Capítulo Tres

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Las horas pasaron desde que planeo un plan perfecto que llevar a cabo. Un plan que daría su efecto por un tiempo.
Tristán planeo la muerte de Eleanor. Planeando un accidente donde poner algo de su ropa y algo que le dijera a un forense que era su ADN.
Cuando él vio lo del accidente por el televisor, sonrió y comenzó con su nuevo plan. Uno que le iba a gustar.
Tristán se puso su mejor traje de color negro, unos zapatos y unos guantes de cuero del mismo color. Después, colocó su pelo castaño y hecho su flequillo de color blanco hacia a un lado. Pues sabía que tenía que aparentar que no sabía nada. Y sabía qué hacer si le hacía preguntas.
Le ordenó a John que le llevara hasta el velatorio falso que el mismo había creado.
Ahí, vio a los padres de Eleanor y a Carlos. Quien parecía no estar muy afectado por lo ocurrido.
Tristán se acercó a los padres de ella y él abrazó a su madre.
―Lo siento mucho, señora Mendoza.
―No entiendo como ha sucedido todo.
―Me enteré de que la secuestraron y después esto. Lo siento de verdad.
―Pensé que ustedes habían quedado mal.
―Lo hicimos. Pero Eleanor vino a buscarme porque le dieron un tiro durante el rescate. Le ayudé a ello y ―Tristán se secó sus lágrimas falsas y después volvió a decir― fue cuando decidió de marcharse lejos para que Alonso no le volviera a ver y a secuestrar.
―A nuestra suerte, ese hombre ya no le hará daño.
―¿A qué se refiere señora Mendoza?
―A Alonso le metieron varios tiros y no sobrevivió. Y ahora ella descansará de lo que podía haber sido un calvario para ella cuando fuera a psicólogos.
Hicieron una breve pausa.
―¿Y cómo has estado? ―le preguntó la madre de Eleanor a él.
―Bien. Ahora me gano la vida. Trabajo para una empresa muy importante de Barcelona.
―Me alegra escuchar eso.
El teléfono móvil de Tristán emitió un pitido.
Este lo miró y se percató que había un problema con los negocios. Por lo que, volvió a abrazar a la madre de Eleanor diciéndole:
―De nuevo, lo siento señora Mendoza. Debo de irme. Problemas que tengo que trabajar desde mi hotel.
―Gracias por haber venido.
―No hay de que.
Tristán se marchó del velatorio y se quedó un poco más aliviado.
Mientras que caminaba hacia la salida, observó nuevamente la cara de Carlos. Se dio cuenta que parecía estar más aliviado que desazonado por la muerte de su prometida. Por lo que quiso averiguar qué es lo que realmente le pasaba.
Él se montó en el coche y le ordenó a John que le llevase a la nave donde hacia negocios y también que le detallase un informe de Carlos Rivera.
Pero ahora lo que realmente le importaba, eran los negocios y llegar cuanto antes a la casa para cuando Eleanor comenzase a despertar. Pues le tenía muchas sorpresas preparadas por haber intentado escapar y por no hacer las cosas como él las deseaba. Y era algo que lograría.

Ella comenzó a abrir los ojos. Pero lo hacía un poco exhausta.
Eleanor se percató que era de noche y que seguía en el mismo lugar de siempre. Pues tenía la chimenea encendida.
Ella se llevó las manos a la cabeza y se percató que tenía unas cadenas puestas sobre sus muñecas. Algo que le hizo ubicarse enseguida y se percató que no estaba en la habitación donde le tenía retenida Tristán.
La puerta se abrió de pronto y ella se vio obligada a ver quién entraba por ella.
Al ver que era Tristán, forcejeó un poco contra esas cadenas.
Mientras que ella observaba que se había dado la vuelta, ella le dijo muy furiosa:
―Suéltame Tristán.
―No lo haré. Te dije que te castigaría y así haré. Pero antes, quiero que veas una cosa.
Él se acercó a ella mientras que sacaba su teléfono móvil y ponía una aplicación.
En breve, Tristán le mostró a ella, su funeral y ella se quedó en blanco sin saber que decir. Solo cayeron por sus mejillas, sus lágrimas de dolor.
―Ya es oficial tu muerte ―le dijo él muy sonriente mientras que iba al cajón y cogía algo―. Ya nadie te buscará.
Él dejó a un lado su teléfono móvil y se quitó la chaqueta de color negra que había llevado por su velatorio falso. Solo se quedó la camisa de seda que tenía unos tirantes de sujeción, la corbata y los guantes de cuero que llevó para el frío. Donde volvió ante Eleanor. Quien tenía la misma cara de terror que cuando vio que Alonso le había secuestrado y la misma cara que cuando fueron a rescatarla.
―Suéltame por favor ―dijo ella ocultando sus lágrimas―. Te prometo que no te delataré.
―Ya conoces mi respuesta. Y es no.
Tristán la miró por unos segundos y la miró con deseo. Pues la lencería que le había puesto, le hacía muy atractiva. Tanto para hacerle lo que él tenía en mente. Fue cuando notó un hilo de desesperación junto a una pequeña erección.
Eleanor miró de nuevo hacia arriba y vio de nuevo los grilletes que le hacía prisionera. Y se dijo en esos instantes, que debía de estar libre para parar los planes de Tristán. Que tenía que soltarse de alguna manera y escaparse de una tortura mucho peor que estar bajo el mismo techo que Alonso.
―No te soltarás tan fácilmente. Antes tendrás que coger la llave y no te lo he puesto muy fácil Eleanor. Tendrás que cogerla si lo que deseas es tu libertad.
Tristán se miró su entrepierna y ella le siguió con la mirada. Y cuando supo que la llave la tenía en su miembro, se negó a cogerla. Ya le daba igual estar encadenada y sufrir un castigo de su parte.
―Perdona ―dijo de nuevo él―. Que no puedes por tu situación en la que estas y en la que te acabo de poner ―él sacó una pequeña sonrisa.
Ella forcejeó para poder pegarle. Pero Tristán estaba un poco apartado de ella.
En segundos, él la miró de arriba abajo y le pareció ver a la preciosa Diosa Venus. Ambas ―aparte representar al amor y la fertilidad― representaban a la belleza y la seducción. Sin embargo, Tristán se percató que Eleanor era más sensual que ninguna otra Diosa que pudiera igualarla.
Él volvió a acercarse a ella y se puso detrás de su espalda acariciando su cintura.
―No me toques ―volvió a decirle ella―. Te juro que te arrepentirás de todo lo que me estás haciendo.
Tristán de la furia, agarró rápidamente a Eleanor por la cadera y la llevó hasta su torso. Donde ella comenzó a respirar entrecortadamente. Pues él le estaba haciendo daño y eso a él le estaba excitando más de lo que pensó.
―Las órdenes te las daré yo a partir de ahora ―le dijo él llevando su mano derecha hacia su cuello―. La próxima vez que me digas lo que tengo que hacer, sufrirás más de lo que hoy vas a sufrir ―él llevó su mano hasta los pechos de Eleanor. Los cuales comenzó a tocar como si fuera de un muñeco de peluche suave y sedoso.
Ella comenzó a forcejear para que dejase de tocar sus pechos de la manera en que lo estaba haciendo. Sin embargo, este la empujó más a su torso y tocó más fuerte sus pechos. Donde ella gimió un poco.
Tristán comenzó a bajar en pocos segundos su mano y cuando llegó hasta la entrepierna de Eleanor; levantó la falda de la lencería que tenía puesta y metió su mano muy despacio entre sus bragas de encaje. Algo que él mismo había escogido para ella para una ocasión como esa.
―Estoy a punto de hacer algo que he ansiado dos meses ―le dijo él al oído―. Si te dejo en libertad, mi erección seguirá hinchada y si no lo hago, saldré ganando. Que duda más grande tengo en estos momentos.
Eleanor forcejeó al sentir la mano de Tristán en su sexo y que no estaba haciendo nada. Al menos, la textura del guante de cuero sobre él. Algo que le estaba produciendo una sensación extraña en su estómago. Una sensación que la llevaba a unos puntos de su sexualidad que no conocía. Una sensación muy nueva para ella.
―Que ironía la vida ―volvió a decirle él―. Que ahora seas tú la que ha sido cazada por el león.
―Y yo puedo matar a ese león con un rifle ―dijo ella con rabia y forcejeando aun―. No me toques y suéltame.
Entonces, Tristán empujó aún más a Eleanor contra su torso y en breve, comenzó a masajear su clítoris muy despacio.
―Suéltame ―dijo ella intentando quitárselo de encima.
―No decías eso cuando estábamos juntos y te follaba como un drogadicto buscando cocaína.
―Uno que sigues siendo ―le dijo ella.
Tristán apretó y movió aún más el clítoris de Eleanor y ella comenzó a gemir, mientras que sentía el cuero sobre él. Ella solo quería quitarse las manos de encima de Tristán.
―Te sigo poniendo cachonda a pesar de que ya has pasado página ―le dijo él eufórico de placer.
Ella forcejeó para quitarse la mano de su sexo. Sin embargo, no lo logró. Pues Tristán era muy fuerte y siempre conseguía retener a una mujer con lo que él más deseaba.
Él no dejó de tocarle el clítoris con la otra mano y llevó la mano con la cual le había tocado hacia su boca. Donde se la metió sin pensar para que chupara sus fluidos.
Eleanor rozó por unos momentos la entrepierna de Tristán y comenzó a forcejear para que no sucediese lo que ya estaba pensando. Pues no quería llegar a nada con él.
―Sueltame ―dijo ella mientras que sentía la necesidad de desvanecerse en un orgasmo por lo que sentía―. Por favor
―Cállate Eleanor.
Él continuó tocando el clítoris de ella y notó como Eleanor se estaba desvaneciendo hacia el suelo por el clímax que tenía. Sabía que ella estaba llegando al orgasmo y que lo estaba haciendo con un poco de vergüenza.
Tristán paró de tocarle el clítoris y la soltó. Donde Eleanor dejó caer su cuerpo. Dejándose colgada con aquellas cadenas.
Él caminó ante ella y observó que a pesar de lo que había hecho, no se estaba dando por vencida.
Eleanor levantó la mirada y observó como Tristán se quitaba la corbata negra que tenía puesta. Que solo se había quedado con la camisa de seda blanca y el pantalón que llevaba puesto. Eso sin olvidar los guantes de cuero.
Él fue hasta a ella mientras que iba doblando la corbata y eso le hizo forcejear a Eleanor sin fuerzas.
Tristán le puso al cabo de varios segundos, la corbata como mordaza y observó que le quedaba bien todo lo que ella un día le dijo cuando eran pareja.
―Así no podrás hablar mientras que consigo mi propósito de poseerte.
Ella forcejeó y mientras que lo hacía, Tristán se movió detrás de ella. Donde en segundos, le pegó una palmada fuerte en su trasero.
Eleanor gimió un poco y se movió por el dolor, que eso le llenó de satisfacción a él. Tanto que sonrió y pensó que era el momento de vengarse. Y sabía que había sido él quien la había bloqueado y le había dejado plantada. Pero cuando se unió a Alonso, las cosas habían cambiado por unos instantes.
―La lencería que he escogido para ti, te hace muy sexy. Pero ahora mismo es algo que me estorba.
Tristán cogió de su bolsillo derecho unas tijeras. Donde en breve, comenzó a cortar la tela de la lencería que Eleanor tenía puesta. Una lencería que siempre tendría puesta por y para él cuando se le antojase.
Cuando la tuvo semidesnuda, terminó de cortar lo que quedaba de lencería en su cuerpo y por fin la tuvo desnuda. Donde no tardó en darle otra palmada en el trasero.
Tristán quitó las cadenas de Eleanor del lugar donde estaban y le quitó las cadenas.
Ella salió corriendo hacia la puerta del lugar que la tenía. Pero cuando intentó abrirla, no pudo. Fue cuando se dijo que Tristán había echado la llave, cuando se giró al entrar en aquella habitación fría y sin ventanas. Solo con una chimenea.
Tristán fue hasta a ella.
Cuando llegó ante Eleanor, le cogió por las muñecas y la llevó hasta donde él quiso.
En el cajón, él cogió unas cuerdas nuevamente de ahí y antes de cerrarlo; comenzó a atar las muñecas de Eleanor a su espalda.
En segundos, cerró el cajón y la llevó al centro de la sala. Justamente donde la tenía antes. Y ahí, subió todo lo que pudo los brazos de Eleanor al techo. Dejándola agachada todo lo que pudo y donde él pudiera ver lo que andaba buscando desde que entró en aquella habitación. El sexo de ella. Algo que estuvo deseando desde el primer día de su secuestro.
Tristán volvió a darle otra palmada en su trasero y ella comenzó a gemir de dolor. Donde ella comenzó a caminar y a dar vueltas. Ya que no podía escapar por la postura en la que él le había puesto.
Él comenzó a tocar nuevamente el sexo de Eleanor y ella comenzó a moverse para alejarse de él mientras que sentía el cuero sobre su clítoris.
―¡Estás cachonda! ―dijo él sorprendido y sintiendo un hilo de satisfacción por ello―. Era de esperarse de ti. Cuando estabas conmigo siempre te imaginabas estar así mientras que yo tomaba el control y te poseía de esta manera. Ahora que lo he conseguido, voy a llegar hasta el final. Por lo menos, tu recibirás un castigo y yo mi placer.
―Lo nuestro ya pasó hace mucho tiempo ―dijo ella como pudo mientras que la mordaza le hacía prisionera su lengua.
Entonces, Tristán dejó de tocarle por unos momentos el clítoris a Eleanor y cogió la mordaza que tenía puesta y la ató aún más fuerte para no escucharla. Solo quería escuchar los gemidos que provinieran de los labios de Eleanor.
Él volvió a su clítoris y comenzó a masajearlo. Ella comenzó a moverse y Tristán no tuvo más remedio que agarrarla por las caderas con la mano que le quedaba libre. Donde continuó masajeando su clítoris.
―No quería hacerte esto a la fuerza Eleanor ―le dijo él mientras que continuaba con su propósito―. Pero tú me has obligado con intentar escaparte.
Ella continuó gimiendo. Sabía que, si perdía la esperanza y la cordura; le conducirían hacia la locura. Y era algo que tenía que evitar. Pues ya le pasó una vez cuando estuvo con Alonso.
―Me alegra saber que estas mojada ―le dijo de nuevo.
Él metió dos de sus dedos en su vagina tras dejar de masajear su clítoris y comenzó a sacarlos y meterlos. Donde notó los fluidos de Eleanor al entrarlos.
Ella comenzó a moverse para que dejase de tocarle, pero no lo consiguió.
―Estoy tan excitado que voy a hacer que te corras dos veces.
Tristán movió rápidamente sus dedos. Pues estaba notando como Eleanor lubricaba cada vez más y como su sexo palpitaba por querer llegar a un orgasmo.
Él movió más rápido sus dedos y notó que ella había llegado al clímax. Uno que había ansiado Tristán desde que comenzó a tocarla. Algo que había deseado desde que la secuestraron.
Tristán agarró la cuerda que tenía sujeta las muñecas de Eleanor y movió su mano más rápidamente. Hasta que notó como ella iba a explotar en el orgasmo.
Él quitó sus dedos de la vagina de ella y Eleanor terminó de explotar en el orgasmo, cuando soltó sus fluidos como si fuera una manguera recién abierta. Solo que Eleanor echó los fluidos necesarios.
―Eso es ―le dijo él―. Ahora me toca a mí.
En breve, Tristán se bajó sus pantalones y los dejó caer al suelo.
En segundos, metió su polla en la vagina de Eleanor y ella gimió cuando la entró.
Él comenzó a moverse muy despacio para sentir el coño de ella arder en el deseo. Algo que le había gustado durante su tiempo de relación tiempo atrás.
Al notar el tacto de los fluidos de Eleanor, Tristán se movió más rápido para poder conseguir su clímax.
Mientras que se movía, él agarró más fuerte la cuerda que hacía prisionera a Eleanor y se movió despacio para poder sentir un nuevo orgasmo de ella.
Tristán notó el clímax de ambos y volvió a moverse rápidamente. Pues eran los gemidos ahogados de ella quien le excitaba más de lo que había pensado.
Eleanor continuó gimiendo, mientras que notaba un gemido de los labios de Tristán. Pero lo único que ella quería era que él acabase cuanto antes con lo que estaba haciendo. Pues a parte del dolor de saber que ya no tenía identidad, eso que él le hacía; le estaba humillando.
―Córrete Eleanor ―le dijo de nuevo―. Dame tu orgasmo y yo te daré el mío.
Ella enfadada, balbuceó de rabia y después Tristán le pegó otra palmada más en el trasero.
―Si no lo haces, haré que acabes rendida.
Pero Eleanor no se dejó llevar por sus amenazas. Por lo que aguantó todo lo que pudo sin obtener un orgasmo que estaba a punto de salir.
Tristán penetró más fuerte y más rápido. Donde los chasquidos de su pelvis con el trasero de ella, le motivaban a moverse más rápido.
―No me obligues a hacer que te corras.
Sin embargo, solo obtuvo la respuesta de como ella contrajo un poco su sexo para sacar su pene de ahí.
Tristán dejó de penetrar por unos momentos a Eleanor y fue a un cajón que tenía detrás de él.
De ahí, sacó un vibrador con forma de micrófono y en segundos volvió ante ella.
Tristán volvió a entrar el pene en la vagina de Eleanor y antes de comenzar a moverse, le dio al vibrador. Donde lo puso en su clítoris.
―Ahora sabrás quien manda y quien mandará a que tengas tus orgasmos a partir de ahora.
Él comenzó a moverse, mientras que sentía el ruido del vibrador y sus vibraciones mientras que la penetraba. Sin embargo, él estaba a punto de correrse y no había conseguido lo que quería de Eleanor. Su orgasmo. Un orgasmo muy esperado desde que le secuestró junto a Alonso hace dos meses.
Tristán apretó aún más fuerte el vibrador junto al clítoris de ella y esta comenzó a gemir más seguido, pero entre varios segundos.
―Córrete Eleanor ―le dijo él mientras que embestía aún más rápido―. Será lo mejor para los dos.
Él se movió más rápido. Sin embargo, ella estaba a punto de llegar al orgasmo, pero no quería darle la satisfacción a Tristán de verla humillada. Pues más humillada que la dejó cuando este le bloqueó no podía estar.
Él por fin se corrió dentro de la vagina de Eleanor y esperó dentro a que ella se corriese con el vibrador.
Al cabo de una milésima de segundo, ella terminó por rendirse y sucumbió al segundo orgasmo. Tanto que Tristán lo notó cuando le sacó la polla de su interior.
Ella se dejó colgar de aquellas cuerdas y él se apartó de ella quitándole el vibrador y poniéndose los pantalones de nuevo.
En breve, Tristán desató del techo a Eleanor. Dejando sus manos atadas a la espalda.
Después, la cogió en brazos y la llevó hacia la cama. Donde la puso en segundos y volvió a caminar al armario donde estaban las cuerdas.
En segundos, cogió una y volvió ante la cama. Donde le ató los tobillos a ella. Y cuando terminó, los ató a las rendijas de esta muy fuerte.
Tristán fue hasta el cabecero y le quitó en breve la corbata de la boca.
―Si te quito la mordaza es para que no te ahogues ―le dijo muy seguro―. Descansa por ahora. Vendré a por más si me es necesario.
―Que te jodan Tristán ―respondió ella entrecortadamente. Pues le faltaba el aire desde que comenzó a tener aquel vibrador puesto.
Él se movió de al lado de la cama hacia la puerta.
En breve, él salió de la habitación mientras que dejaba a solas a Eleanor con sus pensamientos.
Tristán caminó hacia el salón, mientras que escuchaba la música que había dejado puesta. Pensando en cómo había pasado todo aquello después de que Alonso le complicase acercarse a ella y pedirle perdón por lo que le había hecho. Pues reconoció estando con él, que se había comportado como un gilipollas.
En una parte de su mente, quería recuperarla y en la otra parte, no. Al ver que había tenido el control de sus orgasmos y que ella le tenía en parte miedo por haberle secuestrado; no una, si no, dos veces. Eso le hacía sentirse a él poderoso. Mas que un Dios recién nacido.
"Tenías razón, todo lo que amo lo quemo. Me quedé sin amor y me lo gasté todo en juego. Le robaste a un ladrón, los besos y los te quieros. Te regalé el corazón, ahora en el pecho tengo un agujero...
Tristán se sentó por fin ante la chimenea y cogió de la mesita de cristal que tenía a su lado, un cigarrillo. El cual prendió y en segundos comenzó a fumar.
De pronto, él recordó cómo había planeado junto a Alonso el secuestro de Eleanor. De cómo fue su cara al verlos a los dos juntos. Algo que no debió de haber hecho. Pues se arrepentía de ello porque estaba ciego por venganza.
"Solo soy un actor del montón, que se olvida el guion y se pierde el estreno. Porque me pierde la mala vida, la noche, el alcohol nunca trae nada bueno. Por las veces que no supe pedir perdón e hice daño a aquellos que más quiero. Ellos saben quién son. Saben que soy mi propio veneno...
La canción de Natos y Waor de Tenias Razón continuaba sonando mientras que pensaba en aquellos malos momentos del secuestro de Eleanor.
Tras fumarse el cigarrillo diez minutos más tarde, se marchó a su habitación para descansar. Pues tenía que pensar que hacer con Eleanor cuando la soltase al día siguiente para que probase algo de bocado y pudiera darse una ducha después de varios días sin hacerlo. Un paso muy importante para no poder sus planes ya creados para los dos.
Ella en cambio, continuaba pensando en lo que había pasado con Tristán en esas cuatro paredes. Donde no dejó de llorar por lo que había pasado hace unos momentos que para ella fueron un poco vergonzosos. Pues Tristán la había tocado sin su consentimiento y le había violado. Algo que Alonso no había hecho durante esos dos meses de secuestro.
Hasta el momento en el cual se había quedado por fin dormida tras dejar de pensar en ello. Pues sabían que eran recuerdos muy amargos que debía de olvidar y comenzar a pensar en algún plan para escaparse de su ex y volver a recuperar su identidad. Uno que le había seguido dando problemas después de que ella había pasado página.

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