Capítulo 20

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Pongo sobre la mesa una taza de porcelana con decorados dorados. En esta sirvo un poco de café, luego en otra taza repito el mismo proceso. Agrego dos cucharadas de azúcar a la primera taza, a la segunda solo una. Tras lo ocurrido con Wanther en la noche de su escuadra tengo la amarga sensación de que el azúcar me hace mal, aunque en realidad no sé qué ocurrió esa noche. Sostengo las tazas y me dirijo al sofá para sentarme con cuidado.


—Espero que no le eches algo extraño al café. Escuché como gente del oeste le echa vainilla, debe saber extraño. —comenta una voz femenina a mi derecha.


—Algunos le echan licor. —añado, ofreciéndole la taza con dos cucharadas de azúcar.


Ella toma la taza y le da un sorbo al café sin antes tratar de enfriarlo. Al beberlo una sonrisa se eleva en gracia. El televisor encendido impide que exista el silencio.


—Vivir solo te ha hecho estudiar el punto exacto del café y el azúcar. —dice en bromas, mientras deja la taza en la mesa frente a nosotros.


—Considero que vivir solo es mejor que acompañado. —contesto, para beber del café y verle a la cara.


Reina hace lo mismo que yo, posiciona sobre la mesa la taza con cuidado. Extiende sus brazos al aire y se recuesta en el sofá, su suéter rojo se resbala entre sus brazos mientras que sus piernas se estiran como los de un gato. Su cabello castaño se cae sobre el respaldo del sofá. Tras relajar su cuerpo se encoge, reposa su cuerpo paralizado mientras deja ir un suspiro.


—¿Estás ocupado todos los días? Digo, por el trabajo de hechicería debes estar allá, ¿no? —pregunta, mirándome sobre su cuerpo.


—Solo las veces en que la asociación me llama. —contesto, agarrando la taza de café y dando un trago.


—¿Y cuando son esas veces a la semana? He escuchado que también trabajan sábados y domingos, vaya problema. —dice, sintiendo pena por aquellas exigencias laborales.


—Todas las semanas tengo que estar al tanto de alguna llamada de trabajo. Te pongo un ejemplo, hoy me llamaron para ir. —contesto, para arrastrar mi espalda hacia atrás.


—Entonces, ¿por qué no estás allá?


—No era del trabajo, solo que el presidente Lorath quería conversar conmigo. No decidí ir por ciertos motivos personales. —indico, para beber del café.


Reina expresa una mueca de pesantez. Me ve mientras sus dedos acarician su rostro con una idea en la cabeza la cual desea estudiar. Extiende su mano para agarrar la taza de café y darle un sorbo.


—Él es tu jefe, ¿cierto? Si yo rechazo una reunión con mi jefe no me lo perdonaría. —menciona, para mantener la taza en sus manos.


—Este caso es diferente.


Reina sostiene sus ojos en el televisor, me alegra que se distraiga y no tenga oportunidad de leer mi rostro. Ella observa el programa hasta que algo la sorprende y gira con rapidez hacia mi para poner sus ojos en los míos.

Guerra del dominioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora