8. Buen chico

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Kim miró a Porchay tendido en la cama, un deje de emoción recorriendo su cuerpo.

Se veía tan terriblemente vulnerable... Y a él le picaban las manos por tocar.

Estiró su mano, apartando la manta que lo cubría. Seguía llevando únicamente su ropa interior de color negro, que no hacía nada por esconder su indeseada erección.

Paseó de manera suave dos dedos sobre su estómago, mordiéndose los labios al notar lo caliente que estaba su piel, y la manera en que su cuerpo tembló al contacto.

"Debe estar terriblemente asustado"

Kim se rio con suavidad.

Ahora... ¿qué hacer con él? Kim lo deseaba, . Los estimulantes no eran el problema. El problema era que le habían dado demasiados y Porchay estaba completamente fuera. Su cuerpo reaccionaría, pero su perturbada mente no podría distinguir quién estaba sobre él.

Kim lo quería despierto, perfectamente consciente de todo el dolor y el placer que iba a darle. En ese momento, para el chico esas manos podrían ser suyas, de Big, de Ken o incluso de ese patético mocoso que estaba obsesionado con él.

Las cosas no iban a funcionar así.

La tentación era grande, pero su mejor opción era dejar que Porchay se las arreglara solo hasta que estuviera más consciente. Entonces se divertirían juntos.

Aun así, no podía dejar de mirar. No podía obligarse a salir de la estúpida habitación del mocoso. En su mesa de noche, junto a las medicinas que el médico le había dejado, había una foto enmarcada de él y su hermano. El parecido era perturbador. Porchay era una copia de su hermano en formato más delgado y con rizos. Y mucho más apetecible.

En una de las paredes, un montón de dibujos mal coloreados de Venecia, pegados con cinta como decoración. En todos ellos, en alguna parte, había un corazón de color azul, el favorito de Venecia.

¿Tal vez la vida trataba de decirle que dejara en paz a este pequeño ser indefenso?

Terminar así había sido su maldita culpa. Nadie le dijo que se moviera de la sala principal, ni que interactuara con otras personas. El mocoso había querido jugar a ser mayor y el resultado estaba claro.

Antes de poder dar un solo paso hacia atrás, Porchay emitió un sonido. Un lloriqueo apenas audible, una muestra de claro sufrimiento, aún en su inconsciencia.

Kim se acercó de nuevo, tocándole la cara con suavidad. Era tan bonito así de atormentado.

En un movimiento inesperado, el chico giró su cabeza con pesadez, recargando su acalorada cara en la mano que le ofreció consuelo.

El hombre mayor gruñó. ¿Mejor temprano que tarde?

**++

En su propia habitación, Big daba vueltas.

- ¿Puedes quedarte quieto? – su compañero acababa de contarle la situación, Y Ken podía entender su arranque pero... - no es como si pudiéramos ir allá y hacer un escándalo.

- ¿Cómo puedes estar tan calmado? ¿Te das cuenta de lo que va a pasar? ¡Es nuestra maldita culpa! Yo por no cuidarlo como debía... y tú por hacerle pensar que podía manejar a Khun Kim.

Ken se abstuvo de responder a la provocación. Big estaba más allá de las palabras. Se sentía cansado, y culpable. Y estaba desquitándose con él, pero iba a dejarlo hacerlo porque en buena medida, sabía que tenía razón.

El teléfono en los pantalones de Big empezó a sonar. Con un resoplido de fastidio, el guardaespaldas salió al pasillo para tomar la llamada. Era extraño. No tenía el número registrado. Estaban llamando a su teléfono de trabajo, el que se suponía que sólo tenían otros guardaespaldas o los Theerapanyakul.

¡Mío!♡Donde viven las historias. Descúbrelo ahora