Capítulo 1: Scarlet

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El sol comenzaba a salir como cada mañana, inundando cada rincón de cada parte del bosque. Los rayos de sol se abrían paso filtrándose a través de las ramas resquebrajadas y retorcidas de color pálido que apenan lograban mantener retenidas a duras penas algunas hojas color castaño entre todos los árboles. Lo único que se alcanzaba a escuchar era el crujir de estas mismas ramas. No se oía el sonido de ningún pájaro o cualquier otro ser vivo porque no había. Tampoco se oía el murmullo de las hojas caídas rozándose con suavidad entre sí porque no corría el viento. Hacía tiempo que la vida se había alejado de aquel lugar, que lo único que evitaba que pudiera describirse como tenebroso era precisamente aquellos rayos de sol que lo iluminaban casi por completo.

En un claro en medio del bosque había una pequeña cabaña que no inspiraba mucha seguridad, porque quien la había construido no lo había hecho con mucho esmero, y distaba de alcanzar el estándar mínimo de estilo o de robustez. Daba la impresión de que se desmoronaría en cualquier momento, quizás con aquel que la construyó dentro. Estaba compuesta por ramas gruesas entrelazadas entre sí y unidas por sendas cuerdas entrecruzadas con las ramas, manteniéndolas suficientemente aseguradas. El techo plano y sin ápice de inclinación estaba recubierto por muchas hojas con idea. No iban a salir volando porque no había viento que se las llevara, pero servían para proteger vagamente de la lluvia, que sí podía caer en cualquier momento, aunque llevaba muchos días sin llover.

Dentro de la cabaña había una chica durmiendo a ras de suelo sobre una manta que intentaba emular muy de lejos a una cama. La chica dormía de lado en posición fetal mientras gruñía levemente, como si estuviera teniendo alguna especie de pesadilla. Cuando un rayo de sol iluminó su cara, abrió los ojos algo molesta. Tardó un poco en espabilarse y bostezó ampliamente.

—Parece que ya ha salido el sol. Es hora de levantarse, Scarlet. Hay cosas que hacer y puede que no tengas mucho tiempo —dijo mientras se daba un par de palmadas en la cara.

La chica observó a su alrededor. No tenía muchas cosas dentro de la cabaña que ella misma había construido con sus propias manos en pocas horas. A su derecha había una bolsa repleta de objetos de todo tipo. De hecho esa bolsa y la manta sobre la que dormía eran lo único que tenía. No tenía pensado quedarse mucho tiempo en ese lugar. Vestía con una cazadora marrón desabrochada que no le llegaba a la altura del ombligo, una camiseta larga negra de cuello alto, y unas medias negras elásticas que abarcaban desde la parte superior de las piernas hasta cubrir los pies. Sacó un pequeño espejo de la bolsa y con él se arregló el pelo. Tenía un largo cabello moreno liso que bajaba como una cascada hasta la mitad de su espalda. A un lado del pelo se apreciaba un mechón color carmesí de grosor nada desdeñable. Cogió una gomilla y se arregló el pelo con destreza formando una larga cola. Se puso sus botas color caoba, comprobó que todo estaba en orden, cogió la bolsa y se la colgó de la cintura a un lado a modo de bandolera.

Conforme se adentraba en el bosque abrió la bolsa, sacó una ballesta de mano, tensó la cuerda y la cargó con una flecha de madera de punta afilada con reflejos metálicos. La ballesta también era de madera; no era lo ideal, pero le valía de sobra a Scarlet. Con el dedo en el gatillo avanzaba cautelosa por ese bosque silencioso, donde el menor ruido formaba un eco audible a varios metros de distancia más allá de lo que se podía percibir en cualquier otro bosque corriente. Ese lugar llevaba en ese estado al menos tres días, lo que no era para nada habitual. O debía haber más gente de la que imaginaba Scarlet en un principio, o había más de aquello que estaba persiguiendo. Ante el desconocimiento y la intriga, optó por montar esa pequeña cabaña improvisada sin saber cuánto tiempo permanecería ahí, y dedicaba todo el día a rondar los alrededores del bosque en busca de algo muy concreto.

A un lado del camino que transitaba, la rama de un árbol se partió y se oyó cómo golpeaba contra el suelo árido. Eso podría haberla asustado en ese instante, de no ser porque ya estaba muy acostumbrada a situaciones parecidas. No era la primera vez que recorría un bosque similar a ese, y el que estuviera ahí tampoco era casualidad. Scarlet estaba en ese bosque por un motivo muy concreto: cazar a un Grimm. Llevaba al menos unos tres años buscando a esos seres como salidos del averno y los mataba valiéndose de lo que tuviera más a mano. Su origen o el motivo por el que les daba caza era algo que siempre regresaba a su mente como un bumerán cada pocas noches a través de sus sueños para atormentarla. Scarlet rompió una pequeña ramita con el pie, y se alteró un poco.

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