Capítulo: 22.

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Su sonrisa llegaba hasta mi a través de la poca distancia entre ambos. Una sonrisa demasiado bonita como para desgastarla, pero él quería dármela a mi y solo a mi; haciendo que miles de mariposas revolotearan en mi estómago. Luego tomo mi mano, y sentí que pude tocar el mismísimo cielo. El corazón se me aceleró cuando él puso mi nombre en sus labios y la sonrisa se expandía ahora por mi rostro. 

— ¿Qué más puede hacerte sentir eso? — me pregunto, con su voz de terciopelo. 

Era la primera noche que soñaba con él. con Naruto. Suspiré con la cabeza enterrada en la almohada y mi suspiro se convirtió en un vapor cálido que me pego en todo el rostro. Alcé la cabeza y pude sentir algunos que otros cabellos despeinados a cada costado de mi cara. Hoy era sábado. Recordé angustiada el sueño y llegué a la conclusión de que tenía que contarle esto a alguien porque sí no, explotaría tarde o temprano. 

Me levante y arreglé en media hora y tecleé sobre las teclas de mi celular el número de Lee. ¿Quién mejor que él para entender toda esta locura? }

— ¿Hola? — me contesto, del otro lado de la bocina.

— Lee, ¿podemos vernos hoy? 

— Claro, dime en donde y a que hora. — accedió.

— En la plaza, en una hora y media, ¿está bien? 

— Perfecto, ¿puedo preguntar para qué? — su tono sonaba sutil pero a la vez con curiosidad.

— Te digo cuando te vea. 

— Esta bien. 


Tranqué la llamada y me apresuré a salir del departamento, seguro tardaría más de una hora y media si no me daba prisa. Aunque llegar por mis propios medios me costaría trabajo. 

Tome un taxi que tardó casi los sesenta minutos en llegar y pagué con los euros que habían salido de mi bolso o que, mejor dicho, Sakura había colocado allí para mi uso, debido a que mis billetes y monedas aun eran yenes. Bajé y me adentré en el motín de gente que circulaba bajo el cielo grisáceo como el día de ayer, y me senté en una banquita gris que estaba vacía por puro milagro, como si aguardara por mi. Le regalé un suspiro al aire y luego mire hacia arriba, a lo mejor llovería hoy. Los nubarrones grises que surcaban el cielo se veían considerablemente amenazadores. 

Empecé a divagar entre mis pensamientos, mientras esperaba a Lee; quien hasta el día de hoy se había vuelto casi mi mejor amigo, nos contábamos todo y esta vez, no sería la excepción. Estaba dispuesta a decirle con punto y coma todo, y eso incluía aceptar que Naruto me atraía y bastante. 

A la media hora Lee apareció entre el tumulto de gente, su suéter color vino y su cabello fue lo que alcancé a distinguir primero. 

— ¡Lee, acá! — manoteé para que me viera y no solo logré llamar la atención de él sino de algunos que otros que me miraban extrañados por hablar en otro idioma. 

Como sí no hubieran oído jamás el japones. Me encogí un poco cohibida y aun así Lee me alcanzó a mirar y se acercó. 

— ¡Hola! — me sonrió, haciendo notar sus pómulos rojizos. 

— Que bueno que llegaste . . . — dije y lo jalé de la mano para sentarlo conmigo.

— Dime, ¿Qué pasa? 

— Bueno, tengo un muy, muy grave problema.— farfullé. 

Sus cejas se elevaron al mismo tiempo en un gesto de sorpresa para luego pasó a ser un ceño fruncido bañado de un matiz de preocupación. 

𝙈𝙖𝙣𝙪𝙖𝙡𝙚 𝙙𝙚𝙡 𝙋𝙧𝙤𝙞𝙗𝙞𝙩𝙤 → 𝙽𝚊𝚛𝚞𝙷𝚒𝚗𝚊Donde viven las historias. Descúbrelo ahora