Capítulo: 40.

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Me levante de la cama y me serví una taza de café con leche. Caminé hasta el libero y saqué de la orilla izquierda el sobre amarillo que abarcaba el último espacio en toda la hilera de libros. Caminé de nuevo hasta la mesa y lo dejé allí, indecisa de mi siguiente acción. Me le quedé mirando un buen rato, ¿Qué tanto daño podía causarme mirar su rostro en aquellas fotografías? Sabía que desde que se las mostré a Shino, no las había vuelto a sacar porque cada vez que me acordaba siquiera a Naruto, el corazón latía con dolor; pero, pensarlo lejos me hacía tener la necesidad de sentirlo cerca, aunque sea en fotografías.

Rocé con las yemas de mis dedos el borde del sobre y vacilé con el cordón rojo que lo mantenía cerrado. Quería verle... pero el timbre sonó. Alguien llamaba a mi puerta, de seguro era Shino. Tomé el sobre y lo puse encima de una silla y luego agarré una frazada azul y me envolví con ella. Me apenaba un poco que la gente me viera en pijama. Pero entonces me acordé de Naruto, aquella vez que había llegado al departamento de Sakura y me había visto en el mismo pijama que ahora traía puesta; ignoré la punzada de dolor en el corazón y corrí escaleras abajo para abrir la puerta.

— Shino, hola. — comenté al verlo.

— Veo que está a salvo, ¿no chocaste anoche? — bromeó, mirando su camioneta.

Me reí.

— Pasa. — abrí más la puerta y lo dejé entrar.

Fue detrás de mi en las escaleras hasta que llegamos a la segunda planta, donde era mi casa.

— ¿ Te acabas de despertar? — preguntó.

— Quizás.

Se río y luego miró el sobre amarillo sobre la silla, en su mirada había un destello enigmático. La misma mirada que había puesto la primera vez que le mostré el contenido de aquel sobre.

— Shino, ¿gustas chocolate caliente?

— ¿Eh? — me miro — sí, claro. — me sonrió.

— Sírvete, mientras voy a cambiarme. — dije, ignorando esas miradas misteriosas de Shino. Seguro sólo se acordó de lo que había en él, nada más. 

Me fui a mi habitación y me vestí casual, a fin de cuentas no importaba mucho la ropa que usáramos, todo iba ocultado debajo de algún abrigo que el frío invernal nos obligaba a usar.

Salí y vi a Shino sentado a la mesa, tomando de su taza de chocolate.

— ¿Lista? — me preguntó, poniendo la taza a lado del sobre amarillo, sobre la mesa.

— Lista. — le sonreí y me dirigí hasta él, tomé el sobre... ¿Qué no lo había dejado sobre una silla? Suspiré, a lo mejor ya me estaba volviendo loca. Coloqué el sobre en su sitio de antes, hasta el final de todos los libros que nunca abría y luego me giré hacia Shino.

— Vámonos. — le sonríe, de nuevo.

Fuimos hasta un nuevo laboratorio de fotografías que Shino había descubierto hace un par de días, estaba más cerca de mi casa y por lo tanto no tardamos mucho en llegar. Cuando revelamos todas nuestras fotografías, apartamos las mejores y luego, rumbo a la agencia de publicidad en donde se encontraba aquella persona de la revista, nos dirigimos. 

— ¿Ya estás mejor? — me preguntó Shino, dejando las bromas infantiles con las que íbamos divirtiéndonos todo el camino. 

Suspiré. Él tampoco había olvidado lo que sucedió ayer.

— Se fue. — murmuré. bajando la mirada.

— ¿Cómo qué se fue? — dijo, sin comprender.

𝐌𝐚𝐧𝐮𝐚𝐥 𝐝𝐞 𝐥𝐨 𝐏𝐫𝐨𝐡𝐢𝐛𝐢𝐝𝐨 → 𝙽𝚊𝚛𝚞𝙷𝚒𝚗𝚊Donde viven las historias. Descúbrelo ahora