10. Amor

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La puerta de la habitación seguía abierta. El castaño estaba sentado en el piso, de espaldas a su cama. Apenas pareció registrar a Venecia entrando a toda prisa. El pequeño levantó sus regordetas manos y trató de limpiarle la cara.

Big se quedó parado en el marco de la puerta. Se acercó solamente cuando el chico le hizo una apenas perceptible seña con una mano. No quería que el bebé lo viera así. El guardaespaldas se acercó con lentitud y alejó a Venecia.

- Necesito que seas un niño grande, ¿bien? Ve con Ken y ayúdalo a vigilar a tu tío Kim. Yo me encargaré de que Porchay tome una pequeña siesta y estará como nuevo cuando despierte.

Venecia lo miró con desconfianza, pero asintió y volvió a abrazar a Porchay antes de salir de la habitación.

El chico se levantó, enfrentándose a Big con la mirada perdida. El hombre mayor se quedó parado frente a él, sin saber realmente qué hacer. ¿Por qué algo que podía parecer tan pequeño como una bofetada podía resultar en lo que tenía enfrente? ¿Cómo volver a poner los trozos de Porchay en su lugar?

- Estoy bien. Puedo manejarlo.

Big estalló en rabia.

- ¡¿Manejarlo?! – se dirigió al baño, donde sacó una toalla húmeda antes de volver y tallarla en la cara del castaño - ¡¿Te parece que esto es manejarlo?!

Él no respondió nada. Subió una de sus manos y tocó su mejilla magullada. Las marcas estaban desapareciendo, pero aún le dolía. Big se tomó la cabeza con frustración.

- Tengo que sacarte de aquí.

- Sabes lo que pasará si interfieres... Jamás escaparía sabiendo el desastre que dejé atrás. Tampoco puedo abandonar a Venecia así.

- Porchay por favor... puedes por una maldita vez en la vida... ¿pensar en ti? Kim es un lunático, ¿entiendes? Cualquiera que fuera la fantasía que tenías con él, se desbarató. Ahora lo conoces por lo que es. Si quiere usarte como saco de boxeo no resistirás el tiempo que te queda aquí. Lo he visto destrozar gente a puño limpio.

Porchay recordó la manera casi dulce en que el Señor Kim lo había sostenido aquella última noche que durmieron juntos, y apretó sus labios con fuerza antes de dejar que se le escapara algo patético como "No me lastimaría así". ¿Qué lo detendría de hacerlo de nuevo?

Era doloroso, pero también muy claro que ninguna de esas cosas, de esas acciones había tenido un valor real para su jefe. Porchay creyó, ilusamente, que podrían ser el principio de algo distinto. Creyó que el hombre al fin estaba bajando la guardia y sintiéndose cómodo con él.

El dolor en su pecho se convirtió en un nudo en su garganta que amenazaba con explotar. ¿Por qué era siempre tan estúpido? ¿Qué le hizo pensar que ese despiadado hombre de la mafia cambiaría de la noche a la mañana? ¿Qué él valía la pena que cambiara?

Eran sólo un par de semanas más, pero sabía que Big tenía razón. ¿Lo lograría? Honestamente, no estaba preocupado por ser el saco de boxeo. Lo había sido antes. Muchas veces. Sin importar qué tan malas fueran las heridas, siempre lo superó.

Algo en su cabeza susurró con tristeza. Porque Porsche había estado a su lado. Ahora estaba solo.

Ken y Big estaban allí, pero jamás esperaría o les pediría que fueran en contra de Kim por él. Era una sentencia de muerte. Que lo consolaran ya era suficiente.

Y Kim... sus golpes eran terribles. Pero sus palabras lo eran aún más. Y él seguía sintiéndose como un imbécil. Un imbécil solitario que se apegó al hombre que no sólo prácticamente lo había secuestrado, sino le dejó claro desde el primer momento qué cosa era lo único que quería de él.

¡Mío!♡Donde viven las historias. Descúbrelo ahora