Capítulo 29: El ascenso de la cazadora, parte 1

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—¡Pero bueno, si es la mismísima Scarlet! Al fin te dignas a aparecer. Ya creía que iba a tener que destruir media ciudad para que salieras de donde sea que estuvieras oculta. Tu amiga ha tenido que hacer malabares para intentar distraerme, pero por fin te dejas de esconder y asumes tu final.

—No asumo ningún final. Solo vengo para evitar que le hagas daño. Si quieres enfrentarte contra alguien, que sea contra mí.

—Admito que debes tener mucho valor para volver a enfrentarme aun habiéndose demostrado dos veces que no tienes ninguna opción de vencerme a mí o a estos Grimm, aunque tampoco tenías muchas opciones con la ciudad sellada por trampas. En cualquier caso agallas no te faltan, eso te lo reconozco.

—Para querer matarme hablas demasiado. Antes ibas más directa al grano —replicó Scarlet.

—Será que no te considero la amenaza que creí que eras al principio. Kerl me había dicho tantas cosas sobre ti que me temí lo peor, hasta que descubrí que no eras más que una simple chica que se creía más fuerte de la cuenta.

—Esa que habla, ¿eres tú o tu subconsciente? Ya sabes, ese otro lado de Grimm.

—¿De qué estás hablando? —preguntó Gabrielle de repente.

—¡Así que no se lo has contado! Muy mal, Scarlet. No parece que confíes en tu amiga tanto como ella confía en ti. Entonces tendré que decírselo yo misma —Sarla se dirigió a Gabrielle—. Verás, todos los mestizos que compartimos tanto sangre humana como sangre de Grimm tenemos como consecuencia dos estados mentales. Uno es el estado mental habitual, en el que tenemos control sobre lo que hacemos en todo momento. El otro podría llamarse el estado Grimm, que sería algo así como un estado de subconsciencia en el que los mestizos se encuentran dominados por una ira irrefrenable y por unos impulsos salvajes y asesinos. Esa ira e impulsos viene heredada por la sangre de Grimm, pero no todos los mestizos la desarrollan por igual. Yo soy plenamente consciente de lo que hago aunque tu amiga no me crea, pero ella te ha ocultado que estuvo dominada por este estado Grimm durante un tiempo y mató a muchos en esos meses. ¿No es así, Scarlet?

—¿Es eso cierto, Scarlet? —se volvió Gabrielle para preguntarle mientras sus ojos denotaban una preocupación por ella sin precedentes.

Scarlet solo pudo suspirar al darse cuenta de que iba a tener que revelar lo que por tanto tiempo se había afanado por olvidar, y en última instancia por ocultar a la propia Gabrielle.

—Así es. Estuve algo menos de un año en ese estado y maté a muchos Grimm... ¡Pero no era consciente de lo que hacía! Apenas recuerdo nada de esa época, y cuando me di cuenta el daño ya estaba hecho. Todo aquello aún me persigue a día de hoy, y algunas noches tengo pesadillas en las que me veo en primera persona matando a nuevos Grimm que no había visto antes.

—¿Por qué lo hiciste? —preguntó Gabrielle.

—¡Yo no quería! De verdad que no. Estaba muy afectada y Kerl se aprovechó de mí. Me engañó y desató ese lado oscuro mío. Es algo que nunca le perdonaré —Scarlet se incorporó y cogió algo de aire—. Ya va siendo hora de poner fin a esto. ¡Vamos Sarla, enfréntate a mí! ¡Ya no tengo nada que temer!

Sarla se lanzó a por Scarlet con la daga. La última vez Scarlet prefirió usar el hacha en lugar de la daga porque creía que combatir ambas con el mismo arma solo le daría más ventaja a esa chica, pero sabiendo lo que ocurrió la última vez, esta vez optó por emplear ella también su daga. Esto sorprendió al principio un poco a Sarla, aunque entendía que no era tan idiota como para repetir sus errores e iba a intentar probar algo nuevo con la daga. Ya le había dado dos oportunidades para escapar y lo había lamentado en cada una, pero en esta ocasión no se iba a volver a repetir la misma historia una tercera vez. Si la derrotaba en esa ciudad complacería enormemente a Kerl, quien vería que había hecho bien en confiarle esta misión a ella.

ScarletDonde viven las historias. Descúbrelo ahora