Capítulo Seis

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Ella comenzó a ver la oscuridad a través de sus ojos. Recordó en más de una ocasión su nueva huida y lo que Tristán le inyectó en su cuello para dormirla. Eso se convirtió en una paranoilla que enseguida supo que todo era producto de ese fármaco.
De pronto, ella se percató estaba junto al Coliseo de Roma y se extrañó de ello. Fue cuando se dijo, que todo aquello que había vivido, solo había sido una pesadilla.
Eleanor sintió el calor sobre su mano en pocos segundos y cuando miró a su lado derecho, observó que era Carlos. Su prometido.
Ella sonrió. Supo que todo lo que había vivido al lado de Tristán solo había sido una pesadilla y ahora se estaba despertando de ella.
―Te acuerdas cuando te pedí que fueras mi esposa en este lugar ―le dijo Carlos mientras que se miraban a los ojos y observaban juntos el Coliseo de Roma.
Fue cuando pensó que aún no se habían casado. Sin embargo, le daba igual. Pues estaba fuera de esa pesadilla que había tenido con Tristán.
Después, asintió con un poco de rubor en sus mejillas. Sin embargo, no sabía de qué estaba hablando.
―Nuestro próximo destino será Laponia.
―¡Piensas llevarme a ver la nieve! ―exclamó ella.
―Así es ―le respondió y después le dio un beso en esos labios carnosos.
Cuando dejó de besarla, Carlos arrastró un poco a Eleanor hacia adentro. Hacía un poco de frío y él no quería que ella cogiera un resfriado. Carlos estaba cumpliendo aquella parte que dijo el sacerdote en la que prometió en la salud y en la enfermedad. Él era un hombre de palabra. Y aparte de eso, él se había excitado con el beso que le dio.
Ambos entraron en un pequeño ascensor que les había dado la vista del coliseo.
Carlos le dio al botón de bajar y ambos se miraron a los ojos, mientras que el aparato bajaba.
Ella fue acercarse a él, cuando el ascensor dio un problema y sintieron que el ascensor bajaba rápidamente.
Eleanor miró hacia Carlos y vio que él no estaba junto a ella. Por lo que comenzó a pensar que ese era su final.
En segundos, ella le dio de nuevo al botón y el ascensor fue más rápido aún. Aun ascensor que no tenía fin.
Ella despertó de pronto y se percató que había sido otro sueño de muchos que había tenido.
Eleanor se movió un poco y se puso boca arriba. Fue en ese instante, cuando se hizo daño en sus manos y se percató que tenía algo suave sobre sus muñecas.
Ella se levantó a penumbra como pudo y rozó sus manos con sus tobillos. Los cuales también notó esa textura suave. Pero a su vez escuchó el ruido de unas cadenas.
Se movió un poco y se cayó al suelo. Comenzando a ponerse un poco nerviosa. Sin embargo, se percató por el olor que tenía un antifaz y por lo que notaba ella en su boca; también tenía una mordaza de cuero. Una mordaza que le estaba apretando y ahogando como su fuera su propio pasado.
Se puso más nerviosa de lo que ya estaba y comenzó a buscar algo de luz para poder ver que es lo que estaba pasando. Pues pensó que había estado en un sueño que pasó a ser una pesadilla en la vida real.
―Me parece interesante como un ratón como tú busca la luz del sol. Tengo entendido que los ratones y las ratas, se esconden en las alcantarillas y solo salen para buscar algo de comida con la cual alimentarse cuando es de noche o cuando no hay un gato con el cual asustarse ―escuchó ella. Sin embargo, ella no podía ver con sus ojos―: No busques algo que yo mismo te he quitado. Quédate tranquila. He puesto en esos grilletes unas fundas de pelos para que no te hagan daño.
Ella balbuceó y forcejeó al mismo tiempo. Fue cuando comprendió que Tristán le había quitado la luz en sus ojos, el poder hablar y sobre todo la capacidad de moverse libremente.
Él se levantó de aquel sillón de terciopelo y caminó hacia a Eleanor. La cual lo estaba buscando con el olfato.
Mientras que Tristán la miraba, notó una pequeña hinchazón en su entrepierna. Al parecer se había excitado al ver como ella forcejeaba y a la vez pedía ayuda. Pero también por la sujeción de sus ataduras. Le había puesto un arnés sobre el picardías y unas tiras de cuero sobre sus muñecas y sus tobillos. Los cuales les unía con unas cadenas difíciles de quitar.
Él llegó ante ella y le cogió por la cabeza. Donde la acarició despacio y le hizo en su pelo, una cola de caballo. Fue cuando él pensó que había hecho bien atar la mordaza por debajo de su pelo. Así no le sería difícil de hacer cualquier cosa con ella. Sin embargo, no podía decir lo mismo con el antifaz. Es lo único que él tenía a mano y sabía que debía de comprar uno más adecuado para tapar bien los ojos de Eleanor.
Cuando Tristán la tuvo hecha, enredó la cola y después estiró de ella. Llevando la cara de Eleanor hacia atrás.
―No sabes cuánto he ansiado que despertases de tu sueño nena. Al menos de ese sueño que estabas teniendo. Tú sonrisa era muy bonita sabes.
A penumbra, ella sintió el miedo recorrer por su espalda. Y con ello, llevó al pánico. Pero mantuvo la calma. Como si aquello se tratase realmente de la pesadilla. Una pesadilla de la cual sabía que le sería un poco imposible de escapar. Pues sabía que Tristán no le dejaría irse de su lado. Y si la dejaba marchar, seria en una bolsa para cadáveres.
―No pienso poseerte, pero si quiero verte humillada y arrodillada ante mí.
Ella balbuceó y Tristán soltó la cola que había hecho.
―Como te dije, voy a ser tu luz en la oscuridad y los pies con los cuales vas a caminar. Dejarte hablar será algo que también decida por mí mismo.
Tristán se puso ante ella tras soltarle el cabello y se percató que las ataduras que había puesto sobre el cuerpo de Eleanor le estaban poniendo muy cachondo. Algo que sabía que podía remediar en cualquier momento. En cambio, sabía que, si le hacía daño a ella, se estaría haciendo daño a sí mismo. Y aunque Tristán ya no le amaba, sabía que ella fue una parte buena suya.
Él se acercó a los labios de Eleanor y le besó por encima de la mordaza. Y mientras que ella intentaba de escapar de ese beso apartando su cara, Tristán puso su mano derecha sobre su cabeza y con la mano izquierda, fue a su nuca y fue desabrochando la mordaza.
Tristán dejó de besarla y en segundos, le quitó a Eleanor la mordaza de su boca.
Ella movió la cabeza hacia los lados para quitarse la mano de él de su cabeza y esté le volvió a coger por la cola de caballo que le había hecho con mucha fuerza. Donde apretó muy fuerte y acercó la cara de Eleanor con la suya.
―No vuelvas a rechazar algo que es mío ―le dijo él―. Si vuelves a hacerlo, te prometo que no tendré piedad.
―Que te jodan Tristán ―le respondió ella.
―No me tientes Eleanor.
―¡O si no qué! ―exclamó ella furiosa.
Tristán bajó su mano derecha por sus caderas y después le dio dos azotes en el trasero a Eleanor.
―¡Joder! ―exclamó.
―Eso es lo que te pasará si me tientas ―respondió él―. Y la próxima vez te follaré tan duro, que no podrás sentarte en un largo tiempo. Eso si te sientas.
―Ojalá que todo lo que me estás haciendo se te devuelva ―le dijo ella a penumbra―. Y no por el doble, si no, por el triple.
Tristán agarró con más su cabeza por la rabia y le dijo:
―A mí no se me va a devolver nada. ¡Sabes por qué! Porque estoy muerto ante el mundo Eleanor.
―Yo haré que resucites.
Eso cabreó más a Tristán. Por lo que le soltó una bofetada que la cayó al suelo.
Tristán se agachó ante ella y observó que ella no derramaba lágrima alguna. Se preguntó si era verdad que se había enamorado de nuevo y que le había olvidado. Por eso estaba tan fría con él.
Sin embargo, lo que él no sabía es que Eleanor había sufrido mucho por él y que había hecho muchas cosas para tenerlo en sus brazos sin que él lo supiera. Como también que tuvo que hacer un viaje espiritual para poder olvidarse de él. Fue en la India donde aprendió que era mejor dejar sus pensamientos en Tristán hacia atrás y continuar con su vida.
―No entiendo por qué has regresado al cabo de estos cuatro años ―le dijo ella―. Deberías de haberte quedado bajo tierra.
―He vuelto a por ti. Ya tengo tu presencia. Ahora solo hace falta tu cuerpo. Que te entregues a mi como lo hacías antes.
―Sigue soñando.
―No estoy soñando. Te tengo aquí no lo ves. Y puedo hacer que te entregues a mi cuando me plazca. Incluso ser dueño de tus orgasmos y de tu aliento. Recuerdas como era eso nena. Eras jodidamente una Diosa en la cama cuando te entregabas a mí.
Sin embargo, hubo un silencio en ella que le hizo forcejear un poco para moverse.
―No voy a tocarte si no es necesario. Pero no me tientes Eleanor. Ya sabes de lo que soy capaz.
―Y no pienso permitírtelo ―dijo ella.
Tristán le levantó la mirada y le volvió a decir:
―Eso si me lo impides.
Después él se levantó y ella comenzó a forcejear.
Tristán terminó por marcharse de su lugar favorito ―una habitación sexual― y dejó a solas a Eleanor.
En cambio, ella dejó de forcejear y pidió ayuda. Pero solo se escuchaba el eco de sus gritos. Por lo que se rindió y dejó su cuerpo rendido en el frío suelo.
Tristán se sentó en un sillón de cuero y comenzó a pensar, mientras que le daba una orden a Caleb para que le llevase una copa de licor para tomarlo con tranquilidad, mientras que pensaba en qué hacer con la pequeña erección que tenía entre sus piernas. Algo que tenía que aliviar o se marcharía a la oficina sin haberlo hecho.
Por lo que se quedó a solas y comenzó a tocarse hasta que consiguió un brutal orgasmo.

Él regresó un poco más tarde a su lugar favorito y se percató que Eleanor estaba dormida sin moverse. Por lo que se acercó a ella y en segundos, la despertó con caricias. Unas caricias que debió de haberle dado, cuando eran pareja. Algo que ya no podía remediar.
Ella se removió mientras que volvía a ver oscuridad, mientras que Tristán iba a buscar una botella que tenía con agua para dársela de tomar. Pues que estuviera atada y sin movilidad, no iba a permitirle que se muriese de sed o de hambre.
Él regresó ante ella y mientras que este destapaba la botella de agua, Eleanor le preguntó:
―¿Qué hora es?
Por lo que Tristán miró su reloj de muñeca y le respondió en segundos:
―Son casi las ocho de la tarde.
―¿Tanto he dormido?
―Puede que sí. Yo me marché de la casa un poco más tarde.
―Tristán, quítame el antifaz de los ojos. Se que no puedo moverme sin luz en ellos. Solo necesito ver donde estoy.
―Y ya te he dicho que no. Que seré tu luz y tus ojos durante un largo tiempo.
―No puedes hacerme esto. Necesito mi vista Tristán. Quiero ver donde estoy.
―Pues te asustarás saber dónde estás.
―Quiero verlo entonces.
―¡Estás segura!
Ella asintió.
Entonces, él fue hasta detrás de sus ojos y le quitó el antifaz por unos segundos.
Eleanor se quedó un poco ciega al tener un poco de luz en los ojos y se ocultó un poco en el suelo.
Cuando ella miró en pocos segundos hacia arriba tras recuperar la vista, se puso nerviosa y comenzó a forcejear.
Eleanor vio ante sus ojos, una mazmorra sexual. Forcejeó aún más cuando vio la cruz de San Andrés y el resto de artilugios para dominar a una persona.
Tristán tapó nuevamente los ojos de Eleanor y después le puso la mordaza para que no chillase más fuerte. Aunque él sabía que estaban lejos de la ciudad para que nadie los escuchase nadie, tenía que impedir que ella gritase para que no le diese algo en su corazón.
Ella balbuceaba para soltarse y marcharse de donde él la tenía para evitar que la dominase. Pero lo que ella no lograba entender como se había pasado a ese lado más oscuro. Nunca antes le había gustado y ahora quería esa vida sexual para su vida.
―Era por esto por lo que no quería quitarte el antifaz. No quería que vieras este lugar y te pusieras de los nervios, sabiendo como es tu estado de salud.
Pero ella siguió balbuceando y él no tuvo más remedio que hacer lo que no tenía claro hacer hasta que la vio más agitada. Aunque él sabía que el estado de nervios de Eleanor era peor para su salud; también sabía que podía afectarle a su corazón. Pues ella estaba esperando un trasplante de órgano.
Tristán se agachó ante ella y le puso un sedante en su cuello para calmarla. Donde está comenzó a forcejear aún más. Hasta que el sedante le comenzó a hacer efecto.
―Te quedarás tranquila durante unas horas. No puedes agitar a tu corazón débil.
Ella continuó forcejeando, pero más despacio y se quedó dormida en pocos segundos.
―Lo siento Eleanor. Tengo que quedarte con vida mientras que estés a mi lado. No puedo permitir que te pase nada y me llegue a mi después esos remordimientos que sentí cuando te bloquee hace mucho tiempo.
Ella se quedó por fin dormida y Tristán se levantó de su lado.
Él se marchó de su lugar favorito. Haciéndolo con un pesar de haberle enseñado su mazmorra sexual. Pues no quería provocarle un estado de nervios que pudiera afectarle a su corazón. Un corazón débil, que estaba así por culpa de todo lo que él le hizo en su día cuando le bloqueó y no tuvo más contacto con ella. Incluso ese mismo corazón que sufrió por él, cuando se enteró de su muerte.
Tristán llegó a su habitación privada y ahí se estuvo dando una ducha de agua tibia mientras que pensaba en lo que iba a hacer con ella en las próximas semanas. Pero tenía claro que no la iba a dejar escapar y contarle al mundo que él estaba vivo.
Cuando salió de la ducha, se puso algo cómodo para poder dormir sin comer algo antes.
Después, se tumbó encima de la cama exhausto y respirando entrecortadamente.
En segundos, él cerró los ojos y se quedó un poco pensativo, mientras que pensaba si ella estaba bien tras ponerle el sedante para calmarla y dormirla. Uno que sabía que no debió de no ponerle por su problema del corazón. Fue verla en sus pensamientos atada, sufriendo por lo que le puso, lo que le hizo abrir los ojos y quedarse algunas horas despierto por esos pensamientos y esas pesadillas.
Mientras que él intentaba conciliar el sueño, observó unos informes de trabajo.
Fue en plena madrugada cuando él se quedó dormido. Pues logró por fin conciliar el sueño tras leerse varias veces todo el papeleo de la oficina que se había llevado a casa, tras marcharse a esta después de beberse el vaso con licor.

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