Capítulo 44: El Grimm de acero

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Scarlet comenzó tomando la delantera, más que nada porque su arma estaba más capacitada para penetrar una barrera de maná altamente concentrada como la que tenía Kerl, solo para toparse con un muro de energía pura tan sólido que la punta de la hoja generaba chispas en tonos verdosos y dorados con el roce continuo. El crepitar del arma contra la barrera estaba generando un calor inusual que había activado los sistemas auxiliares de refrigeración de la guadaña, algo que no había sucedido en el anterior encuentro. Eso significaba que el arma estaba siendo llevada a un umbral límite para el que Scarlet se había preparado, pero que no esperaba que fuera en esos precisos instantes. Varias columnas de gases a alta temperatura emanaban de las ranuras repartidas a conciencia por todo el cuerpo de la guadaña para casos como ese.

Gracias al nivel de anticipación que tuvo Scarlet tiempo atrás cuando comenzó a diseñar la estructura del arma en previsión a que algo parecido sucediera, la guadaña estaba soportando elevadas temperaturas que se estaban quedando retenidas por la hoja. Si bien el mango también era metálico para mayor durabilidad, el metal empleado era muy poco conductor del calor si tenía en cuenta que la maquinaria interna era tendente a sobrecalentarse al igual que la hoja, que tenía que soportar altas temperaturas derivadas de la combustión continua de las soluciones contenidas en los cartuchos.

Aun con todo, la guadaña era en cierto modo susceptible de no poder aguantar la presión como lo era cualquier otra arma, y si se llegaba a tal extremo las juntas y otras piezas metálicas que la mantenían de una pieza empezarían a saltar, volviéndola inestable y altamente volátil. Scarlet intentaba ejercer toda la fuerza que podía en estado Grimm para que la hoja lograra abrirse paso por la robusta barrera de maná que rodeaba a Kerl en el menor tiempo posible, pero no por nada ahora estaba fusionado con más almas que antes.

La barrera no había cedido lo más mínimo y la guadaña estaba alcanzando límites críticos. A Scarlet no le quedó otro remedio que retroceder solo para obtener el margen que necesitaba para que su arma se refrigerara y recuperara su estado habitual. Confiaba en su circuito de refrigeración para que hiciera el trabajo más pesado mientras ganaba algo de tiempo. Su mirada se cruzó en un momento con la de Sarla, que entendió que debía actuar e iba a tenerlo muy complicado solo para poder aguantar la fuerza de Kerl, que aún no había movido un solo dedo mientras observaba muy calmado cómo esa barrera de maná esta vez sí lo estaba protegiendo en la medida en que esperaba que lo hiciera.

Previendo el lógico resultado, Sarla se lanzó a realizar varios cortes con su daga mejorada. Quizás si se hubiera enfrentado al Grimm habiendo tenido este el anterior nivel de protección podría haberse abierto paso a través de la barrera, pero había presenciado de primera mano la incapacidad de Scarlet de lograrlo. Si ella no podía cuando era la más capacitada, estaba claro que no tenía la menor posibilidad, aunque eso no la achantaba lo más mínimo. Su fervor interno era muy superior a sus posibilidades actuales de victoria, y solo por eso se lanzó una y otra vez a por él como un felino salvaje y furioso. La guadaña de Scarlet seguía expulsando vapores a toda la velocidad a la que el sistema de refrigeración podía. Scarlet se empezaba a impacientar porque no había dudado ni un solo segundo en permitir que Sarla se lanzara sola a enfrentar a Kerl, y temía que le pasara algo antes de que su arma volviera a estar de nuevo operativa.

En un momento dado, Kerl le propinó un puñetazo no muy fuerte a Sarla. Parecía estar potenciado por el hecho de haberse fusionado con tantas almas, aunque eso era difícil de determinar. Fuera cual fuera el motivo, Sarla lo notó en su mejilla como un golpe propulsado que la mandó a volar. Le estaba saliendo sangre de la cara e incluso había salido despedida una muela en el proceso. El golpe debía haberla dejado inconsciente en el acto, pero pudo soportarlo. Escupió una flema de sangre, se levantó de forma casi milagrosa, y se lanzó de nuevo a por Kerl. «Mira que es cabezona», fue lo que se le vino a la mente a Scarlet, que seguía esperando impaciente a que la guadaña recuperara la temperatura mínima suficiente que le permitiera acercarse para ayudar a Sarla. Fue por eso mismo por lo que lo siguiente que ocurrió a continuación resultó inesperado tanto para Scarlet como para Kerl.

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