Capitulo 7: Goku

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"¡Kakarotto!"

"¿Dijo algo, presidente Trunks?"

Sin embargo, la voz de Khino, era solo un ruido de fondo distante.

Toda la atención de Vegeta estaba enfocada en otro sitio, no muy lejos, hacia un grupo de guardias que salían del palacio imperial. Hacia uno de los guardias para ser precisos.

Un hombre alto, musculoso, de pelo negro recogido en una coleta descuidada, del que caían un par de flequillos sobre sus ojos oscuros.

Ojos que Vegeta conocía demasiado bien como para confundirlos, ojos con los que había compartido gran parte de su vida, pero que en ese momento tenían una expresión mucho más apagada. Sin alegría, sin ira, sin luz.

Sin embargo, Vegeta no le dio importancia a esa falta de brillo. Un torrente de recuerdos inundó su pecho, todas las grandes batallas, las discusiones, las peleas, las sonrisas que no había sido capaz de contener, las aventuras. Todo paso frente a sus ojos, desde el primer encuentro en aquel rocoso desierto, hasta la última vez, en aquella habitación en las Montañas Paoz.

Habían pasado diez años y por una parte se sentía como si fuese ayer, y a su vez como si hubiera pasado un siglo.

Por un momento Vegeta olvidó todo, sus ganas de patearle el trasero, cada insulto que tenía preparado. Su único instinto era correr a su encuentro, tomarlo por los hombros y agradecer al cielo y las estrellas que lo había encontrado.

Pero incluso olvidó que esa no sería su mejor jugada, no en ese instante, no en ese lugar del que todavía sabían muy poco.

"¡Kakarotto!" lo llamo más fuerte, mientras Raditz lo agarraba del brazo para evitar que se alejara demasiado. "¡KAKAROTTO!" le gritó.

Como si de repente hubiera sido atacado por una descarga eléctrica, el guardia en cuestión abrió los ojos, su mirada casi mostraba terror. Se giro lentamente y finalmente se encontró con la mirada del príncipe.

Ese choque de miradas fue totalmente alienante, casi distorsionando la realidad a su alrededor.

De repente, era como si nada más existiera.


Kakarotto levanto la cabeza y lo miro a los ojos. Las estrellas brillaban, los iris brillaban, aunque negros. Extendió la mano hacia la muñeca de Vegeta y la apretó un poco. Vegeta sintió la necesidad de separarse como lo había hecho muchas veces. Nunca le había permitido ese contacto, Vegeta odiaba el contacto. Pero esa noche, el impulso no era tan fuerte. Tal vez su impulso fue poner una mano sobre la de Kakarotto y darle algo de fuerza, pero solo se detuvo debajo de las yemas de sus dedos.

"Al menos estarás allí, conmigo" murmuro Kakarotto, expresando las palabras que Vegeta nunca diría. Pero si, de alguna manera sintió que podrían tener razón.

Al menos estarían juntos.

Al menos tendría a Kakarotto.


Esa promesa tacita que por primera vez en más de una década había vuelto a brillar, consistente, luminosa.
Había oscuridad a su alrededor, oscuridad en Morvir, pero una luz brillante en su pecho.


"No quiero ir a casa. ¿Podemos... podemos quedarnos un poco más?"

La mano de Kakaortto todavía envolvía su muñeca. Su mirada era nublada, lucida, de quien tenía demasiadas lagrimas retenidas. La pérdida de Krillin había sido un golpe, y Vegeta no tenía el corazón para negarse.

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