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cuando es casi medianoche y en la ciudad reina la oscuridad, la lluvia y los destellos de las luces rojas de la vida nocturna de tokyo, sano manjiro contempla la vista desde el imponente ventanal de su oficina con un vaso de licor fuerte en su mano, admirando la tormenta sin prever que otra se acercaba por el pasillo previo a la oficina, donde los tacones de las largas botas de robin resuenan contra las baldosas justo como los truenos el exterior, desprendiendo poder y catástrofe en cada paso.
la femenina entró en la amplia habitación, atrayendo la mirada del líder de bonten hacia ella, aunque sin rastro alguno de expresividad. sus ojos desolados reflejan el vacío sombrío que habita en su alma, pero a la de cabellos rosados no le sorprende ni apena. para ella, era su merecido destino maldito.
—los haitani acaban de llamarme furiosos como la mierda.— exclamó la akashi sin titubeos y cruzando sus brazos sobre su pecho. —uno de sus hombres en roppongi les ha dicho que brahman se ha tomado el barrio.—
el rostro pálido y frío de manjiro dejó ver un minúsculo rastro de confusión y duda ante la extraña noticia del rompimiento de los acuerdos territoriales, pero su voz escapó de sus labios con su habitual indiferencia. —¿y qué quieren?—
—que defendamos sus intereses, por supuesto.— respondió ella con la voz mezclada entre tranquilidad y una pizca de ironía. —¿pretendes qué defiendan roppongi por sí mismos ahora que los enviaste a meguro junto a mi hermano? necesitan apoyo y ya que bonten se beneficia constantemente de su control territorial para comercio y tráfico, exigen que nosotros se lo demos.—
el mencionado la observó con molestia ante su tono y sin dejar la expresión de su entrecejo ligeramente tenso. sabía que robin estaba disfrutando la situación y le desagradaba poder leerlo tan claramente en su comodidad corporal y en la forma que sus ojos violetas oscuros estaban teñidos del mismo veneno que rodeaba su corazón.
—no.— dijo seco y acercándose al escritorio para dejar sobre este el vaso a medio terminar.
la akashi suspiró lenta y profundamente, quitándose los brazos del pecho para luego apoyar las palmas de sus manos sobre la costosa madera de la mesa con una sonrisa oculta en sus labios rosados como una fiera acechando a su presa bajo una estrategia maestra que comenzaba a tomar forma.
—roppongi es una ficha de oro para bonten y estoy segura de que no sería conveniente perder ni el lugar ni a dos de los ejecutivos más influyentes de la organización.—
sano la miró directamente y con más desagrado que antes. odiaba la simpatía que la femenina tenía por los hermanos haitani y viceversa porque ninguno de ellos eran fieles subordinados. robin pertenecía a la organización solo por estar al lado de sus hermanos ya que aborrecía a manjiro por completo y por su lado, los carismáticos pelimorados eran parte de aquella mafia solo por conveniencia y placeres. sin embargo, los tres tenían algo en común: lo mucho que servían para encargarse del trabajo sucio.
