8 | Un pequeño margen

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Terminamos en la oficina del decano

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Terminamos en la oficina del decano. El entrenador, que lo había visto todo desde abajo, no dudó en llamarnos la atención y, tras echarnos una charla sobre la importancia del respeto y del autocontrol, nos envió allí, algo a lo que obedecí con muchísima rabia porque, francamente, jamás en la vida me habían amonestado y me parecía injusto que me trataran como una estudiante problemática cuando en realidad yo solo había intervenido para intentar poner paz.

—¿Por qué demonios le has tenido que pegar? —Me dirigí a Jung Kook en cuanto tuve la ocasión. Nos habían mandado sentar en torno a una mesa de reuniones restangular, en un despacho lleno de estanterías y papeles con olor a cerrado, y se me había puesto al lado—. Mira el lío en el que nos has metido.

—Estaba en medio del paso —respondió, con su soberbia acostumbrada—. Justo en la mitad.

—¿Y eso qué? —Aluciné; de verdad que la situación no podía ser más absurda—. Podrías haberle rodeado y ya.

—Detesto dar rodeos innecesarios.

Puse los ojos en blanco.

—¿Eres consciente de lo...?

—¿Prepotente y narcisita que te parezco? —Se anticipó, como si me leyera el pensamiento, y se estiró en la silla, con autosuficiencia—. Sí, por supuesto, pero, ¿adivinas? Tu opinión me da igual.

—Tampoco pretendía darte una —mentí, claro. Yo tenía que quedar por encima.

—Lo parece.

—Pues no.

—Un alivio entonces.

El decano, con su cabello canoso y sus gafas de pasta, carraspeó y se dejó caer en una de las sillas, la que estaba junto a So Ho, quien, por cierto, no había levantado la vista de sus propias manos en todo el camino hasta allí, mientras otro individuo, uno mucho más joven y de primorosa apariencia, se acomodaba en la cabecera con un cuaderno de notas y gesto de máximo interés.

—A ver, contadme —comenzó—. ¿Cuál ha sido el detonante de la discusión?

Miré a mi alrededor. Ni mi amigo ni su rival parecían tener intención abrir la boca. Lógico. Lo del deseo de follar en el baño era fuerte de narices como para contarlo.

—Todo ha sido por culpa de esa aplicación con la quieren hacer el experimento de la empatía. —Mi voz resonó en mitad del silencio—. Desde que los deseos pululan por ahí, la gente canjea su humanidad por puntos —seguí—. Hacen de todo y les da igual quitarse parejas los unos a los otros o generar todo tipo de males con tal de conseguirlos.

—Ajá. —El joven (cuanto más lo veía más joven me parecía) tomó nota de cada una de mis palabras—. Entonces la pelea se debe a un deseo. —Se giró hacia los protagonistas—. ¿Cómo os sentís ahora, chicos? —Se interesó a continuación—. ¿Rabiosos? ¿Tristes? ¿Con ganas de venganza o con algún sentimiento de triunfo? ¿Quién perdió y por qué?

ÚLTIMO DESEO 《JJK》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora