Capítulo Siete

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Ella comenzó a despertar a la mañana siguiente al pasársele el efecto del sedante.
Eleanor pensó en lo que había pasado y recordó que había visto la habitación sexual de Tristán. Como también que se puso nerviosa y que Tristán le inyectó algo en su cuello.
Ella comenzó a moverse, mientras que balbuceaba y recordaba los buenos momentos que había pasado con su prometido. Incluso pensar que podía estar durmiendo junto a Carlos y hacer el amor como cada día, le hacía sentirse nostálgica por eso. Y más ahora que Tristán le ha había quitado su identidad. Eleanor solo sentía por su ex, odio y resentimiento por lo que estaba haciendo con ella y su estado de salud. No podía sentir amor por él. Era algo que dejó de sentir cuando Tristán le dejó tras aprovecharse de su posición y su cuerpo. El dolor que ella sintió por ello le arrebató todo lo que tenía antes de conocerle. El amor de un chico adorable. Eso la hizo más fuerte y más segura de sí misma.
Eleanor sintió unos zapatos sobre el suelo y comenzó a forcejear un poco hasta que su cuerpo se cayó. Donde no tardó en darse cuenta tras intentar incorporarse que su cuerpo estaba un poco pesado.
La puerta de esta se abrió en segundos y sintió una fuerte corazonada. Tanto que se preguntó quién estaba entrando por la puerta. Hasta que recordó que el único que podía entrar era Tristán.
Cuando ella logró incorporarse y sintió el ruido de los grilletes en sus tobillos y en sus pies, se puso un poco nerviosa y comenzó a pensar en qué diablos había hecho para merecer todo aquello que su ex le estaba dando. Mas dolor del cual ya había tenido cuando en su momento decidió de echarla de su vida como si fuera un trapo viejo.
―Me gusta verte a cuatro tan solo para mí ―escuchó ella―. Me gustaría follarte ahora mismo. La tengo tan dura en estos momentos, sabes.
Eleanor forcejeó un poco.
Tristán fue hasta su cara y en segundos, le quitó la mordaza de la boca.
Ella comenzó a jadear y él fue hasta el cuarto de baño.
Eleanor buscó el aroma de Tristán. Sin embargo, no lo encontró hasta que él volvió a la habitación.
Tristán se puso ante ella y le puso un vaso de agua en la boca, mientras que decía:
―Bebe nena. Estarás sedienta.
Cuando el vaso rozó los labios de Eleanor, ella comenzó a beber desesperadamente.
Tristán dejó de darle agua pocos segundos después. Donde Eleanor descansó y respiró mientras que intentaba buscar nuevamente el aroma de su ex por la habitación. Sin embargo, fue el roce sobre su cabeza lo que le hizo saber que estaba detrás de ella.
―Tristán necesito ver. Quítame el antifaz ―suplicó ella.
―Ya sabes que no pienso hacer eso ―le respondió―. Te quiero tal y como estas. Así podre domarte.
―No soy un caballo al cual quieres domesticar.
―Pero así te tendré bajo control. Como también evitaré que te escapes.
―Por favor, suéltame. Ya tengo suficiente con que me hayas quitado la identidad.
―Y es con eso con lo que te mantendré a mi lado por un largo tiempo.
Tristán volvió a rozar el pelo de Eleanor y ella se movió un poco para evitar ese roce.
Él de la rabia, le quitó los grilletes de los tobillos a Eleanor y la levantó del suelo diciéndole:
―No vuelvas a esquivar mis roces.
―¡Estás loco! No puedes hacerme lo que estás haciendo. No quiero que
Eleanor se cayó, cuando sintió que Tristán pegó su espalda contra su torso y comenzó a pasar su mano por encima del picardías que llevaba puesto.
―No me toques ―forcejeó ella.
―No me hagas ponerte en el potro para castigarte ―le dijo él en un hilo de rabia―. Voy a poseerte porque me apetece y porque estoy cachondo. Muy cachondo nena.
Tristán llegó final a su sexo y comenzó a tocarlo suavemente.
―Suel... ah... ―ella echó su cuerpo hacia atrás cuando sintió la mano de él moviendo con un poco más de intensidad su clítoris.
―Así me gusta. Entrégate a mi como lo hacías antes.
Ella intentó separarse de él, pero este la agarró con más fuerza para evitar el único roce que le daba placer y satisfacción.
Eleanor pegó su trasero contra la pelvis de Tristán y notó la gran erección. Por lo que intentó alejarse un poco. Sin embargo, notaba como él quería llevarla a su terreno.
Él movió más su mano en el sexo de ella y Eleanor se desvaneció cuando notó en breve, como Tristán metía dos de sus dedos en su vagina cuando logró meter su mano por debajo de las bragas de encaje.
Ella comenzó a gemir y a desvanecerse poco a poco, mientras que él se reía entre dientes.
―¡Suel...tame... joder! ―exclamó ella con aquella rabia que tenía en su interior.
Tristán dejó de entrar y sacar sus dedos de su vagina. Donde el no dudo en sacar rápidamente su mano de las bragas de encaje de ella y poniéndola de rodillas. Pues él tenía planes para satisfacer su pasión.
En breve, él le puso nuevamente los grilletes en sus tobillos y en segundos; la puso tumbada y volvió a ponerle la mordaza.
―Así estarás mejor ―le dijo él con un hilo desesperado―. Calladita. Solo quiero escuchar tus gemidos.
Tristán quitó las bragas de encaje de Eleanor de su cuerpo y ella cerró sus piernas para evitar que le viese su sexo. Sin embargo, él abrió sus piernas y contempló lo que quería poseer.
Ella forcejeó para quitárselo de encima. Pero él no dudó en abrirle más las piernas.
En segundos, él se agachó hasta su sexo y en breve, comenzó a lamer su clítoris fuerte y despacio.
Eleanor comenzó a gemir, mientras que pensaba con la oscuridad en que es lo que podía hacer para quitárselo de encima y poder escapar de aquel infierno.
Ella notó más intenso lo que Tristán le estaba haciendo. Por lo que forcejeó un poco más rápido.
Él dejó de lamerle el clítoris y se incorporó un momento. Donde comenzó a quitarse la camisa de seda de color blanca que tenía puesta.
En segundos, se quitó el resto de ropa que le quedaba a él y volvió a arrodillase ante ella. Donde le volvió a abrir las piernas y contempló como ella forcejeaba mientras que no sabía por dónde iban a llegar sus roces.
Tras tocarse poco después, Tristán metió su polla en la vagina de Eleanor y esta gimió por ello.
Él comenzó a moverse poco a poco, mientras que bajaba las tirantas del picardías y destapaba sus pequeños pechos. Pues a Tristán le gustaba ver algo que siempre hacia cuando mantenía o mantuvo relaciones con otras chicas. Pero aquellos pechos eran los de la mujer que secuestró por gusto y placer.
Tristán chupó los pezones y ella gimió al sentir su lengua sobre ellos. Eleanor solo quería que parase.
Él finalmente le mordió los pezones y cuando los soltó, Tristán se percató que tenía los pechos erectos por sus roces.
Él se rio entre dientes y comenzó a embestirle nuevamente, mientras que le decía:
―Me gusta saber que te gustan mis roces. Y ahora sabes que no voy a parar.
Eleanor balbuceó maldiciéndole y después recibió una palmada en su muslo.
Ella se quedó exhausta por esa palmada y Tristán comenzó a moverse más rápido. Pues seguía más excitado que cuando tocó el clítoris de Eleanor.
Tras unas embestidas rápidas y fuertes durante cinco minutos; él comenzó a hacerlo más despacio. Donde Tristán notó el clímax de Eleanor. Pues sus fluidos lo decían todo.
Él se acercó al oído de ella cuando paró por unos momentos sus embestidas y le dijo:
―Me gusta saber que te sigo poniendo cachonda, nena. Pero aún no he terminado. Debes darme tu orgasmo y yo necesito correrme.
Tristán volvió a embestir rápidamente. Él notó como los fluidos de Eleanor salían de su vagina mientras que embestía. Eso le llenó de mucha satisfacción. Como también los gemidos que salían de la boca de la mujer a la cual estaba poseyendo.
Ella gimió más fuerte. Tanto que notó que estaba llegando a tu orgasmo. Y a su vez, un hilo de mucha vergüenza y desilusión por la vida. Por lo que continuó forcejeando y balbuceando para seguir evitando lo que su ex estaba haciendo con ella. Algo que le daba mucho asco. Algo de lo que siempre había estado en contra.
Finalmente, Eleanor llegó al orgasmo y no pudo sentir orgullo por ello. Pero Tristán sí que lo sintió.
Él salió del interior de ella y la giró.
Tristán puso el trasero de Eleanor en pompa y en breve, metió su polla en el ano.
Ella gimió por el dolor y en segundos, notó las pequeñas embestidas de Tristán.
Eleanor gimió más fuerte por el dolor que sentía que por la vergüenza. Algo que le hizo llorar debajo de ese antifaz.
Tristán continuó embistiendo. Pues había notado su clímax y como se iba desvaneciendo con cada una de ellas. Esa mujer que estaba poseyendo, le volvía loco desde que la conoció. Sin embargo, fueron sus malas decisiones lo que hizo que la perdiese. Y no tan solo bloquearla en su vida. Si no, fingir su muerte.
Él notó el clímax en pocos segundos y se movió más despacio para poder sentir como llegaba a correrse.
Eleanor soltó un gemido que le dejó sin aliento. Eso hizo que Tristán se moviese más rápido para llegar a correrse.
Ella se echó hacia abajo un poco, pero él la subió rápidamente para evitar que se le cortase el clímax.
Eleanor continuó gimiendo y Tristán no pudo evitar darle unas palmadas en su trasero. Eso le puso más cachondo y penetró con más fuerza sin soltarla.
Él soltó finalmente un gemido poco después y terminó por correrse. Ella lo supo, cuando se desvaneció encima de ella.
Eleanor escuchó como Tristán jadeaba en su oído y él escuchó como ella sollozaba. Sabía que había conseguido nuevamente intimidarla. Tanto como días después de secuestrarla. Donde no tuvo más remedio que defenderla de un Alonso borracho y donde casi la posee sin su consentimiento. Algo que estaba haciendo ahora y todo era por orgullo.
Él salió del interior de Eleanor y este le subió las bragas de encaje. Esas mismas que él le bajó para penetrarla.
―Me ha gustado mucho estar nuevamente dentro de ti ―le dijo satisfecho mientras que se ponía la camisa de seda y los pantalones que se quitó para ese momento―. Pero no será la única vez que lo haga.
Hizo una pequeña pausa. Donde respiró profundamente y después soltó el aire que le quedaba.
―Volveré más tarde para darte algo de comer. Tengo que resolver unos asuntos fuera de la fortaleza.
Ella forcejeó para quitarse los grilletes para escapar, pero le fue imposible. Por lo que se rindió y comenzó a pensar mientras que dejaba caer sus lágrimas sobre aquel antifaz.
Tristán se marchó de aquel sótano y cerró la puerta con llave.
Él no tardó en dar una orden para que nadie abriese aquella puerta hasta que él llegase de resolver unos asuntos.
En breve, él se marchó de su morada y dejó sus pensamientos más íntimos en ese lugar. Pues sabía que cuando llegase nuevamente; volvería a poseerla.

Tú. Mi PasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora