8- La Reconciliación

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—Mierda, ese hijo de puta manchó mi camisa.

Chuuya y Dazai iban caminando tranquilamente calle abajo, como si no acabaran de torturar y asesinar a un narcotraficante árabe en un apartamentucho insignificante.

—Chuuya, ¿podemos hablar?

—¿Dónde dijiste que estaba Kunikida?

Sin ganas de seguirle el juego, Osamu lo detuvo en seco, poniéndole la mano en el hombro.

—Suéltame —Ordenó el pelirrojo.

—No. Tenemos que hablar —Se negó el castaño agarrando con firmeza el brazo del contrario.

—¿Y si no quiero hablar contigo? —Exclamó irritado Chuuya.

—Pues, no tengo intención de soltarte hasta que no resolvamos este asunto, Chuuya.

Los ojos azules de Nakahata rebosaban de enojo, y de tristeza. Respiró profundamente y le sostuvo la mirada a su pareja.

—Tienes dos minutos para convencerme, Dazai. Si no lo logras en ese plazo, te pediré el divorcio, y la próxima vez que te vea, te voy a matar.

Chuuya no es la clase de persona que lanza amenazas tan a la ligera, por lo que a Osamu no le quedó más remedio que atenerse a sus condiciones. Soltó el brazo de Nakahara y se arrodilló frente a él, pegando la frente en el suelo.

—Lo lamento muchísimo, Chuuya —Inició—. No era mi intención hacerte sentir mal. Te pedí matrimonio con un anillo falso porque no tenía dinero para uno real, tú lo sabes.

—No quería un puto anillo, Dazai.

—Lo sé. Y sé que, entonces, está excusa te parecerá de lo más estúpida. Pero sentí que tú merecías un anillo de oro. Quería dártelo. Al ser incapaz de ello, lo falsifiqué. Pero quería darte el real.

—No necesito un anillo, Dazai. Ni lo quería. Yo quería tu sinceridad.

—Lo sé, y sé que me he comportado como la mierda contigo, y he mentido, y te he insultado, y de verdad lo lamento, Chuuya. Seguramente soy el peor esposo del mundo.

Chuuya enarcó una ceja.

—¿Pero...?

Dazai suspiró.

—Pero te amo. TE AMO con mayúsculas, Chuuya. Se que siempre te he dicho que eres humano, pero creo que en realidad eres tú quien me recuerda a mi que soy humano también. Te mentí porque quería evitar ésto exactamente; no quería que creyeras que no vales lo suficiente como para darte un anillo real, porque si lo vales, Chuuya, quien no lo merece soy yo.

»Soy un desgraciado, un despojo, un desperdicio, soy indigno de ser humano, pero por ti yo sería lo que fuera. Tú me haces feliz, tú me haces... Verdaderamente humano. Estoy maldito, Chuu, y tú eres tanto la enfermedad como el remedio. Te amo, y te amo locamente, y te juro que no deseo perderte, porque eres mi razón de vivir.

Silencio. Nakahara lo observó sin decir ni una palabra. Dazai finalmente alzó la mirada y preguntó:

—¿Me pasé de los dos minutos?

Chuuya siguió sin decir nada.

—Quiero que sepas que, si vas a dejarme, estaré encantado que seas tú quien tome mi vida.

Sin poder aguantar más, el pelirrojo se echó a llorar y se agachó a abrazar a su esposo.

—¡Eres un idiota! —Le recriminó llorando en su hombro—. Mierda, Osamu, te amo, te amo tanto.

—Y yo a tí, Chuuuuuuuuuuuuuuuya —Susurró el castaño—. Y te extrañé un montón.

—Y yo a ti.

Intercambio (Soukoku & Shin Soukoku)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora