𝕮𝖆𝖕í𝖙𝖚𝖑𝖔 10

17 7 0
                                    

Nos encontramos con el señor Watanabe en el aparcamiento y él nos llevó inmediatamente de regreso. Dana resultó tener únicamente una herida superficial, pero siguió necesitando que le tomara de la mano mientras el señor Watanabe se la cosía. Jungkook y los demás regresaron dos horas después; no tuve que preguntar cómo había ido la cacería, porque Kate parecía abatida. Todo el mundo estaba exhausto y eso que el sol justo acababa de salir.

Cuando Jungkook me abrazó, le susurré al oído:

-¿Ha escapado?

Él me rozó la mejilla con el dedo pulgar mientras asentía.

-Siempre preocupándote de todo el mundo. -Me besó dulcemente en la frente delante de todo el grupo, lo cual hizo sonreír a Dana por primera vez desde que salió del hospital.

Después la disciplina del grupo se rompió, o quizá sería más preciso decir que quedó en suspenso. Kate no dio ninguna otra orden y, al parecer, no había nada más que hacer hasta más tarde.

Varios miembros del grupo se dirigieron de forma cansina hasta una hilera de camastros de hierro colado. Kate encendió un hornillo y se dispuso a cocinar el desayuno para unos cuantos, mientras el señor Watanabe comenzó a catalogar metódicamente todas las armas. Jungkook y yo acompañamos a Dana hasta el camastro del cuarto de curas.

-Lo siento -dijo cuando la ayudamos a acostarse. Sus trenzas parecían cuerdas oscuras en la blanca funda de almohada.

-¿El qué? -pregunté-. No es culpa tuya.

-Pero ahora estoy ocupando el único sitio donde tú y Jungkook podrían haber estado solos.

-Por esta vez te perdono -dijo Jungkook-. ¿Quieres desayunar, Dana?

-Manda a alguien con unas cuantas tortitas. Si no tienen, que se las inventen. -Exagerando el gesto, Dana se puso perezosamente el brazo sano detrás de la cabeza-. ¿De qué sirve que te apuñalen si no puedes utilizarlo para hacer chantaje emocional?

Mientras Jungkook iba a informar a Kate de que Dana quería desayunar, intenté adecentarme en lo que pasaba por un baño. Era un cuartito de ladrillo gris próximo al cuarto de curas, más minúsculo y tosco que los aseos de la mayoría de las gasolineras. No había gran cosa que hacer conmigo, pero aun así me prendí el broche en el jersey. Cuando salí, Jungkook se alegró tanto de verlo que me sentí como si acabaran de peinarme y maquillarme, o a lo mejor solo se había puesto así de contento por verme.

-Mírense. -El señor Watanabe se rió entre dientes. Afilaba un puñal pequeño con mucho cuidado, escrutando el filo a través de sus gafas bifocales. Era extraño pensar que alguien tan amable pudiera dedicarse a preparar armas para atacar vampiros-. Me alegro de verte con un chico, Jungkook. Un joven como tú debe tener novio.

-Eso no voy a discutírselo. -Jungkook me abrazó por detrás-. Usted debía de tener que quitárselos de encima cuando tenía mi edad, ¿eh?

-Oh, no. Yo no. Ya había conocido a mi Noriko. -Los ojos se le dulcificaron al decir su nombre-. Después de la primera vez que lo vi, todos los demás chicos del mundo fue como si no existieran para mí. Quería estar con Noriko a todas horas.

-Eso es muy romántico -dije. Quise preguntarle dónde estaba Noriko, pero entonces reparé en que, si perteneciera a la Cruz Negra, estaría allí. Puede que la razón de que un caballero como él se hubiera unido a un grupo de cazadores de vampiros fuera que su Noriko se había topado con uno de esos vampiros criminales y asesinos. Si te pasaba una cosa así, era fácil que eso te cegara y te dejara con el único deseo de vengarte.

-El tiempo que pasas con tus seres queridos no es nunca suficiente -dijo el señor Watanabe mientras probaba el filo del puñal-. Salgan a dar una vuelta. Exploren la ciudad. No se preocupen por nosotros. Deberían disfrutar el uno del otro.

Adicción²Donde viven las historias. Descúbrelo ahora