Capítulo Trece

36 4 0
                                    

El efecto de la droga duró bien entrada la media mañana del día siguiente. Y de lo exhausta que estaba, Eleanor ni siquiera llegó a dormir en toda la noche. Las pocas veces que cerraba los ojos, tenía en sus pesadillas el castigo que Tristán le había dado. Donde la electricidad pasaba por su cuerpo como algo que le desgarraba la piel.
Eleanor seguía sin creer que su esposo estaba roncando a pesar de que casi eran las 13:16 pm. Pero de lo cansada que estaba, ni siquiera intentó levantarse para salir corriendo del sótano y de la finca para pedir ayuda. Solo se mantuvo callada y sollozando en silencio, mientras que su esposo continuaba con esos ronquidos espantosos.
Tras un largo rato más de silencio, Eleanor sintió moverse a Tristán. Por lo que usó sus brazos para abrazarse y no pensar.
Él se despertó finalmente y se abrazó a ella. Pero enseguida, Eleanor se echó un poco hacia adelante para que no le tocase.
―No puedes prohibirme que te toque ―le susurró él al oído en breve―. No querrás que vuelva a pasarte lo mismo que anoche, ¡verdad!
―Ya me da igual todo ―respondió ella en un sollozo―. Como si quieres volver a usarme.
Entonces, Tristán sintió un vuelco extraño en el pecho. Algo que le hacía sentir como una basura. Sin embargo, mantuvo su orgullo.
―Creo que necesitarás más obediencia de lo que pensé ―le dijo él―. Voy a tener que tirar de arnés, cruz de San Andrés y todas esas cosas que he visto.
Sin embargo, no obtuvo una respuesta de ella que le convenciera que no quería nada de eso. Solo obtuvo su silencio y sus sollozos.
Mientras que miraba a Tristán a través de un pequeño espejo que había frente a ella y la cama donde había dormido con él; rezó para que aquel infierno acabase pronto. Pero también rezó para que Alejandro se apareciese ante ella en sus sueños y calmase los malos pensamientos que se le estaban pasando en esos instantes por la cabeza. Sin embargo, a su vez se dijo que tenía que seguir con vida para demostrar que estaba viva y meter nuevamente en la cárcel a Tristán.
Él se levantó de la cama y fue hasta la cara de Eleanor.
Cuando se puso ante ella, vio que tenía la mirada más perdida que cuando le vendó los ojos para ser su guía.
Tristán volvió a levantarse y fue hasta el cajón.
De ahí cogió unas esposas y en breve, volvió a ella cerrando el cajón a su paso.
―Cuando venga de atender unos asuntos con un socio, haré algo de comer y estaremos hablando de todo lo que ha pasado.
Él le puso una de las esposas en la muñeca. Poniéndola en breve en una argolla de la nueva cama que puso Tristán en el sótano para cuando mantenía relaciones sexuales de la forma que le gustaba. Al menos cuando las tenía con Eleanor. Todo lo hacía para que ella no escapase durante su ausencia. Aunque en el sótano también se haya acostado con su amante desde que se escapó de la cárcel. Con Katrina. La cual desechó de su vida, el día en que decidió que Eleanor fuera su esposa para que no tuviera opción de escapar de sus manos.
―Yo no tengo nada de lo que hablar ―dijo ella, mientras que observaba como le hacia su prisionera nuevamente―. Ya me has hecho más daño del que pensé. No pensé que me ibas a drogar para llegar a tus orgasmos y tener los míos forzadamente ―hizo una pequeña pausa. En la cual soltó un breve sollozo―. Eres un monstruo.
Lo único que le hacía falta, es que Tristán le compartiese con otro hombre. Algo que hacían otros narcos de otros países con sus mujeres.
―Te daría unos azotes ahora mismo Eleanor.
―Ya me da igual Tristán. Acabo de decírtelo.
―Si no fuera por este asunto, te volvería a enterrar para que tuvieras otro escarmiento.
―Tristán, déjame por favor. Al menos déjame marchar. No ves que tu solo eres mi pasado. Un pasado que quiero dejar atrás.
―Tú eres mi presente y ahora mi esposa. No pienso hacer que te vayas con los brazos cruzados como si no hubiera pasado nada.
―¡No te das cuenta de lo que dices! Me maltrataste y antes de eso mataste a Alejandro. No te das cuenta del daño que has hecho y que estás haciendo.
Hicieron una breve pausa. Donde Tristán se levantó en segundos sin dudarlo.
―Tú deberías de estar lejos de mí. Tú. Mi pasado que me ha atormentado desde que nos separamos y me quitaste a lo que más amaba. No sabes cuánto te odio Tristán ―dijo ella nuevamente.
Entonces, él caminó para marcharse. Y mientras que lo hacía, sentía en su pecho algo extraño. Algo que no sabía cómo llamarlo.
Eleanor en cambio, hundió su cara en la almohada y comenzó a llorar mientras que recordaba la noche que había pasado junto a lo que eran los malos tratos junto a la persona que le tenía secuestrada.
Mientras que Tristán cogía su coche, comenzó a pensar en una manera de llevarla lo más lejos posible de su familia. Hacerlo sin que nadie supiera que estaba viva. Sin embargo, también pensó en que tenía que haber alguna otra manera para que ella permaneciese a su lado. Algo que le hiciera olvidar toda la vida que tenía en esos momentos. Incluso a Alejandro y a Carlos. Que parecía ser un fantasma entre los dos.

Tú. Mi PasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora