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los días transcurrieron entre sesiones de sexo clandestino para robin y draken. durante dos semanas la chica buscó todos los motivos posibles para escabullirse de las reuniones y fiestas de bonten para colarse en el taller o departamento de su amante, quien por su lado, siempre estaba esperándola ansioso y hambriento por su cuerpo.
aquella noche fría del segundo día de febrero no había sido la excepción. sus bocas se unían con deseo a la vez que sus ropas desaparecían por el suelo de la habitación y las manos grandes del pelinegro recorrían cada centímetro de la figura de la akashi, tocándola sin pudor alguno mientras las suyas soltaban su cabello oscuro una vez más.
—joder, sí...— susurró ella al sentir como pasaba sus dedos por encima de su ropa interior de encaje una y otra vez. iba a volverla loca. —mierda, ken. me tocas tan bien...—
—estás empapándome, preciosa.— dijo ryuguji completamente complacido ante sus palabras y ante como su centro se sentía caliente y húmedo, listo para él.
la pelirosa asintió mordiéndose el labio y se dejó guiar a la cama, terminando en cuatro sobre ella y con el dragón a sus espaldas. estaba apoyada sobre sus codos cuando sintió un azote en su nalga derecha que la hizo gemir involuntariamente antes de girar su rostro para mirar a su acompañante por encima de su hombro.
para él, la imagen no podía ser mejor: su trasero bien en alto mientras lo miraba con deseo entre sus cabellos desordenados. la tenía hecha un desastre e iba a disfrutarla como tal.
—abre bien esas piernas.— ordenó acariciándole los muslos.
robin sonrió coquetamente antes de separar sus rodillas aún más. en respuesta, draken hizo sus bragas a un lado y se arrodilló, acercando su boca a su coño y comenzando a comerla con sonidos obscenos.
—¡ah!— exclamó la de iris violetas y dejó caer su pecho sobre el colchón, completamente extasiada, apretando las sábanas en un puño. escuchaba y sentía su lengua caliente recorrer cada pliegue de su intimidad antes de encontrar su botón de placer para lamerlo y succionarlo como solo él sabía hacerlo.
seducida, movió sus caderas contra su rostro, buscando más de la deliciosa sensación y lo único que recibió una una risita socarrona entre sus piernas que la hizo temblar justo antes de que sus dedos regresaban a ella, pero esta vez deslizándose en su interior mientras su boca volvía atenderla.
desde su lugar, ryuguji podía oír sus gemidos tan placenteros como desesperados y joder, como le gustaba escucharla. el solo hecho de hacerlo lo ponía más duro y aumentaba sus ganas de enterrarse en ella para seguir arrebatándole esos quejidos melodiosos y llenos de sensualidad.
sin embargo, en medio de su deleite, algo más comenzó a llegar a sus oídos y por ende, a los de su bonita amante, haciéndola suspirar con fastidio al reconocer la melodía de su celular.
