Capítulo 2

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MARTINA

Solo recuerdo mis gritos desesperación y mis manos clavadas al piso, mis lágrimas caían sobre mi rostro y me movia para todos lados, con mis piernas pero era inútil no podía con su fuerza, cerre los ojos y solo se escuchaba el ruido de mi remera rompiéndose y eso me alteraba más y gritaba aún más fuerte
—¡Sueltame! Solté una palabra como pude rota en llanto y seguí insistiendo - ¡sueltame por favor! —Lo intentaba empujar pero cada intento era inútil
Me puso su mano en la boca y yo ya no pude hacer más nada lo último que se me cruzo por la cabeza; era mis amigas, mi familia y mi abuelo. Con la respiración ya cansada, mis ojos se cerraron aprendolos muy fuerte y ya no recuerdo más nada.

Cuando desperté solo era una cosa toda rota y me daba asco a mi misma así que agarre el suéter que llevaba en mi mochila y me lo coloque como pude, luego subí a mi bici y mis pies comenzaron a peleadear.

Llegue a casa eran como las cuatro de las mañana y todavía se sentía ruido de fiesta, de celebración así que entre por la puerta de atrás lo más despacio posible sin hacer el más mínimo ruido y subí las escaleras hacia mi cuarto corriendo. Por suerte todos estaban en las suyas, pasados de copas, muy felices por el triunfo de papá ¿quien iba a notar que no estaba?.

En el baño de mi habitación, me saque la ropa y me metí a la ducha, abrí la regadera dejando caer el agua hacia mi cuerpo, necesitaba limpiar mi cuerpo, necesitaba sacar sus malditas manos de mi, necesitaba sacarme el sabor a asco, hasta que no pude más, el dolor se apoderó de mi y solté un llanto desconsolado, mis lágrimas corrían sobre mi rostro pero no sentía alivio, no podía más

—¿porque me pasó esto?— me pregunte casi sin poder hablar y entre llanto, puse mis manos en la pared y el agua seguía cayendo sobre mi, intentando aliviar el dolor.

Luego de unos minutos, tomé la toalla y me envolví el cuerpo, acercándome hacia el espejo y me miré y mis lágrimas seguian cayendo como una laguna.

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Ya pasaron cuatro semana de esa noche oscura que no quiero recordar, pero por más que lo intente se me vienen imágenes borrosas y confuso, del mal nacido, del hijo de puta que me cago la vida, me cago la forma de ver la vida, me cago el poder salir tranquila sin miedo y el no estar pendiente a que me pueda volver a pasar, vivo aterrada ya no soy la misma todo de mi cambio.

Obio que mi familia no sabe nada nunca me atreví a hablar con ellos, es que cada uno está en su mundo y papá en el mundo de la política y yo siempre quedo en el último plano.

En fin cuatro semanas, Para ser más específica un mes, un mes donde vivo un calvario y me están sucediendo cosas que nunca me imagine que me iban a pasar en la vida.

Llevo días sintiéndome mal y nose cual es la razón, supongo que es el estrés, por todas las cosas que tengo en mi cabeza y ensima de eso pues necesito trabajar así que empece a mandar currículos a todos los hospitales de la cuidad y papá como siempre me dice que no necesito trabajar y que si fuera el casó el se encarga de ponerme en un buen puesto pero obio le negué todo porque quiero conseguir las cosas por mi esfuerzo, el nunca va a entender eso...

Me encuentro en mi habitación ordenando las cosas de mi trabajo porque tengo que tener todo listo por si alguien me llama para alguna entrevista y en eso sonó la puerta

— ¿donde esta la amiga más diosa?— Dijo caro abriendo la puerta con una sonrisa en su rostro
—Sonrei— ya pasa, ¡señora!

Caro entro se sentó en mi cama y me miraba sonriente
— amiga, ¿que onda ya tienes todo para llevar al hospital?
—Asenti—servi un vaso de jugó para las dos. Pero de pronto sentí como si el piso se moviera y me sostuve de mi escritorio.
Caro se acerco asustada y sostenía mi brazo
—Amiga ¿estas bien? — su cara estaba pálida y no dejaba de mirarme asustada
— suspire y baje la mirada—en realidad no
— me preocupas boluda — su mirada era cada Vez más asustada-
—hace días que me siento mal y —trague saliva y mis ojos se convirtieron en cristales y era inevitable soltar las lágrimas, así que me senté en la cama y empecé a hablar
—la noche en la que fuimos a rendir el final —entre lágrimas y tragando saliva intentando seguir hablando— me pasó algo horrible, me violaron amiga.

Caro se quedo en shock con la noticia y comenzaron a caer lágrimas sobre su rostro y lo único que hizo fue abrazarme fuerte
— Tenemos que hacer la denúncia tini— mientras seguía su abrazo fuerte
— No no; ¿de que sirve? He visto casos donde la investigación tarda mucho

Caro no paraba de llorar y me acariciaba el rostro dándome fuerzas
— No estas sola ¿ok?
— Lo se- me limpié las lágrimas y solté un pequeño suspiro—de esto nadie debe saber por favor.

Caro no estaba muy convencida y caminaba nerviosa.

—tu papá tiene que hacer algo tini
-—Me pare y me acerque a ella—¡por favor!
— Esta bien respeto tu decisión ¿fuiste al medico?

Ante su pregunta solo pude bajar la mirada y comencé a ponerme nerviosa
— ¿que pasa tini?, te conozco.
—Tengo un retraso y yo soy muy regular
— ¡ Mierda!

Luego de unos minutos sin saber que hacer caro decidió ir a la farmacia por una prueba de embarazo, no quedaba otra que sacarnos la duda
—¿y? Escuche la voz de caro en voz baja desde el baño.

Salí del baño llorando desperada con la prueba en mi mano no podía creer lo que veían mis ojos, tenía que ser una pesadilla no podía estar embarazada de ese mal nacido.
—Tranquila, estoy aquí y juntas vamos a enfrentar todo—me decía caro mientras me abrazaba llorando

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Después de días llevando el currículo a todos los hospitales por fin llegó lo que esperaba
—policía: quedaste en el trabajo para una prisión como enfermera
— de ninguna manera— en tono de reproche por parte de papá - mi hija no va a trabajar ahí.
—Revolie mis ojos y lo miré seria— ¡acepto! Es mi vida no la tuya papá ya déjame en paz.
— polícia: perfecto señorita
— ¿cuando puedo empezar?

SEBASTIAN

Ya pasó un mes, un mes que estoy acá adentro, un lugar oscuro frío para mi gusto prefiero mil veces la callé, estoy acostumbrado a esto porque cada vez que termino acá en la cárcel siempre me las arreglo para salir pero siento que esta vez es diferente va a ser difícil porque nos atraparon con las manos en la masa y vamos a necesitar un buen abogado y cobran demasiado costoso.

Lo único que me preocupa estando aquí adentro era mi mamá y mis hermanos, así que tendré que buscar la forma de hacerle llegar un dinerito pues.

Era la hora de almorzar así que después que me pusieron mi comida en la bandeja me fui a sentar a una mesa
— hermano, David —se sentó y me miro fijo— te tengo ¡noticias!
—Mientras comía mi comida— lo miraba serio—¿que pasa ahora?
— te tengo un trabajo para ti que puedes ganar mucho dinero— susurro en voz baja.
—A ver ¡dime! Sin vueltas
— que puedes vender desde aqui incluso es buen paga
—¿y que tengo que hacer?
— pues hablar con el que maneja todo aquí
— suspire— si tengo que seguir ordenes no quiero.

En ese momento vi como un tipo grandote con brazos fuertes y una cara particular se acercó a nuestra mesa y golpeó con su puño
— ¡que hacen en mi mesa! ¡Nadie puede sentarse acá!— grito enojado mostrando su diente de oro.
— Me levante y lo mire serio—¿quien dijo que esta mesa es tuya? Tu no eres nadie.
— repite lo que dijiste— se acerco más a mi y saco su cuchillo.

Sabía que esto no iba a terminar bien, todos los que estaban ahí se pararon y empezaron a alentar diciendo
—¡ pelea pelea!
Cuando me pongo en pose para darle una piña el solo mostró su cuchillo y me lo clavo en el hombro y caí al suelo.

En eso vino la policía y separo a todos, volvieron a sus celda y me llevó al hospital de la prisión.

Me senté en la camilla y con una mano sostenía un trapo en la herida que no paraba de sangrar. La oficial que estaba allí dijo
—quédate quieto, acaba de llegar la nueva enfermera a curarte
—Asenti con mi cabeza —y seguía sosteniendo mi herida.

Me acomode un poco y vi entrar una mujer, una chica, una mamita hermosa como les digo yo mis ojos no dejaban de mirarla fijamente, me quedé hipnotizado con su belleza y sus ojos color miel, su pelo castaño con mechitas rubias y sus anteojos, su traje de enfermera que la hacía más formal, se acercó a mí despacio y con su voz timida
— Hola ¿puedo revisar tu herida? Su voz temblaba cuando pregunto.
—la miré fijo y asenti, y solté una pequeña risa —¡todo tuyo mamita!

Besos clandestinos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora