Capítulo: 12.

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Levanté la mirada y me topé con alguien realmente atractivo y meramente inmaculado. Su piel llana, como también, pálida hacia lucir oscuros sus ojos, sin embargo poseían un hermoso color Miel/marrón y las pestañas se espandían con firmeza hacia arriba. Sus labios rellenos y rosados se estiraron y formaron una bonita sonrisa curiosa.

—  Hola — pronuncio.

—  Hola — comenté, medio atontada por el rostro juvenil que tenia justo alfrente.

— Perdóname. Es que soy un poco distraído. — musitó, ligeramenre ruborizado.

— No, no; la distraída soy yo. — dije y luego me reí.

— Soy Kiba Inuzuka. — me estrechó la mano.

—  Hinata Hyuga, así me llamo. — me presenté.

— Eres japonesa. — adivinó.

— Si, de Konoha, de allí vengo.

— ¿En serio? yo nací también por ahí. Soy japones también; pero con raíces europeas. — explicó.

Ahora había entendido entonces, porque me había hablado desde un principio en japones; pero luego dirigí la mirada hacia la puerta del departamento en el que él iba a introducir la llave antes de que yo le chocara.

— ¿Vives aquí? — balbuceé, al capta el trío de números que formaban el trecientos ocho.

— Si, con mi tía, te dije que tenía reíces europeas.

La vieja gruñona con la que Sakura me había dejado la llave de su apartamento era la tía del lindo muchacho que me sonreía en este instante. Abrí los ojos ante la sorpresa.

— ¿Eres sobrino de la señora Tsume Inuzuka? - inquirí.

— Si, ¿la conoces?

— Si, bueno no. — dije y su expresión paso a ser una mueca de confusión - Mi amiga me dejo la llave de su departamento aquí y solo pase a recogerla, de aalí conozco a tu tía. - Expliqué.

— ¡Oh! ¿Eres tú la linda chica que se mudo con Sakura? — pregunto, como si hubiese completado un rompecabezas en su memoria.

— Si y gracias, por lo de "linda".

— Claro, para mi paracer eres linda. ¿O no lo crees? — musitó y soltó una risa burlona — ¿Vas a algún lado?

— Si, a un laboratorio de fotografía, ¿Sabes dónde quede la calle Squero de San Trovaso? — pregunté, mirando el papelito arrugado en mi mano y tartamudeando al leer el nombre de la calle.

— Si, es cerca de uno de las canales hacia el norte.

— ¿Está muy lejos?

— No, puedes ir caminando; son como cinco cuadras de aquí.

— Oh, gracias.

— Puedo llevarte si quieres, tengo auto. — ofreció.

— No, gracias, hoy caminaré, tengo tiempo de sobra. — musité con aplomo.

— Oh, está bien, ¿puedo invitarte luego un café? Para conocernos, digo, vamos a ser vecinos. — se emcogió de hombros y tanto avergonzado, ligeramente ruborizado.

— Claro, me encantaría.

— Hasta luego, entonces.

— Hasta luego. — dije — Oh, y grazie mille —  murmuré lo que había aprendido de Naruto el día de ayer, cuando agredeció al mozo.

Kiba me sonrió.

— Di niente, bella ragazza. — pronunció.

Me ruboricé un poco y le dije adiós con la mano, luego bajé las escaleras y me encaminé por las calles de Venecia esperando encontrar lo que buscaba.

𝙈𝙖𝙣𝙪𝙖𝙡𝙚 𝙙𝙚𝙡 𝙋𝙧𝙤𝙞𝙗𝙞𝙩𝙤 → 𝙽𝚊𝚛𝚞𝙷𝚒𝚗𝚊Donde viven las historias. Descúbrelo ahora