Capítulo 11

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Para el transcurso de las semanas soy capaz de afirmar que mi estado de ánimo se halla distinto, no hay aspectos favorables o en contra. El tiempo que divide el presente con los sucesos del fusilamiento del hechicero Rico ya adquieren su merecedora distancia, el homicidio de un hombre que poco llegue a conocer, sin embargo fue capaz de deslumbrar su actitud con una simpática y paciente actitud, brindó a su escuadra un liderazgo digno de admirar, incluso si fue revocado de líder, no dejó de brindar ese soporte en la escuadra. Aunque, a partir de aquel incidente un sentimiento se ha atorado en mi cuerpo mientras persigue mi mente impidiendo que desde aquella noche, el día de su fallecimiento, sea capaz de dormir en paz. Ese, y los siguientes días.


Wanther y Mason tuvieron la voluntad de dictar el informe. Explicaron que fue lo ocurrido aquel incidente como contar estrellas, no dejaron escapar ni un detalle. Para ese momento se requería a toda la escuadra presente, sin embargo no tuve el valor de presentarme, ni ese y los otros días. Saber que Wanther y Mason se presentaron produjo una inquietud en mí, ¿cómo eran capaces de ir como si nada hubiera ocurrido? Brindar aportes al caso sin imaginar que un compañero no estaba. Antes de preguntárselo, me cuestioné por qué no deberían sufrir por él. ¿Por ser adultos mayores? Incluso la persona más anciana temería de la muerte. Era producto de la magia del trabajo, de la asociación. Lo que para mí era una impactante muerte para ellos dos no fue más que un acontecimiento, una flor rota en un jardín de muchas flores. Ellos son conscientes que de la muerte nadie se libra, de seguro por ello no fue necesario derramar lágrimas de compasión y tristeza. ¿De dónde adoptaron tal dureza? ¿Por qué yo no he adquirido tal coraje? A diferencia de ellos y sus fortalezas, yo me he hallado encerrado, aislado por órdenes de mis pensamientos. Aquella muerte se grabó en las retinas de mis cerebros, manchando las paredes de mis pensamientos, proyectando la misma película una y otra vez, el mismo escenario, el mismo acontecimiento. Una bala, un hombre, una obra titulada como el recuerdo de la muerte de Rico.


Apartarme de todos fue lo más consciente que he hecho, sin salir del departamento desde aquel día solo he podido temer de aquello que existe conmigo, yo. Aun así, consiente que me he hallado con vida esos días abatido, pude entender que todo era un arma mortal, fue por ello que temía del exterior, podía sentir que lo mismo me pasaría a mi. Recordaba otros factores, el hecho que una vez alcanzaron a drogarme. ¿Podría haber muerto como Rico? ¿Peor tal vez? El miedo llegó a ser irracional, todos se convirtieron en mis enemigos dejándome a mí mismo como bote, pero no era capaz de fiar siquiera de mi propia mente. La situación escaló al punto que Wanther tuvo la amabilidad de visitarme, según supuse él preguntó por mi dirección, jamás dijo como me encontró. La preocupación de Wanther por mi angustia era el reflejo de cómo la asociación era estricto con sus normativas, la muerte en la asociación cambia su normativa en cada rango, y yo siendo alguien inferior a las ideológicas de perecer que perciben Wanther o Mason era fácil acobardarse, mi percepción de la muerte no debía manifestarse así. Wanther insistió en ingresar, pero aun siendo él un conocido para mí pude sentirme despavorido. Negando el paso, Wanther no protesta la decisión, más si me aconsejó que no permitiera sobrepensar tanto un concepto tan sencillo como la muerte, porque eso era la muerte, morir, nada más del otro mundo o del nuestro. Me dijo que lo superaría rápido, porque según él, la muerte jamás fue mi preocupación.


Por un momento consideré asistir al funeral de Rico, pero algo más me frenó en un acto tan conmemorativo como ese. El rostro aturdido del hechicero era una pesadilla para mis noches, para cada instante en que me hallase abrigado en la oscuridad. Por cobardía no fui, con ello tampoco salí de mi hogar por días logrando que la percepción de los días y la noción del tiempo se esfumaran de mi mano. Lo que ocurría en mi aislamiento voluntario era la recopilación de lo ocurrido, el feroz encuentro entre la vida y la muerte, lo devastador que es, tan animal incluso escapando de la naturaleza humana. Entonces, con aquellas ideas y planteamientos acosándome por los días algo en mi creció, una idea cobró vida en mi mente tras pintar los recuerdos a favores despreciables. Me empezaba a sentir consciente, contaba cuántas veces respiraba, cuando dejaba de hacerlo. Algo tomó control de mi cerebro imponiendo ideas que tantos años he contradicho o jamás he cuestionado.

Guerra del dominioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora