Capítulo Dieciséis

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A la mañana siguiente, Eleanor se despertó más pronto de la cuenta. Era sábado y sabía que no tenía nada que hacer. Salvo acompañar a su madre para hacer los recados de la casa y hacer la comida. Pues su progenitora había invitado a comer a unos amigos a casa. Sin embargo, ella comenzó a tener otros planes para aquel día junto a Carlos. Ya era hora de que dejara su pasado atrás.
Ella se dio una breve ducha y cuando salió de ella, fue hasta su armario y escogió un precioso vestido largo de color blanco.
En breve, sintió el timbre y supo que era Carlos. Le dijo que iría muy temprano y así lo había hecho.
Eleanor salió de la habitación y fue hasta el salón. Pues sabía que allí se reuniría con ellos.
En pocos minutos, vio a Carlos junto a sus padres y supo que había algo más en su mirada.
Su padre, Carlos y ella pasaron al comedor mientras que la madre servía los desayunos.
―¿Qué ocurre amor? ―preguntó ella de pronto―. Siento que hay algo que va mal.
―Nada va mal. Solo que ya sé cómo hacer que Martinelli de señales de vida.
―¿Qué cosa según tu?
―Casándonos. Para ser más concretos, el próximo sábado.
―Es muy arriesgado.
―¡Y por qué no! Tienes el vestido, yo tengo el traje. Y mis hombres están deseando de darle caza a ese hijo de puta por matar a uno de nuestros más fieles compañeros.
―Aun así, lo veo muy arriesgado amor.
―No tienes que pensar que todo va a salir mal. Si lo que quiere es jugar, le daremos el juego que necesita.
Pero Eleanor seguía sin estar muy convencida de ello.
―Oye ―dijo Carlos cogiéndole la mano y enseñándole el anillo que le había regalado y que gracias a su Virgen no lo había perdido―, te prometí que estaría en lo bueno y en lo malo. Y tú seguridad para mí lo es todo. Y más cuando sé que mató a alguien que querías. Tú en mi lugar hubieras hecho lo mismo.
Eleanor probó de la taza de té un sorbo y no le respondió. Pues sabía que Carlos tenía razón.
Después, ella probó bocado y desayunaron en silencio. Ya que Eleanor no quería llevarle la contraria a Carlos.
Media hora más tarde, ella salió al jardín de su casa y comenzó a pensar en los planes que tenía Carlos para el próximo fin de semana. Eleanor no tenía muy claro casarse antes de que su prometido atrapase a su ex. Tan solo de pensar en ello, se le ponía la piel de gallina. Pero no fue en lo único que pensó.
Tras un largo silencio en el jardín a solas, ella se percató de reojo que allí estaba Carlos. Por lo que, Eleanor se giró y vio el buen porte que tenía su prometido. Fue cuando entendió por lo que se enamoró de él.
―Se que todo lo que he pensado es arriesgado, pero no tenía otra opción para llamar la atención de Martinelli.
―Solo me preocupa un poco. Espero que tus planes salgan bien Carlos. Y si sale mal, tendrás...
―Si todo sale mal, le perseguiré hasta el cansancio. Pero si todo sale bien, estaremos casados y siendo felices.
Él se acercó a Eleanor y junto a ella en breve, le cogió la mano y le puso algo que no se esperó en su muñeca.
―¿Qué es esto? ―le preguntó ella.
―Es algo que te compré para que estrenases el día de nuestra boda. Es una pulsera de oro con unas perlas blancas. Le copié la idea a mi cuñado Daniel cuando le compró una a mi hermana Patricia dos días antes de que Alonso y Tristán te secuestrasen.
Ella miró hacia la inscripción que había encima de la chapa de oro y ponía: Carlos y Eleanor. 19 de septiembre de 2020. Fue cuando Eleanor supo que era la fecha en la que comenzaron a tener una relación estable. Aunque se conocieron cuatro meses antes. De eso hará ya tres años.
―Es muy bonita ―le dijo ella―. Gracias por el detalle.
Carlos le besó y ella aceptó ese beso con tranquilidad. Eso le hizo recordar buenos tiempos.
Eleanor soltó los labios de su prometido y después, se dio la vuelta para contemplar el jardín. Donde él no tardó en abrazarla por su espalda.
―Tranquila. Todo ira bien.
Sin embargo, no obtuvo respuesta. La única respuesta que tenía en esos momentos Eleanor en su cabeza era otra. La cual tenía que responder antes de que llegase el próximo sábado.
―¿Cómo está tu hermana? ―le preguntó ella.
―Acostumbrándose a su nueva vida viviendo junto a Daniel en Madrid. Ya sabes cómo son las hermanas pequeñas.
―Patricia no es tan pequeña. Tiene veintisiete años.
―Lo sé. Pero para mí es mi hermanita pequeña.
―Carlos, tú y yo nos llevamos un año de diferencia. Tú tienes treinta y dos y pronto haré yo los treinta y uno. Es igual que si le dices a tu madre cuál es su hijo favorito. Y te dirá que sois ambos por igual. Ya que sois sus hijos. Sus niños pequeños.
―Cierto. Pero ya sabes que mi hermana Patricia será mi hermanita pequeña. Aquella que llegó en brazos de mis padres a casa y que ese mismo día cogí. Como también le cambie pañales.
―Esa es la suerte que has tenido. Yo soy hija única y no sé lo que es tener amor por un hermano o hermana. Incluso
―¡Eleanor! ―dijo Carlos interrumpiéndola y dándole la vuelta para que le mirase―. Cállate.
Después, él la besó intensamente mientras que ella acogía ese beso como si fuera el último.
Tras un rato más con su prometida, Carlos se marchó de la casa de Eleanor. La cual se quedó pensativa.
Fue cuando pasado un rato más, dio la orden a los hombres que la vigilaban cuando fue al centro comercial para prepararle una pequeña sorpresa para cuando llegase a su departamento de la oficina.

Tú. Mi PasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora