Capitulo catorce

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Luego de escuchar esa conversación, Hadrian siguió yendo a clases como si nunca hubiera escuchado nada. Sabía que Snape no se había dado cuenta de su presencia esa noche por estar enfocado en Quirrell. Aunque Hadrian trataba de ignorarla y seguir con su vida como si nada hubiera pasado, era evidente que algo lo molestaba aunque no tan evidente para que las personas a su alrededor se dieran cuenta de que algo lo perturba.

No era idiota para mostrar sus emociones tan abiertamente y más cerca de las serpientes que lo rodeaban. El mismo era de esa clase de persona por lo que sabía que no debía mostrarles ninguna clase de debilidad pues sabía que más tarde sería usada en su contra.

Luego de su demostración de poder, los Slytherin cambiaron su forma de ser con él, no estaba besando el suelo por que camina pero la hostilidad hacia su persona había bajado considerablemente luego de ese evento demostrando que no estaba rodeado de idiotas, al menos no completamente.

Los Slytherin no lo respetaban todavía pero si le tenían miedo, su demostración de ese día no fue olvidada tan fácilmente. Lo notaba. Notaba el temor en sus ojos cada vez que estaban cerca de él.

Sus compañeros de primer año no se acercaban a él todavía. Suponía que por orgullo. Lo entendía. Para ellos él era una sangre sucia y su educación les impedía acercarse a él. Además que era el enemigo de su señor.

Si, había muchos puntos en contra y tenía que pasar algo "memorable" para llamar aún más su atención para que sea considerado digno de su atención.

De todos modos, a Hadrian no podía importarle menos lo que pensaran de él. Al fin y al cabo para Hadrian ellos no valían la pena, sus niveles de poder no eran algo impresionante. Lo único llamativo que tenían era que eran Herederos de Familias Nobles pero aún así eran inferiores a su legado familiar, ellos deberían rogar por un minuto de su atención, no al revés.

En cuanto al resto de Hogwarts, todo seguía igual. Los profesores no lo odiaban pero tampoco les agradaba. Las demás casas eran insoportables. Lo odiaban y trataban de humillarlo cada vez que podían por lo que Hadrian los evitaba.

Entre estos los que más se destacaban eran Weasley y Granger. No sabía cuál era su maldito problema pero esos dos eran un fastidio total.

Afortunadamente, faltaba poco para que el año escolar llegara a su fin. Hadrian no se preocupaba. Sus notas seguían siendo las mejores y su desempeño seguía siendo perfecto. Sus profesores no podían negar su talento y lo poderoso que era.

Sin embargo, debe admitir que en el fondo le hacía ilusión hacer un amigo. Uno sincero que este para él sin importar nada. Era un deseo tonto pero una pequeña parte de él quería a alguien que lo viera a él, a Hadrian. No al hijo de su tío, no al heredero, no al prodigio, no al niño bonito y no al mago poderoso. Porque al final del día solo era eso.. Hadrian.

Hadrian sacudió su cabeza alejando esa clase de pensamientos, era tonto se dijo. No existía nadie que no lo viera como una herramienta o un arma.

Dejo escapar un suspiro lleno de decepción y avanzó en directo del tercer piso donde estaba la bestia de tres cabezas.

Hadrian no podía sacarse esa inquietud de la cabeza. Sabía que se estaba perdiendo de algo importante y no sabía que pero.. lo que si sabía es que Dumbledore puso la piedra en el colegio por algún motivo y sabía que ese motivo no era nada bueno así que se arriesgo, decidido a conseguir esa maldita piedra. Ya vería luego que hacer con ella pero por ahora decidió que estaría mejor bajo su protección que cerca del viejo.

Avanzó con cuidado hasta el tercer piso y llegó a la puerta de la habitación donde reside el perro de tres cabezas. Movió su varita buscado alguna protección y encontró una barrera que le avisaba al anciano si alguien pasaba esa puerta. Al parecer no era tan idiota después de todo el viejo.

Desactivó las barreras con mucho cuidado y sin dejar rastro que lo incriminara. Cuando entró, se encontró con el perro gigante de tres cabezas y sin perder el tiempo invoco una piano encantado que tocaba una melodía. Al segundo el perro cayó dormido.

Pasó por la trampilla y aterrizó en una planta que rápidamente se dió cuenta de cuál se trataba, lazo del diablo. Un pequeño encantamiento más tarde y ya estaba libre de esa cosa. No es que le disguste herbologia pero aún así, las plantas no eran lo suyo. Le dejaba eso al chico Longbottom.

Para cuándo llegó a la otra habitación, se encontró con muchas llaves voladoras. Un hechizo de invocación y listo. Fácil.

Honestamente no sabe que pensar de las personas que diseñaron estás trampas. O son arrogantes o subestiman demasiado a sus enemigos. No sabía cual le causa más conflicto.

Aunque gracia a cualquiera de las dos, le facilitaron el trabajo de recuperar la dichosa piedra.

Los siguientes fueron una broma total. Honestamente, ¿Un tablero de ajedrez gigante? ¿Un troll? ¿Una adivinanza? ¿Es que son idiotas? Fueron trampas ingeniosas sin dudo pero aun así ¿A quien estaban tratando de detener de robar la piedra? ¿A un Squib? Solo un Squib o alguien idiota caería ante eso. Están tan confiados en su poder que subestiman demasiado a sus enemigos.

Luego de su berrinche interno por qué las trampas no eran lo suficientemente buenas llegó a la última habitación y ahí lo vió.

El espejo de Oesed

Supo de inmediato que esa trampa fue hecha por Dumbledore. Tenía su firma por todos lados. Sin embargo, el tipo es un idiota total. ¿Por qué no puso una falsificación y guardo la piedra en su poder? No sé queja porque le facilita el trabajo pero aún así, ¿Tan arrogante es el viejo senil?

Suspiro y escaneo todo el lugar en busca de barreras o trampas y desactivó todas. Lentamente se acercó al espejo y se vió reflejado.

Automáticamente apareció ante él su deseo más profundo. Su alma gemela. Su otra mitad. Un suspiro de tristeza se le escapó. Sabía que no podía ser. Que todavía no era momento. No es el momento adecuado pero sabe que cada vez se acerca la hora de su encuentro y lo anhela.

Sabe que a pesar de todo, todavía es jóven y falta mucho por aprender. Once años no son nada comparado con su alma gemela y no importa que tan poderoso sea, todavía no es tiempo de su encuentro y los dioses lo saben.

Con un suspiro tomo la piedra que su amado puso en su bolsillo y borró todo rastro suyo de ahí, dejo una falsificación casi idéntica a la original y se marchó.

Cuando llegó a su habitación, sacó una caja que mandó a hacer hace un mes. Le dejó el encargo a los duendes pues no confiaba en los magos para este trabajo. Escondió la piedra en la caja y la selló. Colocó todas las protecciones que sabía, incluida una barrera de sangre. Con esa barrera nadie aparte de él podría abrir la caja. Rápidamente la escondió en su baúl bajo la capa de invisibilidad.

Nadie se daría cuenta que la piedra faltaba hasta que sea demasiado tarde y para ese momento, Hadrian estará en su casa con su familia. Los extrañaba.

Con ese pensamiento se fue a dormir.

Esa noche soño con uno ojos rojos que lo veían con amor y a la vez con astucia.

Pronto..

Señor de la LuzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora