Capítulo 14

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Al cabo de las tres semanas pude aclarar mis ideas, estas llegaron a voluntad propia hacía mi con claridad y, con ello, un poco más de madurez. Al aislarme de todos también me privé de opiniones ajenas, de soluciones que podrían haber facilitado un simple duelo, pero aquella razón no me hizo evadir el hecho de afrontar la realidad. Me atendí a mí mismo dándome la oportunidad de ser mi propio soporte. El tiempo de ausencia me permitió recuperar la compostura, todo lo ocurrido en tan poco tiempo hizo que el desequilibrio en mi fuera fácil de descomponer, afortunadamente regresé a ser el mismo de antes. En mi tiempo de exilio del exterior me perdí de información al respecto de la asociación, todo lo que ocurría con Wanther, Winston, Lorath, Viver o incluso Mason. Es sorprendente como no me he enterado de nada por esos días de aislamiento, increíblemente la única persona que tuvo razón de mi fue Reina.


Desde el momento en que me presenté a su casa repentinamente la cercanía fue mutua. Nuestra amistad se vuelve más fuerte con el paso del tiempo. Entre más he hablado con ella he logrado notar su amabilidad, también es una persona entusiasta, un par de factores que hicieron relevar la tristeza y amargura en mi por mejores cosas. Aun así, una inquietud que constantemente me persigue es al respecto de su hermano. Ella me comentó como un hechicero de clase curativa fue a inspeccionar a su hermano, lamentablemente no pudo aportar lo suficiente para identificar un culpable en el niño. Me fue espeluznante cada relato sobre su hermano, la forma en que el menor se ve condenado a encadenar la muerte en sí mismo sin que un médico lo pueda ayudar, siquiera el mismo dominio tiene cura para algo tan imponente. ¿Qué arrastra una pobre vida que apenas conoce lo que es el mundo? Una fuerza tan abismal que ni el dominio medicinal puede encarar.


Desviando la lamentable situación de Reina, el resto de los días fueron dedicados a mi, un tiempo en el cual desaparecí de la sociedad para sumergirme en la soledad. No llamé a nadie, tampoco pregunté o siquiera alcé mi ojo a la ventana, me encapsulé del mundo como un oso en hibernación. No había forma de que alguien más pudiera ayudarme, no ofrecí voluntarios, no podía permitir que mi indefensa mente se revelase a quienes son incapaces de reconocerme, si el precio de esconderme es hallarme a mí mismo en un reflejo, tomé la oportunidad. Sin embargo, no me fue tan mal. Para hoy, un resplandeciente sábado a la hora perfecta de las diez de la mañana, solo me queda recibir al mundo como lo he hecho siempre. De costumbre, este día se empieza con recados de la semana. Siendo yo la única persona que habita en este departamento la comida se llega a escasear con lentitud, son muy pocas veces las que salgo a hacer este tipo de encargos a mi mismo. ¡Hoy es el día en que la sociedad me recibe luego de tantos días! Me he de preparar con tiempo de sobra, una ducha de agua caliente en un día soleado donde la humedad del agua se desprende por la habitación hasta empañar todo. Al salir, mi rostro se ve reflejado con distorsión en el espejo, pero al pasar mi mano por el cristal tengo mejor ángulo de mi rostro. Rasuro los pocos rastros de vello corporal en mi rostro. Luego expongo unas tijeras donde las empuño contra mi cabello. Comienzo un corte limpio con esos mechones blancos que dan nacimiento en zonas específicas de mi cabellera. La velocidad con la cual hacen aparición en mi cabello para despintar mi pelo es impresionante, por no decir sobrenatural. Al cortar cada mechón, un poco del cabello original se ve atravesado por los mechones blanco dejando que cabello grisáceo descienda al suelo. Con el cabello listo, me pongo encima una camisa gris con mangas negras, seguido de un pantalón de color azul marino.


Agarro mi dinero, identificación y guardo todo en mi bolsillo. Salgo del departamento cerrando la puerta con llave y luego bajando las escaleras del edificio. Estando afuera, doy a contemplar el brillante cielo, el sol desprende sus capas ardientes con fuerza, se siente un calor que contrarresta el increíble frío. Comienzo a caminar por las calles en dirección a la estación de autobuses. Al llegar solo espero a que llegue a la ruta del centro. Cuando el destino está próximo, la oleada de voces ofrecen una bienvenida cálida a la sociedad. Con los pies sobre el pavimento me preparo para emprender una búsqueda exhaustiva. Comienzo yendo rápido y sin perder el tiempo. Comienzo a sincronizar un adaptado orden donde empezaría por las verduras y frutas, seguido de la carne y todo en mayor a menor prioridad.

Guerra del dominioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora