Capítulo 18

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La confesión del Maestro fue una situación inoportuna que desenvolvió la cubierta de una fachada estrictamente elaborada por Lorath. Puedo recordar como mis pensamientos se tornaron en actitudes rebeldes, afrontando un cambio en el clima para cruzar la tempestad que alteró una adrenalina en mi. El foco de atención se fue pronunciado en una sola persona, el presidente Lorath. Entre las discusiones incrustadas por Mason y el Maestro ese día, todos concluyeron en un mismo objetivo. La figura de prioridad para esos criminales de motivarlos a producir estragos en las calles soy yo. Pero, es difícil concentrarse en mi riesgo cuando las dudar proceden una ejecución de presión en mi. En un cabo de días, me he encontrado practicando mi puntería con el presidente Lorath en busca de dar con el tiro a las inquietudes que rodean su imagen.


Recuerdo la vez que estuve bajo la autoridad de Katrina. Ella había comentado algo que en ese momento no era mi prioridad para brindarle la suficiente atención. La forma en que ella bromeaba con ser yo el nuevo esclavo de su jefe, esa mención tiene tantas interpretaciones para descifrar una sola persona. Las ideas crecen en mi, abundan mi mente con gran impresión. ¿Y si el Maestro está en lo cierto? ¿Qué sucede si ese cartel no está ansioso por escuchar información de mi parte? La realidad para tener ese argumento en mano como una última carta para poner sobre la mesa es que, sobre Lorath no sé al respecto de nada, lo único que sé son las mismas cosas superficiales que todos conocemos. Lorath, el presidente de la asociación de hechicería y dominio y participante de los altos líderes en el reino, es un ángel de Azherts y su aclamado dominio, el control. ¿Qué más voy a saber de él?


El presidente Lorath sabe más cosas de mi que de las que yo sé de él, ese es mi problema. ¿Qué ocurre si quien tuvo la orden de investigarnos confundió esta relación? Podría afirmar que es una respuesta sencilla, pero sería aventurarse a la teoría de un supuesto traidor en la asociación que realizó un terrible trabajo. No puedo imaginar a un mentiroso entre nosotros, una manzana podrida en el huerto, es más fácil imaginarlo que aceptarlo. A pesar de que la información se ve mal organizada, hay pocos argumentos a los cuales Mason encabeza con su razón, uno de ellos es acertar en cuanto a que el presidente Lorath me haya llevado a la biblioteca privada de los dominios, él me dijo que me sintiera afortunado de estar allí. A estas alturas ese comentario no me gusta en nada.


El cartel conserva un menor de edad cuya integridad está siendo abusada por el poder de sus jefes, esa es mi suposición debatida con la información adquirida. ¿Qué tan mal la pasa ese joven? Esa duda es producida para posicionarse en una balanza la cual discute quién la podría ir cargando peor, ese desconocido o yo. Me siento tratado como un objeto, es inevitable no sentirse así ahora. Muchas dudas se han posicionado como cartas mandadas desde una tierra lejana. ¿Qué ocurre si no me buscan en nombre del presidente Lorath? No hay forma de apostar si no hay modos para descubrir el acertijo. No tengo la menor idea de que tan caro es mi precio si aislamos las supuestas cosas confidenciales que he adquirido de Lorath, pero esta es la forma segura para tener asegurado que no tengo aquello que el cartel investiga de mi. Otra cuestión fue alzada en separación de Lorath, fue al respeto de como posiblemente la fuente del problema está en una frágil balanza cuyo peso, de manera inesperada, se desvía del cartel hasta mí. ¿Qué tal si en realidad sí acumulo información de primera? No tengo bases para afirmarlo, sin embargo tengo una pésima falta de memoria que podría catalogarse como amnesia. Por cuanto lo niegue, siempre tendré la diminuta idea que en realidad yo si tengo una pieza de valor resguardada en mí.


Las acusaciones contra el presidente son puestas en mí como su secretario, me enfrento a una culpa ante un fiscal que sospecha conocerme, adivina mi nombre y mi cometido. Me señalan a mí sin siquiera interceptar a Lorath como principal sospechoso, dejándolo a él con incluso más dudas que se me imposibilita contestar. Practicando estas preguntas, me sumerjo en tentaciones personales que siguen sin rastro final. ¿Qué hace el presidente Lorath en ese recuerdo? ¿Por qué me observaba en lo más alto de ese risco como un dios? Todo mientras dormía en su ausencia. Me pregunto como si fuera alguien ajeno a mi. Me preparo para responder, me acomodo en la silla, pero antes de pronunciar algo mi piel se eriza y la inmensa nada se avecina en una aproximación instantánea. El silencio concluye que no sé nada, la sensación extraña me deja paralizado. Lorath es un hombre reservado, un adulto que tiene toda la dedicación de su tiempo en su labor, la hechicería y el dominio. ¿Tal así será el grado de ocupación que me confiere información? Si alguien como él, de una alta posición social en, no solo el país, sino en el reino, ¿qué hacía un ser de relevancia en mi recuerdo? ¿Qué explica el destino para cruzar la presencia imponente del jefe de asociación de hechicería y dominio, un hombre de importancia a verme tirado en las rocas? ¿Por qué haría eso?

Guerra del dominioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora