3. Gusanos.

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Porchay despertó con una pequeña mano tirando de su pijama. Un par de ojos oscuros y una sonrisa con hoyuelos le dieron los buenos días. El chico bostezó, antes de levantarse y seguir al hiperactivo bebé que echó a correr por el pasillo.

Los guardaespaldas guapos le dieron los buenos días, y Venecia lo llamó, golpeando impacientemente una puerta de cristal con sus puños.

- ¡Aquí! ¡Quiero aquí!

- Está bien, pero primero tenemos que tomar el desayuno y cambiarnos de ropa, ¿de acuerdo?

El castaño tomó en brazos al bebé mientras pensaba de dónde diablos iba a sacar un traje de baño. Pero Venecia parecía especialmente enérgico esa mañana, por lo que entre risas, regresó a la habitación y sacó de su closet un pequeño short con tiburones junto a unas sandalias negras.

Ponerle el bloqueador convirtió el espacio en un campo de batalla, con Porchay llenando toda la cama con el líquido y Venecia retorciéndose con cosquillas cada vez que el chico le ponía las manos encima. Después de lo que definitivamente se sintieron más que sólo 15 minutos, Porchay salió al pasillo de nuevo, encontrándose con Big.

- Deja que vaya a la piscina, Ken lo está esperando en la puerta. Y tú ven conmigo.

Obedientemente, el chico lo siguió y se sorprendió al darse cuenta que se enfilaban hacia la habitación de Kim, quien de hecho, aún no llegaba a casa. Porchay se quedó parado en la puerta mientras observó a Big buscar algo en un closet incluso más grande que el que estaba en la habitación de Venecia.

El guardaespaldas le entregó un short negro y un par de toallas.

- Debería quedarte bien, y quita esa cara de muerto. No va a darse cuenta, no puedo recordar la última vez que usó un traje de baño. De todos modos, te llevaremos de compras después.

Porchay fue a su habitación a cambiarse y volvió a la piscina, encontrándose a Venecia metido en un inflable de pingüino mientras chapoteaba alegremente. Antes de poder decirle que habían acordado tomar el desayuno primero, una de las cocineras apareció con una bandeja llena de fruta y waffles.

Bajo la mirada extrañada de Ken, se acercó a la orilla y se sentó, dejando que sus pies se sumergieran en el agua tibia. Antes de que el guardaespaldas pudiera decir algo, Big apareció, dándole una mirada de advertencia.

Marcas de abusos y huesos rotos que sanaron mal.

Ya era bastante que el chico se sintiera lo suficientemente cómodo como para ponerse el short y dejar sus piernas expuestas. La camiseta de manga larga que seguramente escondía cicatrices no les incumbía a ellos.

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- Bien, último bocado, di "ah"

Venecia le dio una sonrisa traviesa antes de girar en su pingüino y alejarse con toda la rapidez que sus regordetas piernas le permitían. Porchay se rio, persiguiendo al bebé con el tenedor. Big y Ken seguían en la terraza también.

Big estaba dándole la última mordida a su waffle cuando su teléfono vibró en su pantalón. Al sacarlo y mirar el mensaje que le había enviado el guardia de la entrada, le hizo una seña a Ken. El de ojos claros salió del lugar y Big se acercó al par metido en la piscina.

- Porchay, hora de salir. Ven acá. Rápido.

El castaño se puso nervioso. ¿Qué diablos estaba pasando? ¿Alguien los estaba atacando? Con el corazón latiéndole fuertemente, sacó con cuidado a Venecia del inflable y alcanzó la toalla de pato que había puesto en la silla. Big le puso una toalla sobre los hombros y antes de que pudieran volver al interior del departamento, el ruido proviniendo del pasillo ocasionó que el guardaespaldas le hiciera una seña para que se detuviera.

¡Mío!♡Donde viven las historias. Descúbrelo ahora