Capítulo veinticinco

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«Hola, Hadrian Potter. Mi nombre es Tom Riddle. ¿Cómo ha llegado a tus manos mi diario?»

Estas palabras también se desvanecieron, pero no antes de que Harry comenzara de nuevo a escribir:

«Alguien intentó tirarlo por el retrete.»

Aguardó con impaciencia la respuesta de Riddle.

«Menos mal que registré mis memorias en algo más duradero que la tinta. Siempre supe que habría gente que no querría que mi diario fuera leído.»

«¿Qué quieres decir?», escribió Hadrian.

«Quiero decir que este diario da fe de cosas horribles; cosas que fueron ocultadas; cosas que sucedieron en el Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería.»

«Es donde estoy yo ahora», escribió Hadrian «Estoy en Hogwarts, y también suceden cosas horribles. ¿Sabes algo sobre la Cámara de los Secretos?»

El corazón le latía violentamente. La réplica de Riddle no se hizo esperar, pero la letra se volvió menos clara, como si tuviera prisa por consignar todo cuanto sabía.

«¡Por supuesto que sé algo sobre la Cámara de los Secretos! En mi época, nos decían que era sólo una leyenda, que no existía realmente. Pero no era cierto. Cuando yo estaba en quinto, la cámara se abrió y el monstruo atacó a varios estudiantes y mató a uno. Yo atrapé a la persona que había abierto la cámara, y lo expulsaron. Pero el director, el profesor Dippet, avergonzado de que hubiera sucedido tal cosa en Hogwarts, me prohibió decir la verdad. Inventaron la historia de que la muchacha había muerto en un espantoso accidente. A mí me entregaron por mi actuación un trofeo muy bonito y muy brillante, con unas palabras grabadas, y me recomendaron que mantuviera la boca cerrada. Pero yo sabía que podía volver a ocurrir. El monstruo sobrevivió, y el que pudo liberarlo no fue encarcelado.»

En su precipitación por escribir, Hadrian casi vuelca la botellita de la tinta.

«Ha vuelto a suceder. Ha habido ataques y nadie parece saber quién está detrás. ¿Quién fue en aquella ocasión?»

«Te lo puedo mostrar, si quieres», contestó Riddle. «No necesitas leer mis palabras. Podrás ver dentro de mi memoria lo que ocurrió la noche en que lo capturé.»

Hadrian dudó, y la pluma se detuvo encima del diario. ¿Qué quería decir Riddle? ¿Cómo podía alguien introducirse en la memoria de otro? Miró asustado la puerta del dormitorio; iba oscureciendo. Cuando retornó la vista al diario, vio que aparecían unas palabras nuevas:

«Deja que te lo enseñe.»

Hadrian meditó durante una fracción de segundo, y luego escribió una sola palabra:

"Bueno"

Las páginas del diario comenzaron a pasar, como si estuviera soplando un fuerte viento, y se detuvieron a mediados del mes de junio. Con la boca abierta, Hadrian vio que el pequeño cuadrado asignado al día 13 de junio se convertía en algo parecido a una minúscula pantalla de televisión. Las manos le temblaban ligeramente. Levantó el cuaderno para acercar uno de sus ojos a la ventanita, y antes de que comprendiera lo que sucedía, se estaba inclinando hacia delante. La ventana se ensanchaba, y sintió que su cuerpo dejaba la cama y era absorbido por la abertura de la página en un remolino de colores y sombras.

Notó que pisaba tierra firme y se quedó temblando, mientras las formas borrosas que lo rodeaban se iban definiendo rápidamente.

Enseguida se dio cuenta donde estaba. Era Hogwarts, solo que lucía diferente a la que conocía. Observó con cuidado el lugar viendo como unos magos se llevaban lo que parecía ser el cuerpo de una persona. Cerca de donde se encontraba, había un chico de aproximadamente dieciséis años. Su cabello era negro con rizos que caiansobre su rostro perfectamente peinados. Sus ojos azules eran penetrantes y algo en ese chico le llamaba la atención.

Señor de la LuzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora