Capítulo Cuatro

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Mientras que mantenía los ojos cerrados, Tristán echaba un ojo atrás. Justamente al día en que Eleanor descubrió que él también estaba detrás de ese secuestro. Pues Alonso y él no habían mostrado su cara, hasta que ella intentó de escapar de ambos. Sin embargo, fue el disparo que le dio a Alonso lo que le hizo abrir los ojos y pensar en ella.
Él se levantó de la cama y caminó hasta el cuarto de baño.
Ahí se desnudó y en segundos, se metió en la ducha. Pues necesitaba de quitarse toda esperanza y volver a tener los pensamientos fríos como hace dos meses.
Mientras que él agua caía por su cuerpo, Tristán comenzó a recordar el momento en el que él había bloqueado a Eleanor y como le amenazó con denunciarla si volvía a molestarle. Y supo que había hecho mal. Pues tenía que haberle dado una explicación real de por qué lo hizo. Solo fue el desorden en su cabeza y conocer a otra mujer, lo que le hizo cambiar de opinión. Sin embargo, supo muy en el fondo que Eleanor le hacía sentir como si mismo. Como el niño que era hace muchos años.
Él salió de la ducha y fue a ponerse ropa adecuada para poder ir a atender unos negocios. Pero antes la iría a ver a ella y darle la satisfacción de una ducha y de algo de comer.
Cuando terminó de vestirse, Tristán se echó su perfume favorito
En breve, salió de la habitación y fue hasta donde tenía a Eleanor atada de manos y pies.
Llegó en pocos minutos a la habitación y cuando entró, vio que ella estaba dormida. Por lo que entró en ella y cerró la puerta con llave, mientras que pensaba en cómo iba a retener a Eleanor para que no se escapase de él. Pero Tristán la conocía demasiado y sabía que intentaría todo por escapar. Así que tenía que dar una jugada limpia en cada paso que daba.
―Buenos días ―dijo él mientras que caminaba hacia la cama y veía como Eleanor se asustó, dando un brinco en la cama.
―¡Joder! ―exclamó ella.
―Siento haberte asustado.
―Déjame sola.
―¡Es lo que quieres!
Ella levantó la mirada por unos momentos y vio que Tristán ya era capaz de todo. Por lo que asintió.
―Bien. En ese caso, me iré. No te desataré para que te des una ducha y puedas comer.
―¿Por qué tanta amabilidad después de lo que me hiciste ayer?
―No es amabilidad Eleanor. Eres mi rehén y como tu secuestrador, también tengo derecho a cuidarte para que no te pase nada. Y más ahora que me perteneces porque ya no tienes identidad alguna.
Tristán fue hasta la cama y le desató los pies a Eleanor, dejándola libre por fin.
―No voy a desatarte las muñecas hasta que lleguemos a mi habitación y te duches. Te quiero a mi lado en el desayuno.
―Yo no pienso desayunar a tu lado.
―Lo harás. Porque, si no, pondrás en peligro a tus padres y no querrás eso.
―Hijo de puta ―dijo ella con rabia.
―Camina ―le dijo él mientras que la llevaba desnuda hacia la puerta.
En pocos segundos, llegaron a la puerta y este la abrió nuevamente con la llave. Donde salieron de ahí en breve.
Ambos caminaron hasta la habitación de Tristán en silencio y sin decir palabra alguna.
Llegaron al cabo de varios minutos y él cerró la puerta de la habitación con llave.
En segundos, la llevó hasta el cuarto de baño y cerró la puerta con el pestillo. Donde en segundos, Tristán fue hasta la tina y comenzó a llenarla de agua caliente para que ella tuviera un baño de agua tibia.
―¿Por qué no me sueltas? ―le preguntó ella.
―Porque no pienso arriesgarme a que escapes nena ―le dijo él mientras que notaba el agua caliente en su mano.
―No me digas nena.
Tristán se giró y en breve, fue ante ella. Donde le quitó las cuerdas de las muñecas y le indicó la tina.
Ella le obedeció porque no quería que la viese más desnuda y se tumbó en el agua caliente. La cual le hizo sentir mejor.
Él se acercó a ella y cogió el bote de jabón junto con la esponja.
En breve, Tristán echó el gel en la esponja y ella se levantó enseguida de la tina.
―No me toques ―dijo ella.
―Vuelve a sentarte en la tina. Quiero lavar tu cuerpo.
―¡No!
―Eleanor es una orden. Si no me obedeces, acabarás mucho peor que anoche. Te lo puedo asegurar.
―Estoy harta de tus amenazas.
Entonces, ella se sentó de nuevo en la tina y Tristán comenzó a pasarle la esponja por su cuerpo.
―Cuando termines de darte este baño de agua caliente, te pondrás algo de la misma lencería que te puse yo mismo.
―No pienso hacerlo.
―Lo harás. Si no, conocerás las consecuencias de tus actos.
Ambos hicieron una pequeña pausa.
―Otra cosa más Eleanor. Todo el lugar esta vigilado por mis hombres y tienen órdenes de dispararte en el caso de que escapes. No lo intentes nena. Por qué tendrás un destino mucho peor del que te di.
―No sabes cuanto te odio en estos momentos Tristán.
―No decías lo mismo anoche. Tu sexo reaccionó mejor que tu cuerpo y tu consciencia.
Ella le quitó la mano de su cuerpo y este se enfureció. Donde le cogió por el cuello y la echó hacia atrás en la bañera.
―Si no te mato es porque no soy un asesino, si no, un hombre de negocios y decente ―le dijo―. Pero todo en esta vida tiene un límite Eleanor. No me lo arrebates.
Ella forcejeó un poco y Tristán fue con su otra mano hasta el sexo de Eleanor. Donde en segundos comenzó a forcejear aún más para salirse de la bañera.
―He tenido que esperar dos meses Eleanor. Dos putos meses donde hemos tenido que cambiar la ubicación cuatro veces por que nos encontraba la policía. Fue en esta última cuando yo di el chivatazo para salvarte la vida de Alonso.
―¡Qué! ―exclamó ella con dificultad.
―Lo que has oído. Tuve que matar a Alonso porque quería matarte después de coger el rescate que le pidió a tu padre. Tanto que este sufrió un infarto cuando se enteró de cuanto quería por tu vida.
―¿Por qué no me habías dicho esto? ―le preguntó ella con dificultad.
Él le soltó el cuello y le volvió a decir:
―No quería preocuparte. Ni mucho menos decírselo a Alonso para que se riese con tu dolor y tu tragedia. Ya sabes cómo era tu ex cuando tenías un mal.
―¿Y está bien? Quiero decir. Mi padre está bien de ese infarto que le dio.
―Sí. Le vi en tu falso funeral. Estaba bien, pero devastado por la pérdida de su única hija.
―Tristán, no puedes hacerle esto a mis padres. Darle un sufrimiento más.
―No me supliques que te deje marchar. Porque no lo voy a hacer. Como tampoco consentir que te escapes de mi nuevamente.
Él se levantó de su lado y caminó hasta la salida, mientras que volvía a decir:
―Te espero para desayunar. Ya sabes cómo lo deseo. En la misma lencería que tenías puesta ayer antes de que te poseyera. Y sabes que ya no soy muy paciente.
Tristán terminó de marcharse y ella se quedó a solas con sus pensamientos. Donde se preguntó si aguantaría ese infierno que le esperaba.
Tras darse el baño de agua caliente, ella fue hasta la habitación y vio de pronto la ropa encima de la cama. Lencería sexy para que el estuviese siempre dispuesto a poseerla. O eso era lo que ella pensaba.
Eleanor fue hasta el armario y vio que solo había lencería y ropa interior de encaje para ella. Fue cuando se preguntó si todo aquello sería bueno para su salud mental. Algo que siempre le había afectado con algún problema de este tipo.
Ella terminó de ponerse la lencería que tenía encima de la cama y respiró profundamente antes de salir de la habitación.
Al final, ella salió de ahí y se percató que había un hombre al final del pasillo.
Este se acercó a ella y le indicó donde era el camino hasta el salón. Ella se preguntó que quien sería ese tipo.
Cuando llegaron, ella comenzó a escuchar la canción de Apocalyptica: Nothing Else Matters. La versión de Metallica, pero la que estaba incorporada a violonchelo en la serie de Netflix; Wednesday. Una canción que le seguía gustando a pesar de los años a ella. Ya que fue fan de Metallica hace algunos años.
Eleanor terminó de entrar en el salón y vio que Tristán estaba concentrado leyendo mientras que desayunaba.
―Me alegra saber que te has puesto la lencería que te escogí personalmente ―le dijo y después la miró―. Pablo, puedes retirarte. Yo me encargo de ella.
―Si, señor.
El hombre de confianza de Tristán se marchó y esté le indicó a Eleanor que se sentase.
Ella le obedeció y se sentó en segundos.
―¿Cuáles son tus planes para mí? ―le preguntó ella con un poco de incertidumbre.
―Tengo muchos. Pero de momento no te puedo dejar escapar.
―Tristán, esto sigue siendo un delito.
―El peor delito es matar ―le dijo él―. Y yo por ahora te he salvado varias veces de la muerte en estos dos meses. Me debes la vida Eleanor.
―Pero qué dices ―exclamó ella―. Tú y Alonso me habéis secuestrado y tú has logrado en dos meses violarme. Algo que Alonso nunca hizo en ese tiempo.
―Eleanor no me vuelvas a provocar. Ya sabes de lo que soy capaz. Y te daré un castigo mucho peor que ese, si vuelves a provocarme.
Ella bajó la mirada y se hizo el silencio. Uno muy incómodo.
Eleanor recibió su desayuno y en breve, probó bocado.
Tristán probó un poco del café y cuando se lo tragó saboreándolo, dijo para romper el silencio:
―Cuando venga de atender unos asuntos privados, iremos a dar un paseo por el jardín.
―No pienso moverme de aquí. Y más con esta ropa.
―Lo harás. Y si tengo que forzarte, lo haré.
Ella dejó el plato a un lado y decidió volver a la habitación.
Tristán se levantó enseguida y fue hasta a Eleanor.
Cuando llegó ante ella, le cogió por el brazo y preguntó:
―¿A dónde coño vas?
―A la habitación.
―Vuelve a la mesa Eleanor.
―No. Y no vas a obligarme a comer si no quiero.
Tristán se llevó a Eleanor hasta la mesa.
Allí, él se sentó y en segundos, puso a ella en sus rodillas.
―¿Qué haces? ―preguntó ella.
―Voy a castigarte de nuevo ―respondió―. Y lo voy a hacer, dándote unos azotes.
―Tristán, no soy una niña pequeña.
―Aun lo eres. Esa misma que conocí.
Él levantó la falda de la lencería y en segundos, bajó las bragas de encaje.
Tristán acarició el trasero de Eleanor y en segundos, le dio una palmada fuerte en la nalga derecha.
―¡Joder! ―exclamó ella.
Él volvió a dar otro azote más en la misma nalga y después continuó con la izquierda.
Tristán dio varias palmadas y cuando se cansó al cabo de unos minutos, puso en pie a Eleanor y le dijo mientras que le cogía la muñeca izquierda:
―Si me hubiera metido alguna raya de cocaína, hubieras acabado mucho peor. Vete a la habitación y luego iré a buscarte. Ya sabes lo que ocurrirá si no vienes al paseo conmigo al jardín.
Eleanor humillada, se subió la ropa interior de encaje y se marchó hasta la habitación donde se había duchado y vestido. Pues necesitaba pensar.
Él se quedó pensativo y ella mientras que caminaba, sus lágrimas comenzaron a brotar.
Eleanor llegó a la habitación en minutos y se puso encima de la cama. Donde lloró hasta desahogarse.

Las horas pasaron y Tristán regresó a la casa. Donde fue hasta el salón y cogió un vaso de licor.
Después, cogió un cigarrillo del paquete que tenía en el bolsillo y se lo encendió. Dando la primera calada, después de un día complicado de trabajo.
En breve, le dio un trago al vaso y tiró el cigarrillo sin terminar de fumar a la chimenea. Pues solo le hizo falta una calada para calmar sus nervios.
En segundos, caminó hacia su habitación. Quería saber si todo estaba bajo control y cumplir con la promesa que le hizo Eleanor mientras que desayunaban. Sacarla a que le diera un poco de aire.
Cuando entró en la habitación, observó que ella estaba dormida. Por lo que cerró la puerta con llave y fue hasta la cama.
Ahí, se sentó en la cama y miró el reloj. Eran las 19:30 pm y se extrañó por el sueño tan pesado que ella tenía.
―No deberías de sentarte a mi lado ―dijo ella con la voz ronca y abriendo los ojos.
―Pensé que dormías.
―Y así era. Hasta que tu perfume invadió mi nariz por que empezó a ahogarme en mis sueños.
Hicieron una breve pausa.
―Levántate y vamos a ir a dar un paseo por el jardín nena. Te sentará muy bien el aire fresco ―dijo él de nuevo.
―No voy a ir. Castígame si quieres, pero lo único que deseo es dormir.
―Vale ―dijo él mientras que se ponía a su lado y se tumbaba―. En ese caso, nos acostaremos juntos sin cenar.
―Quítate de mi lado.
―No voy a hacerlo.
Eleanor se giró para darle la espalda y este hizo lo mismo en breve. Donde pegó su cuerpo hacia al de ella y lo hizo prisionero con su brazo derecho. Llevando en segundos su mano hasta su sexo.
―Si no te follo ahora es porque quiero hacerlo en un momento en que este mas excitado. Pero no vuelvas a darme ninguna orden Eleanor ―le susurro al oído.
Entonces hubo un silencio entre los dos. Uno que le obligó a ella a cerrar los ojos y a él, pasar su mano por sus caderas y masajearle en breve, el clítoris. Donde Eleanor no tardó en forcejear.
―Tranquila nena.
Y continuó masajeando su clítoris.
En segundos, Tristán quitó su mano del sexo de Eleanor y le dijo:
―Hasta mañana nena.
En segundos, apagó la luz de la habitación y este se despreocupó de que ella pudiera escapar.
En cambio, ella volvió a comenzar a pensar y se dijo que había que haber un modo de escapar de él sin que nadie le viera. Sin embargo, sabía que sería muy complicado. Pues con tanta vigilancia como había comprobado, le sería difícil.
En pocos minutos, ella volvió a quedarse dormida para no pensar en el infierno en el que estaba metida. Uno que le sería muy difícil escapar.

Tú. Mi PasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora