Capítulo 12

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El viento arrastra mi cabello con brutalidad levantándose y dejándolo caer como el aleteo de alas. Mi brazo se extiende entre la puerta, justo donde el vidrio de la ventana se esconde. Mi cabeza recostada sobre mi brazo pierde las horas del día, la corta circulación de mi brazo por el peso de mi cabeza hace que la extremidad se ponga fría. No abro mis ojos, el viento me lo impide. Suelto un gruñido mientras me acomodo.


—No estás pretendiendo dormir, ¿verdad? —cuestiona el Maestro, sin poner sus ojos en mi.


Su voz tarda en llegar a mi causando que mi reacción sea lenta. Me enderezo mientras rasco mis párpados. El cansancio impide que pueda mantener mis ojos abiertos.


—No dormí bien. —me limito a responder, mientras uso mis brazos como una especie de almohada.


—Esa no es excusa para dormirte en una misión. —regaña, tratando de mirarme.


—Aún no llegamos, déjame recuperar algo de fuerzas. —contesto, malhumorado.


Mi mente vuela en un inmenso sueño. Siento mi cuerpo levitar y caer al suelo haciendo que brinque en mi posición. Me despierto en la realidad ante una suave patada en dirección a mi tobillo.


—Si te llegas a dormir yo puedo llegar a estrellar el auto. Te puedes morir. —advierte, buscando cualquier excusa para mantenerme presente.


—Deja de poner situaciones hipotéticas y déjame dormir. —reprocho, frunciendo el ceño.


El Maestro no responde al esperar alguna respuesta suya. Sin señales aparentes, regreso a la comodidad para soñar una vez más, pero apenas mi mano se encuentra con la fantasía el Maestro arrastra todo con sus palabras.


—¿Hablaste con el presidente? —pregunta, para alejar una de sus manos del volante y apoyarlo en su puerta.


—¿A qué va la eso?


El Maestro mantiene una pausa, una donde no se esconde mucho misterio.


—Esperaba que te aconsejara subir al rango A, pero no parece haberlo dicho. —confiesa, sin restringirse alguna verdad. Suena desilusionado por su situación.


Lo observo con inquietud. Sorpresivamente, era de esperarse. Todo lo que involucre subir de rango es obra suya, sin embargo lo que me sorprende más es el hecho que recurriera al presidente para llevar a cabo su cometido utilizando métodos, en parte, excesivos. El asunto hizo que entre el sueño diera con una reflexión curiosa, Lorath jamás insinuó algo al respecto del rango entre todos nuestros encuentros a excepción de un simple día.


—¿Le dijiste que me aconsejara subir mi rango el día en que se presentó el alcalde? —interrogue, esperando que mis sospechas no sean ciertas.


El hechicero Winston permite que un silencio nos nuble. Fue en unos largos segundos donde su voz se presenta en la conversación.


—Bingo. —dice, como si ganara la lotería.


Guerra del dominioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora