Capítulo Ocho

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Él se despertó por la mañana y se percató que había demasiada luz por la ventana. Algo que le molestaba cuando había venido o mantenido relaciones a altas horas de la noche.
Sin embargo, cuando se giró; vio a Katrina a su lado. Fue cuando recordó que había tenido una noche muy movida. Imaginando que era Eleanor quien le cumplía sus fantasías más íntimas.
Ella comenzó a despertarse y en breve, se percató que su amante favorito estaba demasiado pensativo mirando al techo.
Katrina le acarició la cara mientras que contemplaba la angustia que tenía Tristán.
―Maldita mujer que te tiene así ―dijo ella de pronto con ese acento ucraniano-español―. No deberías de estar así.
―Cállate Katrina. Necesito pensar.
―Querido, si no te deshaces de ella jamás vas a tener la conciencia tranquila.
―Es que no quiero deshacerme de Eleanor. Quiero hacerle sufrir como yo sufrí todo ese año y medio en la cárcel. Si no le mato es por eso.
―Aun sigo sin entender por qué te llevó a la cárcel hace tanto tiempo.
―Por qué le maltraté tanto en esos meses que ella no pudo aguantar más. Incluso pensé que con Alonso le podría dominar, pero me tuve que quitar a ese tipo de encima para hacerlo. Él se volvió loco y no podía dejar que tocase a esa mujer que tengo atada. Le hubiera cortado las manos si lo hubiera visto necesario.
―¿La sigues amando a pesar de lo que te hizo? ―dijo ella curiosa y mirando a Tristán como si fuera un ser extraño en su cama.
―No. Ya no. Le odio como te he dicho.
Tristán hizo una breve pausa.
―La odio por haber amado a su anterior novio e imaginarse que era él quien estaba con ella en la cama follando. Incluso después de matarle, su recuerdo seguía vivo.
―¿Cómo se llamaba ese tipo?
―Alejandro Quiroga ―le respondió―. Me enteré que seguía amándole y tuve que matarle. Cuando lo supo lo que hice, fue cuando me detuvieron y me odió más por ello. Sin embargo, aún me queda mucho más que hacerle.
Él hizo otra pequeña pausa.
―¡Pensé que tú eras su cuarta relación!
―Y así es. Alejandro solo estuvo un tiempo con ella. Él la bloqueó por algún motivo y continuaron sus caminos por separado. Pero él amor que ambos sentían estaba ahí. Haciendo de sombra y no me dejaba manipularla como quería.
―¿Y por qué mataste al tipo?
―Por qué iban a tener un pequeño encuentro. Tenían una conversación pendiente y no iba a permitir que me dejara a mí por una persona como él. Por eso, le corté los frenos de su coche y que todo pareciese un accidente. Ella tardó varios meses en enterarse de su muerte. Solo pensó que la había dejado plantada aquel día.
―¿Y por qué se lo confesaste a ella?
―Para que sintiera el mismo dolor que yo sentí al ver a mis padres derrumbándose ante la detención y el juicio que tuvimos después. Hasta que encontró a ese hombre en su vida tras guardarle un gran luto por muchos meses. Solo supe de ella, que había decidido de encontrar la paz viajando.
―¿Y...?
―Katrina, deja de hacerme preguntas de mi vida privada. Solo te pago para complacer mis deseos.
Ella asintió. Sin embargo, Tristán continuó pensativo y mirando hacia el techo. Como si quisiera solucionar sus cosas de una vez. Algo que no podía. Ya que sabía que tenía secuestrada a Eleanor y tenía que cargar con las consecuencias, ahora que le había quitado su identidad.
―Puedo hacer algo para que no te lamentes ―volvió a decir.
Él le miró a los ojos y supo su respuesta.
―Que sea rápido Katrina. Tengo cosas que hacer ―dijo finalmente él.
Katrina se subió encima de Tristán y comenzó a besar muy despacio su cuerpo. Hasta que llegó a su miembro. El cual comenzó a excitar.
Ella le chupó la polla muy despacio y él comenzó a relajarse mientras que notaba la lengua en su capullo. Algo que le hizo llevar la mano hasta la cabeza de Katrina y comenzó a moverla más rápido.
Cuando él logró llegar a un pequeño clímax, quitó de encima suya a ella y la puso a cuatro patas. Donde le penetró en el ano hasta llegar a correrse.
Sin embargo, pensó en todo lo que le contó a ella. Era algo que tenía muy presente al igual que la muerte de Alonso.

Ella continuaba durmiendo, mientras que su cabeza no paraba de pensar en cómo quitarse esos grilletes y escaparse del lado de su ex. Uno que le tuvo miedo hasta acabar con el juicio que lo condenó por malos tratos y finalmente por asesinato a las dos semanas.
Eleanor recordó por primera vez en mucho tiempo los buenos momentos que había pasado junto a Alejandro. Era la primera vez que lo hacía tras estar un largo tiempo con Carlos y que este le pidiese matrimonio.
Ella recordó su olor, su sonrisa, su ímpetu y su carisma para decirle las cosas. Eleanor se enamoró de Alejandro mucho más rápido que él lo hizo. Y las incógnitas de su muerte y sus preguntas sin resolver, continuaban ahí. Y para ella, muy a su pesar de todo lo que había pasado, no las encontraba. Solo había silencio en esas preguntas que no tenían respuesta alguna. El único que tenía esas respuestas, era Alejandro. Que por desgracia no supo nada de él hasta que hablaron para reconciliarse y este la dejó plantada. De lo cual supo el motivo meses después.
Sin embargo, también recordó que ella fue un poco injusta con él y por eso le bloqueó. Le daba gracias a Dios, a él y a su psicólogo privado por hacer que se quisiera más a sí misma. Fue cuando tras su recuperación y a base de continuar con su terapeuta, cuando conoció a Carlos y todo fue fluyendo mejor que en las anteriores relaciones sentimentales que tuvo. Pero también fue su corazón lleno de luto lo que le hizo tirar hacia adelante y ser mejor persona.
¡A que esperas! ―escuchó ella.
La voz le era familiar y buscó muy en el fondo de su subconciencia.
Quítate los putos grilletes y escapa. ¿Qué has aprendido en este tiempo en el cual yo no estoy?
―¿Quién eres? ¡Muéstrate demonio!
Pero cuando este se mostró, se quedó pálida y sin saber que hacer.
Pensé que después de todo, habías logrado encontrar el instinto de supervivencia ―le dijo.
―Alejandro, no soy una guerra. Soy humana. Y una que ahora no tiene identidad. Me abandonaste después de advertirme.
Matías no te enseñó nada por lo que veo. No se trata de advertirte. Seas una guerrera o no, tienes que salir sola de aquí y escapar para salvar tu vida. ¿Acaso ya no recuerdas nada de lo que me prometiste cuando encontraste tu paz interior?
Él se puso ante ella y le abrazó, mientras que ella podía sentir la paz que Alejandro tenía.
Échale mucho valor y quítate los grilletes como puedas. Hazlo por el amor que te he tenido ahí en la tierra.
―¡Ya no me lo tienes ahí arriba!
Sin embargo, no hubo respuesta por su parte.
Alejandro desapareció de su subconsciente y ella comenzó a forcejear para quitarse los grilletes que le hacían prisionera.
Tras varios minutos intentando de soltarse de los grilletes, lo hizo. Sin embargo, solo se hizo un poco de daño.
Cuando ella recuperó las fuerzas para continuar, se quitó la mordaza y el antifaz de los ojos. Fue por unos momentos cuando se quedó sin ver.
Al recuperar la vista, se percató que sus amarres eran solamente de cuero. Por lo que quitó como pudo los otros grilletes de sus tobillos y se levantó como pudo.
Caminó despacio, mientras que rezaba a su Virgen de Altagracia que no hubiera nadie para escapar de allí. Ya que ella había sido muy devota de ella desde que Carlos apareció en su vida.
Eleanor llegó a la puerta y vio que estaba abierta. Pero que el ruido estaba fuera, por lo que se ocultó por unos momentos. Pues tenía que pensar en cómo salir sin ser vista.
En pocos minutos, ella se percató que no había ningún ruido fuera del pasillo. Por lo que, respiró profundamente y decidió salir.
Sin embargo, se topó con un hombre demasiado alto. Que la agarró enseguida y ella comenzó a forcejear.
Caleb ―que era el hombre de confianza de Tristán―, la arrastró hacia más adelante del pasillo.
Cuando ambos llegaron ante la puerta, Caleb llamó y después la abrió. Entrando con Eleanor dentro.
Ella se percató que Tristán estaba tumbado encima de la cama. Y encima de él, una mujer. Que se quitaba de encima en pocos segundos cuando los vieron.
―Señor, no sé cómo ha escapado. Iba saliendo del sótano ―le dijo.
―Katrina, vístete en otra habitación y alguien te acompañe hasta la puerta ―dijo él―. Yo tengo que arreglar esto.
Eleanor miró a los ojos a Tristán y vio que su furia era la misma que la del mismísimo Lucifer en persona.
Katrina caminó para salir de la habitación y la miró a ella con indiferencia. Por lo que, continuó caminando.
―Caleb, coge del cajón unas cuerdas y átale las manos. Después siéntala.
―Si señor.
Caleb obedeció y fue con ella al cajón. Sin embargo, ella pataleó para que no hiciera nada.
El hombre de confianza de Tristán, sacó las cuerdas del cajón y después la ató como pudo. Y cuando la sentó, no dudó en atarle los tobillos nuevamente sin recibir ninguna orden.
―Déjanos ―dijo este mientras que se echaba el pelo hacia atrás y ponía un poco las sábanas encima de él.
Caleb salió de la habitación y ambos se miraron mutuamente. Donde Eleanor bajó enseguida la mirada.
―¿Qué es lo que tengo que hacer contigo para que te quedes quieta Eleanor? ―preguntó él.
Pero ella no le dio respuesta. Estaba muerta del miedo. Mas que cuando se le acabó la orden de alejamiento y este consiguió su propósito de nuevo. Tenerla bajo su completo control y hacer de ella lo que quisiera.
―No le muestres tu temor ―escuchó ella en su interior―. Eres más que una guerrera. Mírale a los ojos.
Ella miró nuevamente a Tristán y vio que este comenzaba a levantarse de la cama. Y fue cuando le vio completamente desnudo.
Él fue así ante ella y Eleanor giró un poco la cara. Pues no quería ver algo que ya le daba asco.
Entonces, ella sintió en su interior algo que le dijo que mantuviese la calma. Paz y cordura.
Tristán llegó ante ella e hizo que ella le mirase nuevamente a los ojos.
―Respóndeme Eleanor. Que es lo que tengo que hacer para que no intentes escapar.
Pero ella giró la cara nuevamente. Sin embargo, Tristán volvió a cogerle la cara. Apretándosela muy fuerte y haciendo que la mirase de nuevo.
Ella le escupió y este soltándole, le pegó una bofetada. Algo que la dejó sin palabras.
―Creo que sé lo que tengo que hacer para que no vuelvas a escapar.
Él respiró profundamente.
―Te gustará estar encerrada en un ataúd durante unas horas. Y bajo tierra.
―¡Estás loco! ―exclamó ella forcejeando―. Para ya con tu maldita venganza.
―No pienso hacerlo. Y para contenerte, voy a enterrarte viva por unas horas.
Ella le miró con temor. Pues no quería que la enterrase viva. Ya que le tenía mucha fobia a quedarse sin respiración. Algo que le contó cuando eran pareja.
―¡No lo hagas por favor!
―No me puedes obligar.
―Haré lo que quieras. Te lo prometo ―suplicó ella.
―Si eso es así, termina con lo que Katrina ha empezado ―señaló su miembro con la mirada―. Así te creeré.
―No pienso acabar con algo que una tía ha empezado. Sabrá Dios cuanto tiempo has estado tirándotela.
―En ese caso, no me quedará más remedio que enterrarte por un tiempo. Así aprenderás que conmigo no se jamás juega. ¡CALEB! ―gritó él.
―¡No por favor!
―Cállate o te amordazaré.
―Ha llamado señor.
―Sí ―respondió―. Prepara el ataúd que tenemos para castigar a gente traidora. Eleanor va a pasar un rato ahí metida.
―¡Señor es un.. !
―¡Caleb! Hazte caso.
Entonces, él miró la furia de Tristán y obedeció. Después, este se marchó.
―Mientras que piensas ahí abajo, yo pensaré en como retenerte.
―Sigues estando mal de la cabeza.
Caleb entró en pocos minutos y entraba junto a otros hombres de confianza con un ataúd lo suficientemente espacioso.
Lo pusieron en el suelo y Tristán dio la orden. Donde Caleb y algunos hombres fueron a cogerla. Pero esta se resistió.
Cuando lograron meterla en el ataúd, cerraron la caja y la volvieron a coger.
Llegaron al jardín de atrás y comenzaron a cavar, mientras que ella comenzaba a intentar salir de ella.
Tras tener el hoyo cavado, entraron el ataúd.
Tristán miraba desde arriba como lo hacían y como esta gritaba para pedir ayuda. Y sus gritos eran paz para sus oídos.
Después, se entró dentro mientras que buscaba la forma de tenerla quieta para que no escapase. Sin embargo, dio una orden a Calen de que no se le molestase durante un rato. Y en breve, se tumbó y se quedó dormido.
Pero Caleb estaba en contra de lo que Tristán estaba haciéndole a ella. Pues era un riesgo que no quería correr. Mas aun cuando este no le había dado la orden de sacarla antes de que se quedara sin respiración.
Eleanor comenzó a forcejear para salir de allí. Pero cuando comenzó a escuchar el ruido de la tierra caer sobre el ataúd todo se volvió más negro. Donde comenzó a rezarle a la Virgen de Altagracia para que no le pasara nada. Incluso le pidió a Alejandro que la ayudase. Sin embargo, solo obtuvo el silencio.
Ella estuvo forcejeando tanto, que notaba que le faltaba el aire. Por lo que dejó de forcejear y respiró para poder conseguir un poco de aire.
¡Te rindes! ―escuchó ella a su lado―. No puedes dejar de luchar por tu vida ahora.
―Alejandro, no tengo más ganas de luchar.
Mentirosa. No quieres dejar de luchar. Solo que Tristán te tiene dominada con tu mayor temor y no quieres hacerlo.
Sin embargo, no le dio respuesta alguna. Solo mantuvo el silencio para no perder el aire que le quedase. Pues tenía la intuición que iba a estar mucho tiempo ahí metida.

Tú. Mi PasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora