Capítulo Dieciocho

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Pasaron varios días desde entonces y no hubo momento en el cual, ambos no pensaron en el día de su matrimonio.
El viernes por la mañana ―el día antes de la boda―, Eleanor se levantó muy temprano para comenzar a recoger sus cosas. Algo que tenía en mente antes de que Alonso y Tristán le secuestrasen porque había decidido de irse a vivir con Carlos esos meses antes de la boda. Pero su cabeza seguía tornando los planes de su futuro marido
En cambio, Tristán no vio la oportunidad de actuar en ese tiempo. Pues cuanto más se acercaba a Eleanor, más vigilada estaba ella.
Aquella mañana del viernes, Carlos fue a buscar a Eleanor. Le iba a ser un poco imposible de estar veinticuatro horas sin ella, pero haría el sacrificio para que lo viniese después. Eso si sus planes salían bien.
Cuando ella bajó las escaleras aquella mañana a desayunar junto a los suyos; estuvo dándole vueltas a la cabeza. Mas de lo que podía haber hecho ya.
Carlos y ella se dieron un beso mientras que su madre servía el desayuno. Donde estuvieron hablando de los negocios con su padre y también sobre su matrimonio. Sin contarle a sus padres, los planes que este tenía para atraer al ex de su única hija.
En pocos minutos, él cogió la mano de Eleanor y se la llevó hasta la puerta de la casa de sus padres. Donde se marcharon en breve en el coche de Carlos.
Nuevamente ante la ermita tras varios días sin visitar el lugar, Eleanor comenzó a mirar a la Virgen de Altagracia para que todo lo que su prometido tenía planeado para el día más importante de su vida, saliese bien. Sin embargo, no sabía cómo empezar a rezar, aunque tuviera la fe suficiente en esos momentos. Hasta que llegó a su cabeza como comenzar.
"―Virgen de Altagracia, primero quiero pedirte por mis difuntos. Incluido por hacer que me reencontrase con Alejandro. En este caso, te doy las gracias. Lo segundo que te pido es que, me des fuerzas suficientes para concluir el mejor día de mi vida de la mejor manera. Y por último te pido, que los planes de Carlos salgan bien. Si es que Tristán aparece durante la ceremonia de mi matrimonio.
Entonces, ella comenzó a rezarle para que la Virgen le escuchase. Y sabía que ella era muy milagrosa.
En cambio, Carlos estaba con la mirada perdida a la Virgen y al Cristo del gran Poder. Él solo sabia recordar lo que había vivido en las últimas semanas antes de traer de regreso a su prometida y solo pedía de que sus planes saliesen como él quería.
Él también comenzó a rezar para que la Virgen le escuchase.
Tras un largo rato en la ermita, Carlos y Eleanor se marcharon para continuar con los planes de aquel viernes. Pues él tenía que volver a llevarla al psicólogo. Pues este se había enterado de su matrimonio anticipado y quería hablar con ella.

―Córrete ―dijo él mientras que veía como el sexo de Sofia palpitaba más que cuando le colocó aquel vibrador con forma de micrófono en su clítoris―. Es una orden.
Los gemidos no pararon de sonar desde que Tristán la penetró junto con el vibrador. Y lo que más se la ponía a él dura, era verla con la mordaza y con aquel antifaz grueso.
Sofia terminó de correrse finalmente y en pocos segundos, también lo hizo Tristán. Quien quedó en el interior de ella su miembro para terminar de expulsar su leche.
La puerta de la mazmorra sonó y este salió del interior de ella sin dudarlo. Donde no tardó en ponerse la ropa interior y también no tardó en ponerle el vibrador nuevamente para que no parase de gemir por ello. Pues quería otro orgasmo y sacar su rabia de lo que sabía que iba a ser su plan final con Eleanor.
Tristán fue ante la puerta y salió. Pues sabía que era Caleb. Su hombre de confianza. Quien le traía noticias de su merca con los mexicanos.
Ambos fueron al salón en pocos segundos y ahí, Tristán cogió un cigarrillo junto a una copa de Whisky.
―Todo en orden Caleb.
―Si señor. La merca está en el puerto y podemos quedarnos tranquilos ―le respondió.
―¿Y de lo otro?
―Todo bien también. Pronto la tendrá aquí con usted.
―Me alegra escuchar eso ―le dio una calada finalmente al cigarrillo―. Cuando la tengamos, haremos que ella se olvide de todo lo que ha pasado y que solo recuerde lo que a mí me dé la gana.
―Usted sabe que es un tratamiento un poco complicado.
―Lo sé. Pero haré que todo funcione. Dígale al doctor Bergensen que estaremos ahí el domingo.
―De acuerdo señor.
―Tomate una copa conmigo para celebrar todo.
Caleb asintió.
Después, él cogió la copa de whisky y se la bebió sin dudar.
Unos minutos más tarde, Caleb se marchó y Tristán volvió a la mazmorra. Donde sabía que allí estaba su diversión por un rato.

―¿Por qué me ha citado hoy doctor Méndez? ―preguntó ella mientras que se sentaba en el sofá de terciopelo.
―Creo que conoces la respuesta ―le respondió―. Hablemos de su matrimonio precipitado.
Ella asintió.
―¿Está usted embarazada? ―le preguntó.
―No doctor. Pero si lo hubiera estado, lo sabría.
―Entonces, ¿por qué se casan tan rápido?
―Mi prometido lo quiso así. Es un poco complicado de explicar.
―Tenemos una hora de sesión. Así que, puede explicármelo.
Entonces ella le contó los verdaderos motivos por los cuales se casaban rápido. Sin embargo, ella le contó también la angustia que sentía en su pecho.
―Es normal que lo sientas. Todo es precipitado y arriesgado.
Sin embargo, ella no le dio respuesta.
―Una pregunta, señorita Mendoza.
―Dígame doctor.
―¿Tomó mi consejo de la semana pasada? Ese que le dije que abriera sus sentimientos hacia el señor Rivera. No estaría mal que le contase de esta angustia que siente. Van a ser esposos y se tendrán que contar todo.
―No he querido contarle nada. Muy en el fondo, quiero que Carlos atrape a Tristán y que acabe con este tormento que aún me persigue.
―Pues vuelvo a aconsejarle que le cuente esto a su prometido. No hay mal que por bien no venga.
Ella asintió.
Después, estuvieron hablando de otras cosas. Incluso un poco de la vida privada que tenía ella junto a sus padres después de lo que había pasado.
Cuando pasó la hora de la consulta, ella salió de la sala y fue hasta la de visitas. Donde le esperaba Carlos con ansias.
El doctor Méndez le hizo un gesto a ella y después, cogió la mano de su futuro marido. Donde caminaron para marcharse, mientras que ella pensaba en si contarle aquella angustia que le perseguía. Y sabía que era muy arriesgado para la misión que tenía su futuro marido.
En el coche en pocos minutos y de camino a la casa de los padres de Eleanor, comenzó a sonar las canciones de su cantante favorito. Las cuales les calmaba. Y sabía que ya le quedaba menos para el sí quiero. Uno que no sabía cómo iba a salir como ellos esperaban.

Ella terminaba de recoger el resto de su ropa, mientras que pensaba y pensaba en los planes de Carlos.
Eleanor tenía puesto su ordenador portátil con música de YouTube. Donde la canción que se reproducía en esos instantes le hacía pensar en los momentos tan duros que había pasado cuando murió Alejandro.
Llorona cantada por Daniel Robledo se reproducía mientras que ella disfrutaba de la melodía. Donde por unos momentos dejó de pensar en los buenos recuerdos con Alejandro y pensó en los buenos momentos que había pasado con Carlos.
De pronto, la música comenzó a sonar más alta de lo que ya la tenía. Pero se percató que no era de su ordenador, si no, de la calle.
"―No hace falta que aparente, tú conoces cada línea de mi mano y me convences. No hace falta que nos pruebes, si sellamos de palabra esta promesa y somos fieles. No hace falta que demuestres, que recuerdo con detalle cada fecha con claveles. Que nos busquen. Que se miren al espejo y se confiesen que es tan grande el sentimiento que nos une. No se vende. No hace falta llevarte a la gloria, vestida de novia por aparentar. No hacen falta los ramos de flores, no sanan dolores si busco y no estás. Sólo pido tiempo para amar...
Ella salió a la ventana y se percató que su prometido estaba allí con mariachis y un ramo de flores. Algo que no se esperaba.
Los padres de Eleanor junto a la familia de Carlos estaban al lado de Carlos para apoyarle mientras que le cantaba aquella serenata a su futura prometida.
Cuando la canción terminó al cabo de cinco minutos, Eleanor fue hasta la entrada de la casa y los mariachis continuaron cantando, mientras que Carlos esperaba a que ella saliese de la casa.
En pocos segundos, ella estuvo ante su prometido y le abrazó muy feliz. Donde no tardó en darle un beso.
En pocos minutos, Carlos le entregó el ramo de flores y ella se lo entregó a su madre. La cual la cogió con la misma alegría que su propia hija.
Carlos y ella bailaron juntos para disfrutar de la noche.
Eleanor se abrazó a Carlos mientras que lo hacían. Pero le ocultó lo que le había estado contando a su psicólogo. Pues no quería estropear el momento tan bonito y feliz.
―¿Te gusta mi sorpresa? ―le preguntó él.
―Mucho. Gracias por todo amor ―dijo ella.
―No hay de qué.
Sin embargo, ella notó un breve escalofrío. Uno que le recorrió el alma entera. El cual duró unos minutos más de lo que ella esperaba.
Tras la siguiente serenata, Carlos notó como si alguien les vigilase. Pero no le dio importancia y continuó haciendo muy feliz a su futura esposa.
La serenata duró entrada la madrugada. Algo que estaba disfrutando con su familia y sus compañeros de trabajo que vigilaban a Eleanor. Fue cuando vio que su prometida estaba siendo feliz por una vez tras varias semanas preocupada por lo que le había pasado con Tristán.

Tú. Mi PasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora