Capitulo dieciocho

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Dos días habían pasado desde que Hadrian había sido secuestrado y este ya se estaba hartando, ¿Cuánto más iban a tardar sus tíos en rescatarlo? ¡Era humillante! ¡Si hubieran sido magos al menos los que lo secuestraron podría usar su magia para escapar!. Un hechizo aquí y nadie descubriría que usó magia cuando se supone que no debería usarla pero no hubiera importado ya que estaría junto con otros magos y el ministerio no sabría quien lanzó el hechizo.

La situación se complicó al ser muggles los que lo secuestraron.

¡Muggles!

Era humillante. Estaba con las manos atadas al no poder usar magia ya que estaba en territorio muggle y el ministerio detectaría el uso de Magia. No quería darle al ministerio motivos para ser expulsado de Hogwarts así que por ahora no usaría magia hasta que esté en una de las mansiones Potter.

Sin embargo eso planteaba otro problema ¿Cómo iba a escapar de ese lugar? Al ser muggles no era tan complicado escapar pero para poder hacerlo debía ser paciente.

Sabía que eran lo suficientemente hábiles y astutos para burlar a los guardias que su tío contrató para cuidarlo pero no tan astutos como Hadrian.

Primero lo primero, si quería escapar primero tenía que liberarse de las cuerdas que lo tenían atado a la silla.

Para eso necesitaba algo filoso para cortar la cuerda. Recordaba haber visto que uno de los hombres siempre cargaba un cuchillo en su bolsillo. Si conseguía quitárselo, el resto sería fácil.

Esperaba que lo fuera.

El como conseguirlo iba a ser un problema y aunque no le gustaba el método para conseguirlo, sabía que no le quedaba otra opción si quería que el bastardo bajara la guardia.

Solo tenía algo claro, él iba a escapar de ese lugar. No le importaba mancharse las manos de sangre para lograrlo pero Hadrian iba a volver con su familia.

Hadrian se sentía humillado y se regañó a si mismo por haberse vuelto tan dependiente de la magia. La magia facilitaría todo pero no quería volverse como esos magos y brujas que les quitas la varita y ya son cachorros indefensos. Ni hablar.

La puerta se abrió repentinamente y sacó a Hadrian de sus pensamientos. En ese momento entró el hombre que cargaba el cuchillo. Hadrian decidió poner el plan en marcha.

Era sencillo porque no necesitaba decir nada ya que el hombre lo estaba mirando con lujuria. Hadrian se aprovechó de eso, una mirada seductora y un gesto sugerente más tarde y ya tenía al tipo al lado suyo manoseando todo su cuerpo.

Cayó. Hadrian aprovechó que el sujeto estaba distraído manoseando su cuerpo y le quitó el cuchillo. Dejaba escapar gemidos fingidos para que creyera que lo estaba "disfrutando" y no se detuviese. Mientras que él usaba el cuchillo para cortar la cuerda que lo mantenía atado.

Hadrian cortó la cuerda rápidamente y con el mismo cuchillo que tenía en las manos apuñaló al sujeto que lo estaba manoseando minutos antes.

Antes de que el sujeto soltará un grito de dolor, Hadrian lo dejó inconsciente. Le sacó las llaves y escapó rápidamente del cuarto.

Iba armado con el cuchillo que le sacó al tipo de antes. Avanzó con cuidado por el lugar tratando de encontrar la salida.

Por el camino solo se encontró a dos sujetos más a los que rápidamente dejó inconsciente. En momentos como esos agradecía infinitamente a su tío por hacerle tomar clases de defensa personal, boxeo y artes marciales desde pequeños. La paranoia de su tío estaba rindiendo frutos ahora.

Quince minutos después pudo encontrar la salida del lugar. Al salir del ese sitio dejó escapar un suspiro de alivio. Era libre. Se largó a correr como si su vida dependiera de ello para alejarse lo más posible de ese lugar.

No sabe exactamente cuánto tiempo estuvo corriendo pero no paró de correr hasta que logró ver un lugar que le resultaba familiar.

La estación de Kings Cross.

Fue un alivio verla por qué eso quería decir que no estaba lejos de la Mansión.

Empezó a caminar en dirección a su casa, ignorando las miradas que le daban por estar todo desaliñado, sucio y todo golpeado.

Para cuándo llegó a su casa ya había anochecido. Entró a su casa y fue directamente al salón donde casualmente estaba toda su familia reunida.

— ¡Hadrian!

Señor de la LuzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora