Capítulo 9 - Separados

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El príncipe de las praderas salía de la habitación de su hermana, con la cabeza agachada y sus orejas bajas. Sus ojos, ligeramente cristalizados y rojizos, con manchas de humedad, indicaban que anteriormente había estado llorando.

Kion (triste)— ¿Por qué no simplemente me fui a dormir? ¿Por qué mi mente me dijo que la saludara primero?

Se detuvo a medio camino, justo antes de entrar a su habitación.

Kion— No. Esto no es mi culpa, es su culpa. Siempre con sus problemas de aquí para allá. Sí, estoy en algo con Jasiri, ¿y qué? ¿A ella qué le incumbe?

Un pequeño enfado recobraba fuerzas desde su interior.

Kion— ¿Y encima piensa que tiene derecho a enojarse, empujarme y gritarme de todo? Ja, ¿pero quién se cree que es?

La ira comenzó a hacerse presente en el león, respirando de forma cada vez más agitada y violenta. Su ceño fruncido, sus garras haciéndose visibles, un montón de recuerdos de su hermana apartándolo y quejándose de él; recuerdos e imágenes distorsionadas que solo lo enojaban más.

Kion (enfadado)— "Finjamos que el otro no existe, hagamos nuestra propia vida" —imitó la voz de Kiara.

Miró a la pared al lado suyo, imaginándose la cara de su hermana allí.

Kion— Pues si tan angustiada estás con la vida ¡¿Por qué no te tiras a un precipicio y se acabó?!

Comenzó a alzar su pata.

Kion (furioso)— ¡Haber si de paso dejas de arruinarme la vida!

Lanzó un zarpazo fuertísimo contra la pared, dejando profundas marcas en ellas. El ardor en sus patas por casi perder una de sus garras lo devolvió a la realidad. La ira lo cegó, casi pierde por completo el control.

Kion (asustado)— No. No, no, no... ¿qué estoy haciendo? ¿Por qué estoy diciendo esas cosas?

El enojo del cachorro fue reemplazado por una creciente angustia.

Kion— Aghh, debería haberla calmado, no enojarla más... ¿Por qué reaccioné así?

El león se sentó en su lugar, tapando sus orejas con sus patas, mirando al suelo, casi comenzando a llorar de nuevo. Sentía un nudo en la garganta y una fuerte presión en su pecho.

Kion— Debo buscarla.

Su instinto lo detuvo. Lo pensó un poco, pero se decidió.

Kion— Sí, eso haré.

Salió corriendo del lugar en busca de Kiara.

Kion— Espero encontrarla.

[Mientras tanto]

La tan aclamada y reconocida futura reina de las praderas se encontraba en una cueva, sola. Nadie por los alrededores, metros y metros de solamente bosque. A lo sumo, alguna que otra ave sobrevolando la zona, pero nada más.

Estaba destrozada, dolida, angustiada, enojada, triste, y todo eso mezclado en una gran masa de emociones negativas.

«¡Me tienes harto!», «¡Lo único que haces es angustiarme los días!», «¡Tus problemas sin sentido!», «¡Siempre tienes algún problema conmigo!».

¿Cómo podían las palabras de su propio hermano hacerle tanto daño y a la vez ser tan ciertas? ¿Será acaso que él sabía cuál era su punto débil para atacarla? ¿Será acaso que ella estaba exagerando? ¿Quién de los dos estuvo mal? ¿Acaso los dos estuvieron mal? ¿Solo ella estuvo mal?

Kiara se agarró la cabeza con sus patas.

Kiara— ¡Basta!

Subconsciente— Él estuvo mal Kiara... Tienes derecho a odiarlo por lo que te hizo...

Kiara— No... No, no, yo estuve mal. Los dos estuvimos mal.

Subconsciente— Le guardaste un espacio en tu corazón...

Kiara— Cállate.

Subconsciente— Le diste tu cariño, te disculpaste...

Kiara— Para ya por favor.

Subconsciente— ¿Y ahora es capaz de preferir a alguien más? ¿Qué le pudo haber dado esa hiena Kiara, eh?

Kiara— Él... él puede estar con quien quiera.

Subconsciente— Ni tú crees lo que dices.

Kiara— Claro que lo creo. Yo... Yo...

Subconsciente— ¡ÉL NO TIENE DERECHO!

Kiara— ¡Cállate!

Subconsciente— ¡NO LO TIENE! ¡ADMÍTELO DE UNA VEZ! ¡TU HERMANO ES UNA BASURA!

Kiara— No... Eso no es cierto. Para nada cierto. Él es un excelente ejemplo a seguir para cualqu...

Subconsciente— ¡DEJA DE MENTIRTE!

Kiara— ¡No me estoy mintiendo!

Subconsciente— ¡Claro que lo haces! Mírate. Defendiendo a esa hiena con la que anda tu hermano; ¡por su culpa él te dijo lo que te dijo!

Kiara— Ella...

La leona se quedaba sin argumentos.

Kiara— Ella... no tiene la culpa... de nada.

Se quedó en silencio.

Kiara— O tal vez, ¿sí?

Subconsciente— No te lo digo yo. Te lo dijo él. No le interesas.

Los ojos de Kiara se cristalizaban.

Subconsciente— Eres un estorbo para él. No le importas.

Lágrimas comenzaron a caer de sus ojos.

Kiara— Yo...

Subconsciente— ¿De verdad piensas que él saldrá a buscarte? ¿Después de esto de verdad crees eso? ¿Tienes idea de lo feliz que debe estar ahora, sabiendo que te fuiste. Que ya no habrá nadie para, según él, angustiarle los días?

Kiara— No. Kion... Mi hermano no es así.

Subconsciente— Tu hermano creció Kiara. Y eres estúpida creyendo todo lo que te dice. Solo miente, como todos. Te equivocaste al idealizarlo tanto.

La leona no respondió.

Subconsciente— ¿Aún te quedan dudas? ¿Qué no lo recuerdas?

«¡Lo único que haces es angustiarme los días!», «¡Me tienes harto!».

«¡Me tienes harto!».

«¡Me tienes harto!».

«¡Me tienes harto!».

Fue entonces que la reina lo escuchó.

«¡Kiara!».

Era su hermano. Sus gritos se escuchaban lejos.

«¡Kiara, por favor!».

Subconsciente— ¿Entonces? ¿Aún prefieres confiar en él?

«¡Aún podemos hablar! ¡Por favor ven!».

Kiara, eligiendo a su subconsciente sobre Kion, se adentró aún más en la cueva.

Unidos Como NuncaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora