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Sasha odiaba tantas cosas en el mundo; odiaba levantarse temprano en la mañana, odiaba a sus compañeros de clase, odiaba los vegetales, odiaba a las personas egoístas, odiaba a su familia

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Sasha odiaba tantas cosas en el mundo; odiaba levantarse temprano en la mañana, odiaba a sus compañeros de clase, odiaba los vegetales, odiaba a las personas egoístas, odiaba a su familia. La única cosa que no odiaba era a su vieja abuela, aquella señora que se sentaba en su mecedora solo para poder escucharla hablar de cualquier cosa que se le ocurriera más que todo sus quejas hacia sus padres.

La rubia sabía que no era fácil de tratar por su fuerte carácter y su falta de de tacto hacia decir las cosas que pensaba, pero desde que tenía memoria sus padres siempre habían sido duros con ella, buscaban excelencia dónde no la había intentaban hacer a la ojiceleste perfecta. Sasha pensaba que sus padres lo único que querían era tener un robot como hija y ella no quería ser ese robot, ella solo quería ser feliz al lado de sus padres.

--Uh, debería llevarle algo a la abuela..

--Pero ¿que? nada dulce porque tiene diabetes, nada salado porqué no le gusta..

Hablaba para si misma mientras se dirigía a la casa de su abuela, al subir la vista se encontró con una pequeña flor rosa.

Sasha no sabía de flores pensaban que solo eran unas plantas más en el mundo pero a su abuela le encantaba esas "plantas más en el mundo" pasaba en su jardín cuidandolas como si fueran pequeños niños.

Sasha miro de reojo aquella florería, habían tantas flores de distintos tamaños y colores, también estilos pero reconocía una que otra flor las básicas, cómo los tulipanes y las rosas, los girasoles también.

La ojiceleste entro lentamente en aquella tienda mirando a su alrededor en el mostrador no había nadie pero al fijar su vista en unas flores rojas se encontraba una pequeña azabache mirandolas ¿ella trabaja aquí?  se pregunto Sasha para acercarse a la azabache con rapidez.

--Disculpa, quiero comprar unas flores.

Hablo finalmente la rubia pero la chica parecía no haberla escuchado, Sasha al fijarse bien se percatado que traía audífonos así que decidida tocó con uno de sus dedos el hombro de la menor.

--Anne, la Dahlia imperialis está floreciendo, parecía como si nunca iba a florecer de hecho pensé que..

La joven azabache al percatarse de que no era su amiga morena la que había interrumpido su sesión de mirar flores se quedó callada y con nerviosismo, no era porqué la rubia tenía una mirada amenazadora aunque en parte era por eso pero había un problema más grave en eso.

Marcy se alejo bruscamente de la cercanía de aquella chica que desconocía mientras murmuraba algo que solo ella entendía pero llegó al rescate su amiga morena.

--Mar ve a ver cuántos lirios hay allá.

Señalo la morena hacia un puñado de lirios que habían dentro de aquella tienda, la azabache jugaba con sus dedos mientras iba hacia donde la chica le señalaba.

--Perdonala, ella no suele hablar con los clientes.

--No te preocupes Boonchuy.

--Oh Waybright, ya ví por qué se asustó tanto.

Se río la morena para luego alzar una ceja, conocía aquella rubia de la escuela pero no hablaban mucho ya que Sasha estaba en un grupo muy diferente al suyo y la morena pensaba que simplemente no podían llevarse bien, aunque estaba totalmente equivocada.

--¿Que te trae por aquí?

--Eh.. venía por unas flores para mi abuela pero no tengo ni la menor idea sobre flores.

--Las petunias aquí son muy lindas, aunque se especializan más en las Dahlias.

--Creo que las petunias están bien.

Sasha no tenía ni la menor idea de que eran las "Dahlias" era la primera vez en su vida que escuchaba aquel nombre, su abuela nunca había mencionado una flor así pero se veían que eran realmente hermosas.

La rubia volteo a ver a la azabache que se había encontrado unos minutos atrás, la chica aún seguía con sus audífonos y sus manos estaban bastante inquietas mientras veía las flores que estaban en frente suyo como si ellos dependiera de su vida.

La alemana pensaba que la morena era realmente dura con aquella azabache quien enviaba a ver cuántas flores habían, Sasha las veía infinitas.

--¿Está bien que la dejes ahí contando?

--Oh, no lo hago para molestarla.

--¿Entonces por qué ese castigo?

--Tampoco es un castigo aunque no lo pienses ella lo disfruta.

Sasha se quedó confundída con la respuesta de la morena ¿quien podía disfrutar aquello? solo hizo una pequeña mueca para pagar aquellas flores mientras observaba de reojo a la azabache, por alguna razón se le hacía interesante la chica pero a la vez muy extraña.

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The girl from the flower shop | Sasharcy Donde viven las historias. Descúbrelo ahora