Capítulo: 16.

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No llevaba la cuenta de los días en un calendario, pero ya eran más de dos semanas las que habián pasado desde que yo había llego a Venecia, y con ello; la amistad crecía por varios caminos.

KIba, se había vuelto una persona muy comprensible y amable conmigo, incliso, cuando lo invité a salir yo, se mostró emocionado y dispuesto; ahora nos veríamos para tomar un café cada vez que queríamos, o si no, simplemente nos poníamos a platicar en el pasillo antes de entrar a nuestro respectivos departamentos. Había descubierto además, que tenía espíritu de poeta.

Con Lee era distinto, había muchísima confianza, debido a que yo era la única persona que había descubierto su secreto y ahora, contarnos cosas era parte de una plática casual entre ambos. Era bastante atento y siempre me preguntaba por Sakura. Cuando salíamos a pasear, nunca nos faltaba de que hablar y al final del día, terminábamos contándonos secretos pequeños.

Ino era otra de las personas con las que había logrado una bellísima amistad en menos de una semana; su simplicidad y simpatía habían sido fundamentales para ellos. Era muy animada y siempre, me contaba lo que me contara, me sacaba una sonrisa. Además, de que yo tomé por costumbre ir al negocio de su familia a revelar mis fotografías. Tenía apenas dieciocho años, pero su mente era tan madura que parecía incluso mayor que yo.

Naruto, ese era un caso distinto a todos. Él se había vuelto un gran amigo, el tiempo que compartíamos juntos era mucho más grande que el de cualquier otro, debido a que cada noche a las siete tocaba el timbre y pasábamos una hora riendo, hablando y a veces jugábamos con la baraja de cartas que Sakura conservaba de su padre. Sí, la amistad entre él y yo crecía cada vez más; pero junto a ello, crecía también una extraña emoción cuando le veía, una extraña sensación cálida en mi estómago y un entusiasmo palpable al oír el timbre sonar cada noche. Pero sólo hasta que llegaba Sakura, porque luego, la fierecilla se apoderaba de mi y podía sentirla en mi fuero interno perfectamente disgustada, ella quería más tiempo con Naruto. Todo aquello comenzó a darme cierto temor, estaba experimentando sensaciones bastantes extrañas, al menos las denominaba así porque no tenían que pertenecer le al novio de mi mejor amiga.

Miré el reloj en forma de gato que pendía de la pared cercana a la cocina, eran las cuatro y media de la tarde. Tomé mi morral y me dirigí al estudio de fotografía de los Yamanaka, para que Ino me ayudara con las fotos, como siempre. Al salir me encontré con Kiba quien al instante me regaló una bonita sonrisa.

— ¿Vas algún lado? — me preguntó.

— Si, al laboratorio de fotografía de los Yamanaka.

— Oh, ¿quieres qué te acompañe? — se ofreció.

— Si quieres, a mi me encantaría.

Así, salimos hasta allá. Kiba era muy inteligente y la verdad es que bastante apuesto también. Sakura me había mencionado varias veces que era muy obvio que yo le atraía a Kiba; sin embargo, era como si mis ojos hayan quedado cegados por un meteoro, y ya no pudiera ver las estrellas. En ese caso: Naruto sería el meteoro y Kiba la estrella.

Cuando llegamos, Ino tardó en salir, estaba peleando con la máquina de impresión, de nuevo.

— ¡Espera solo un momento, Hinata! — gritaba desde atrás, mientras que yo no dejaba de reír. Pobre de ella, esa máquina siempre le sacaba canas verdes.

Kiba permaneció tranquilo, observando las cosas en el local, hasta que Ino apareció por fin detrás del mostrador.

— ¡Listo! — me sonrió con esa sonrisa que se expandía tierna sobre su rostro.

Cuando Ino desvió la vista de mi, la pasó en la única otra persona que estaba conmigo. KIba la miraba embobado.

— Oh, Ino, te presento a un amigo. Kiba, ella es Ino. — dije al interpelado — de la que tanto te he hablado; Ino, él es kIba, mi vecino.

La cara de KIba era sorpresa, asombro y fascinación y en sus ojos existía un brillo que hace unos minutos no se encontraba allí.

— Hola. — balbuceó.

— Hola. — respondió ella.

Ambos se sonrieron y luego Ino me dedicó su atención a mi.

— ¿Fotos nuevas? — me preguntó, entusiasmada.

— Ya lo sabes. — reí e hicimos lo de siempre.

Luego de unas horas y de que Kiba y Ino se conocieran más. Decidimos él y yo que era hora de regresar. El sol ya se había puesto cuando Kiba y yo caminábamos hacía el edificio.

— Tu amiga es muy linda. — comento, ruborizado ligeramente — Muy simpatíca, además.

Me solté a reír.

— Creo que lo pude haber adivinado. — admití y él enrojeció más, la bronceada piel de sus mejillas se pintó de color rojo.

— ¿Por qué dices eso?  — preguntó, avergonzado.

— Por tu cara y como la mirabas.

— ¿Tan obvio era? — hizo un mohín.

— Algo.

Ambos reímos.

— ¡Kiba! — dije, de pronto quizá hasta sacandole un susto por la forma en que me miro — ¡Tú sabes italiano!

— Emm . . . si. — musitó sin comprender; y es que había cambiado de tema repentinamente.

— Dime que significa . . . — hice memoria para acomodar las palabras en orden y tratar de pronunciarlas correctamente — "Che bella coppia che fate"

A lo mejor Naruto creía que ya se me había olvidado lo que él muchacho de la heladaría nos dijo y que no me quiso traducir, pero para mala suerte de él, yo tenía muy buena memoria.

— Que hermosa pareja hacen. — dijo KIba.

— ¿Disculpa?

Kiba rió.

— Eso significa.

Abrí los ojos ante lo poco evidente y ante la ilógica que me emparejaran a mi con Naruto. Luego me solté a reír de nuevo; no sabía si avergonzada o de verás divertida.

— ¿Por qué? — inquirió, Kiba.

— Porque . . . lo vi en la televisión, en una película. Quería saber que significaba. — inventé.

— Oh, entiendo.



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— Buenas noches, Kiba. — dije, fingiendo un bostezo.

Lo cierto era que después de mi tarde con Ino y Kiba, no estaba cansada; pero sí quería escapar de las escenas que Sakura y Naruto protagonizaban en la sala. El chasquido de sus labios al juntarse, los supiros, las acaricias que se daban, todo me resultaba ahora insoportable.

— ¿Tan pronto te irás a dormir? — me preguntó.

— Si, estoy muy cansada. — me pregunté si fingir otro bostezo sería muy exagerado.

— Esta bien, hasta mañana. Descansa, que tengas una linda noche. — me dijo y tuve que hacer hasta lo imposible por reprimir un suspiro de alivio.

𝙈𝙖𝙣𝙪𝙖𝙡𝙚 𝙙𝙚𝙡 𝙋𝙧𝙤𝙞𝙗𝙞𝙩𝙤 → 𝙽𝚊𝚛𝚞𝙷𝚒𝚗𝚊Donde viven las historias. Descúbrelo ahora