Capítulo 12: El pueblo fantasma

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—Oye, no te lo he preguntado hasta ahora pero ¿hacia dónde nos dirigimos exactamente? Llevo un par de días siguiéndote y aún no me has dicho siquiera a dónde vamos. Espero que no vayamos simplemente de un lado para otro sin rumbo fijo. Es decir, bueno, no es que tenga mucho problema al respecto con eso —se justificó rápidamente Gabriel.

—¿Recuerdas que te dije que buscaba a mis padres? —Scarlet prefirió no darle importancia—. Los he visto en sueños, e intento averiguar dónde los vi, ese extraño lugar que me resulta tan familiar... Como no lo sé, voy recorriendo todos los pueblos porque ahora mismo es lo mejor que puedo hacer, y me guío de un mapa para hacerlo.

Scarlet metió la mano en la bolsa que tenía colgada en su cintura a un lado y sacó el mapa enrollado, lo desplegó y se lo enseñó.

—¿Qué son todas esas rutas pintadas?

—Son una buena parte de los caminos que hay en el mundo onírico. Los fui memorizando y dibujando en papel.

—¿Que memorizaste los caminos? ¿Todos esos?

—Sí. Gracias a mi memoria, en vez de simplemente desesperarme por no poder escapar de allí, me aprendí los caminos que iba recorriendo para evitar tener que pasar dos veces por un mismo lugar. No esperaba poder salir del mundo onírico, así que como ya tenía los papeles dibujados les estoy sacando partido ahora.

—A ver si adivino. Las cruces son lugares donde hay concentraciones de Grimm, y las que tienes tachadas son las que ya has recorrido. ¿Es así?

—Exacto. ¿Cómo has sabido lo que significaban las cruces?

—¿Te recuerdo que he estado en ese mundo incluso más años que tú? Aunque no me acuerde tan bien como tú puedo reconocer algún que otro lugar, y sé bien que hay muchos Grimm porque solía evitar esos lugares.

—Ya veo.

Tras un rato caminando, Scarlet y Gabriel llegaron al pueblo. Aparentemente no había ningún rastro de vida, aunque era algo más complicado de determinar porque soplaba un aire ni muy frío ni muy caliente que agitaba las puertas entreabiertas. Eso dificultaba en un primer vistazo averiguar si solo era el aire o había alguna persona escondida por la zona. El aire desplazaba con suavidad y elegancia el cabello de Scarlet, que se echaba la mano a un lado para evitar que se le deshiciera su peinado mientras su mechón rojo, desprendido de la cola, ondulaba con total libertad hacia atrás. Gabriel agarraba fuerte la capucha para no dejar su cabeza al descubierto, como si ese aire azotara con más fuerza de lo que en realidad lo hacía. Apenas se conocían de un par de días, pero Scarlet sentía ya una despreocupación absoluta acerca de la extraña obsesión que tenía ese chico por mantenerse cubierto de esa forma con la túnica y los guantes.

—Bueno, ¿y ahora qué? En el mapa no salía nada interesante en este lugar. ¿Qué sueles hacer en los pueblos en este tipo de casos? —preguntó Gabriel mientras deseaba con todas sus fuerzas que se aplacara ese aire tan molesto.

—Aunque no te lo creas, más cosas de lo que podría parecer en un principio. Este es un pueblo grande a diferencia de las aldeas que suelo transitar, así que tengo acceso a tiendas de todo tipo en las que puedo encontrar muchas cosas que quizás necesite para el camino.

Los ojos de Scarlet centelleaban mientras observaba todo a su alrededor buscando algo que le resultara útil, como un niño eligiendo un juguete.

—¿Qué buscamos exactamente?

—Nada en particular. Lo que nos vayamos encontrando.

—¿Entonces vamos a peinar tanto casas como tiendas?

—Así es. No creo que a nadie le importe que lo hagamos, ¿verdad? —respondió Scarlet señalando con la cabeza el pueblo para remarcar que no había nadie—. Si no te sientes cómodo haciendo esto, puedes esperarme aquí. Toma este hacha y búscame si sucede algo.

ScarletDonde viven las historias. Descúbrelo ahora