosa qué masaje—dije con una carcajada. —no me esperaba eso

—Es que no me resistí—dijo riéndose.

—Sos único— dije.

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