6. Arcadia

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Los días empezaron a pasar de manera excepcionalmente lenta.

Aquel encuentro en el elevador se sentía casi como un recuerdo lejano. Apenas había visto al Señor Kim en la última semana. Lo cual era bueno. Definitivamente bueno.

Aparentemente, ese día había cesado su ataque contra él porque tenía una reunión de negocios con alguien en el primer piso. Eso lo puso a pensar. Se sintió un idiota por no notar antes que nunca había visto a algún otro "vecino" en ese lugar.

La respuesta era evidente. El edifico entero era del Señor Kim, y cada piso estaba acondicionado para un uso particular. El primero funcionaba como una especie de sala de reuniones enorme, usada sólo para sus socios más cercanos. Y por alguna razón, la de ese día no había salido demasiado bien.

Por lo que el Señor Kim había pasado el resto de la semana moviéndose por la ciudad, teniendo más reuniones y tratando de arreglar el problema.

La paz que vino después del desastre se sintió casi como un regalo.

Porchay evitó como pudo la charla de padres preocupados de Ken y Big. No hacía falta escucharla, porque definitivamente eso no podía volver a pasar. Le costó bastante, pero empezó a convencerse a sí mismo de que su falta de respuesta había sido simplemente debido a la sorpresa. ¿O al miedo?

Sabía que Kim tenía intenciones ocultas con él, pero jamás se imaginó que serían de ese tipo.

Hasta donde tenía conocimiento, era el único de los hermanos T. a quien nunca le habían atraído los hombres. Conocido por ser un casanova, el hermano menor nunca había cedido a las muchas propuestas masculinas que había tenido en su vida.

¿Entonces por qué él?

El castaño sabía de sobra que no había nada especial sobre él. No tenía dinero, ni venía de una familia de renombre. No conocía los protocolos sofisticados de etiqueta ni iba a recibirse en la mejor universidad del país. No tenía una cara de ensueño y su cuerpo era sólo la prueba de su pasado tormentoso.

Pero aparentemente, incluso sin quererlo, se las había arreglado para atraer su atención de una forma extraña.

De la manera que fuera, si algo así volvía a suceder, él tendría que tragarse su miedo y poner las cartas sobre la mesa, por más suicida que la idea pareciera.

Después de todo, lo habían contratado para ser niñero, no para compartir las funciones de Maryam o cualquier otra de sus chicas.

**++

La plantilla entera de servidumbre de Kim miraba a Porchay como si hubiera perdido la cabeza.

Venecia llevaba unos buenos 20 minutos gritando y llorando. El pequeño tiraba de los pantalones del castaño mientras pataleaba, pero Porchay parecía inmune a su berrinche.

- Tu no caso!

- Ya hable contigo, eres tú quien no hace caso.

El chico siguió picando tranquilamente fruta para luego ponerla en un tazón, mientras las aterrorizadas miradas de las cocineras se clavaron en él. ¿Qué estaba haciendo? Venecia era un T. Uno no podía simplemente decirle que no a un Theerapanyakul. Sin importar si se trataba del patriarca o del heredero menor de la familia.

Porchay parecía estar buscando una ejecución pública.

Finalmente, Venecia pareció darse por vencido, y aun con lágrimas cayendo por sus mejillas, corrió hacia la sala. Ken lo atrapó cuando alzó sus brazos hacia él y le acarició la espalda para tratar de calmarlo.

¡Mío!♡Donde viven las historias. Descúbrelo ahora