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—ven a cenar conmigo.— dijo draken después de aquella sesión de sexo intenso y placentero que consumaron en la oficina de la chica.
las palabras habían escapado de su boca casi por cuenta propia, en un inconsciente intento por alargar los minutos a su lado y aunque no sabía cómo resultarían las cosas entre ellos fuera de la cama, la idea de compartir tiempo de calidad y aprender a convivir mejor, le brindaba una calidez inexplicable a su corazón.
robin no tardó en aceptar, regalándole un beso lento, una sonrisa y diciendo que estaría en el departamento a las nueve en punto pues necesitaba algo de tiempo para preparar una coartada de sus hermanos y sus compañeros en bonten.
ryuguji asintió. no había hecho falta acordar un sitio, porque aunque a él le habría gustado invitarla a algún restaurante, ambos sabían que la situación clandestina de su amorío no les permitía más que estar en su piso, ocultos de los ojos de la ciudad... pero aunque las circunstancias les prohibieran demasiado, la akashi agradecía que al menos dentro de aquellas cuatro paredes pudieran estar a salvo de su oscuro mundo y pudiera amarlo y descansar de sus tormentos, sintiéndose segura entre sus brazos.
el pelinegro la besó un par de veces más y recuperó sus prendas antes de ayudar a su amante con las suyas y con su cabello, peinándolo con sus dedos para que volviera a lucir como antes de su candente visita y finalmente, cuando logró su objetivo, prometió esperarla y marchó por el balcón, dejándola ordenar el desastre sobre su escritorio con una sonrisa.
aquel gesto se evaporó al cabo de unos segundos, específicamente después de recoger la corbata de ran del suelo. una punzada de remordimiento atacó su pecho y sus labios se volvieron una línea tensa mientras guardaba la tela dentro de uno de los cajones del mueble.
no podía evitar sentirse culpable, pero tampoco podía evitar que su corazón latiera por draken. nunca había sido capaz de evitarlo, ni siquiera estando separados. había sido suya desde la primera vez que sus ojos se encontraron, desde aquella caótica noche en roppongi cuando sus vidas se habían enlazado como si hubieran estado destinadas a hacerlo.
intentando no pensar en el haitani ni en el sabor amargo que le dejaba el no poder corresponderle, terminó de organizar su mesa de trabajo, y abandonó su oficina para ir a la de su hermano mayor, esperando encontrar al menor también. sin embargo, al entrar solo vio a takeomi deslizándose en la chaqueta de su traje como si estuviera alistándose para salir.
—¿tienes alguna reunión?— preguntó algo extrañada. —¿qué pasó con haru?—
—mikey lo llamó para encargarse de unos asuntos y no, no tengo compromisos. solo voy a casa.— respondió tranquilamente. —quiero descansar.—