11 | Deseo en proceso

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Seguí las zapatillas blancas de Jung Kook saltar los primeros obstáculos, con aprehensión

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Seguí las zapatillas blancas de Jung Kook saltar los primeros obstáculos, con aprehensión. Iba casi el último. Rayos; ¿por qué? Le había visto entrenar muchas veces. Solía hacerlo mucho mejor y esa carrera era importante.

—¿Qué le pasa? —Me dio la impresión de que las piernas le pesaban—. Va mal. Demasiado mal.

—Se ha debido distraer al salir —contestó Tae Hyung, con los ojos en la pista—. A veces ocurre pero lo puede corregir.

—¿Tu crees? —Me mordí el labio. Ay; de verdad, no entendía por qué me estaba poniendo tan nerviosa. —A mí no me parece que lo vaya a tener senci...

Un momento. ¿Ya estaba sexto? Sus pies volaron por el pavimento naranja. Era rápido. Muy rápido. Quinto. ¡Madre mía! Saltaba como si la valla no fuera nada. Y yo que me había burlado hasta decir basta de que solía tropezarse... ¡Segundo! ¡Segundo a poco del spring final!

—Venga, venga, venga. —Me apreté las manos. Era curioso que lo estuviera viviendo como si fuera yo la que corriera—. Si pierdes, te estrangulo, idiota.

Apretó. Lo hizo al máximo, tensando los músculos de las piernas al cien, y llegó a la meta con el cuerpo ligeramente más adelantado que su predecesor. El estadio entero contuvo la respiración. Los monitores mostraron la clasificación y le situaron segundo. ¿Cómo? ¿Por qué? Había entrado el primero, por poco, pero lo había hecho. De verdad, qué injusto.

Observé, frustrada, cómo se dejaba caer en el carril y luchaba por recuperar el aliento, con un gesto de decepción pintando en la cara que se transformó en incredulidad y después en euforia cuando las pantallas del estadio repitieron a cámara lenta la llegada y rectificaron la clasificación. Era primero. ¡Primero!

El público empezó a gritar, algunos con alegría y otros con más ganas de protesta que de otra cosa, aunque la gran mayoría eran padres y amigos que solo buscaban vitorear y arropar a sus corredores, independientemente de la posición en la que hubieran quedado. Los representantes de la Universidad de la medalla de plata volaron hacia el jurado y empezaron a protestar. No podía escucharles pero les veía gesticular, señalar la línea e insistir en los vídeos, en busca de una segunda revisión que no se produjo. Seok Jin y el decano, al que no detecté hasta que me pasó por delante, corrieron por las gradas y también terminaron abajo, vitoreando a Jung Kook. Tae Hyung hizo lo mismo.

Yo también deseé hacerlo.

Quería saltar de alegría, volar hacia él y abrazarle con toda la ilusión que sentía en el pecho, que no era poca, pero solo me atreví a descender a la primera fila y a observar desde detrás de la barrera publicitaria. Un pelotón de gente se había arremolinado a su alrededor y le elogiaban, no solo por la victoria sino también por haber conseguido la marca que le permitiría aspirar a las Olimpiadas. Escuché las risas orgullosas de los profesores y sus palabras de entusiasmo sobre las perspectivas de la final, que se celebraría la semana próxima, y contemplé con resignación la enorme cantidad de chicas que se congregaban para ofrecerle agua y toallas y, de paso, tontearle un poquito. Vamos, lo de siempre.

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