Capítulo 38: El regreso de Alice, parte 2

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Mientras la Garra Carmesí regresaba a la ciudad de huesos, algo dentro de ella comenzaba a emerger y agitaba la cabeza intentando disiparlo. Aún no se había percatado de que se trataba de la conciencia de Alice, que se estaba despertando poco a poco y ambas se estaban empezando a retroalimentar la una a la otra. Alice seguía sin poder recordar lo que había pasado, pero cada vez era más consciente de su alrededor y sentía la ira y el fervor asfixiantes de la Garra Carmesí que la ahogaban. Por su parte, la sensación incómoda de que lo que hacía no estaba bien que se empezaba a filtrar por la conciencia de Alice empezaba a generar cierto atisbo de duda en la Garra Carmesí, lo que era extraño en ella.

De vuelta en Byen Bones, la Garra Carmesí se reunió con Kerl, que esperaba expectante las noticias sobre el ataque al Reino de los Jazmines. Ella lo puso al corriente de lo sucedido, y por supuesto su reacción era la que temía que fuera.

—¿Que no has logrado matar al soberano Attilia? ¿Y se te ocurre regresar y decirme esto tan tranquila? —espetó Kerl con un inusual enfado, porque era lo que menos se esperaba que ocurriría.

—¡Estaba repleto de Beizfalke por todos lados! ¡Casi me matan! Uno de los Grimm tuvo que atenderme de emergencia porque estaba sangrando por todos lados. ¿Crees que he vuelto por gusto? —El enfado de la Garra Carmesí se asemejaba bastante al que tenía Kerl en esos momentos.

—Eso no es problema mío. Tenías que haber evitado a los Beizfalke como fuera.

—Es fácil decirlo. Fueron avisados de lo que pasó en el sur y no había forma de abrirse paso. Tenían todas las entradas vigiladas y habrían mandado más Beizfalke si hubiera sido necesario. Soy hábil, pero no una máquina invencible de matar. Si crees que es tan sencillo, ¿por qué no vas tú entonces? —La Garra Carmesí se dio cuenta de lo que acababa de decir pero no se echó atrás.

—¿Esto es lo que creo que es? ¿Te me estás revelando, Garra Carmesí? —preguntó Kerl expresando una sorpresa inaudita en su rostro.

En este punto la conciencia de Alice estaba brotando con fuerza al darse cuenta de lo que estaba pasando a su alrededor y había entrado en conflicto con la Garra Carmesí que, inmersa en la discusión con Kerl, no se había dado cuenta de que Alice estaba interfiriendo en sus palabras y los sentimientos que las provocaban no le pertenecían a ella, sino a la chica sepultada bajo su subconsciente.

—¡No es eso, jefe! Es solo que... quizás habría que enfocarlo de otra forma.

—¿Enfocarlo de otra forma? ¿Qué te está pasando? Tú jamás dudarías de lo que tienes que hacer.

—Yo... no lo sé. No estoy segura de qué debo hacer —respondió la Garra Carmesí percatándose de que algo le pasaba porque efectivamente tenía unas dudas que la estaban confundiendo.

—Tienes que enfocarte en el enfado que sientes, abrazarlo y dejarte guiar por él como hasta ahora. Así se te aclararán las ideas —explicó Kerl imaginándose lo que estaba pasando.

—No, no, no. Esto no está bien. ¿Qué estoy haciendo? ¿He matado más Grimm? —murmuraba la Garra Carmesí para sí misma mientras Alice luchaba en su interior por sobreponerse a ella—. ¡No! Tengo que hacerlo. Si no lo hago habré fallado en mi cometido y no merezco seguir viviendo —seguía diciendo la Garra Carmesí intentando prevalecer sobre Alice.

—Sí, eso es. Tu misión es acabar con la vida de los que se interponen en mis planes. Es lo que debe hacer la Garra Carmesí, tu propósito —intervino Kerl para terminar de convencerla de lo que tenía que hacer.

La Garra Carmesí se echó las manos a la cabeza luchando contra la conciencia retenida en su interior. Aquí ya se había percatado de que Alice intentaba escapar de su control, mientras la chica combatía desde dentro para recuperar el control perdido. Lejos de conseguir controlarla, Kerl había provocado que la conciencia de Alice terminara prácticamente por imponerse, motivada por el deseo ferviente por no volver a arrebatar una vida más, ya fuera de Grimm o de cualquier otro ser vivo. Sus ojos perdieron esa cortina de sangre característica y recuperaron su estado habitual.

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