Por aquel entonces mi vida se resumía en dos cosas: pasar de todo y no hacer nada útil. Me dedicaba únicamente a salir de bares todas las tardes y noches con mi cuestionable grupo de amigos, meterme en peleas, emborracharme y dormir durante la mañana junto a chicas desnudas a las que ni conocía.
Puede que suene estúpido pero, aunque sabía que estaba mal, lo hacía por rebelarme. Mi hermano era el hijo perfecto, con educación perfecta, notas perfectas y presencia perfecta y yo el segundón de la casa al que le tocaba sufrir las continuas comparaciones. De niño no me importaban pero, según fui creciendo, me empezó a resulta cada vez más duro escuchar cómo sus dieces se elogiaban mientras que mis sietes, conseguidos con mucho esfuerzo, se desestimaban. Cómo mis padres hablaban a todas las chicas que les agradaban de mi hermano y no de mí. Cómo nada de lo que yo hacía era convincente pero todo lo suyo era brillante.
Recuerdo que primero me deprimí. Me sentía fatal por no ser capaz de llegar al listón que me habían marcado y durante un tiempo manejé la frustración a través de autolesiones que me dejaron muchas cicatrices y ninguna solución. Hasta que, a los diecisiete, algo dentro de mí cambió y adopté el rol problemático que me convirtió en todo lo contrario a lo que mi familia esperaba.
Ahora sé que ese no tendría que haber sido el camino pero en ese momento estaba enfadado y quería joderles. Por eso me negué a escuchar consejos y a recibir ayuda. Mis padres trataron de llevarme al psicólogo pero no accedí y mi pobre hermano, preocupado, dejó de lado sus estudios y se dedicó a monitorizarme día y noche para tratar de que no me metiera en líos, algo que, por supuesto, casi nunca pudo evitar.
Me sonaba. En el Modelo Sistémico de Psicoterapia se abordaba el concepto de los sistemas familiares y de cómo la asunción de roles negativos podía tener origen en la necesidad de aprecio y valoración de los progenitores.
—Necesitabas atención —concluí—. Como se la llevaba toda tu hermano, decidiste ganártela a las malas.
—Supongo —admitió Jimin—. Aunque eso costó muy caro. Demasiado.
Una tarde, una de mis múltiples citas me buscó por el barrio para decirme que se había quedado embarazada y que quería que asumiera mi responsabilidad y que la ayudara a abortar. ¡Imagínate mi cara! Tenía solo dieciocho años, no trabajaba ni tenía ahorros y, por descontado, no podía contárselo a mis padres y perdirles que me ayudaran con algo así. Fue entonces cuando me hablaron de Jung Kook y su grupo. Me dijeron que ellos se manejaban bien en el mundo de las sustancias ilegales y que podían conseguir casi de todo a un precio mínimo así que les llamé y quedé con ellos en uno de los bares del barrio de Kaisoo.
No pude evitar que mi mirada de incredulidad se posara sobre el aludido.
—¿Vendes drogas? —No me andé con rodeos.
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ÚLTIMO DESEO 《JJK》
RomanceBienvenido, usuario. Por favor, ingresa nombre de usuario. Por favor, introduce fecha de nacimiento. Por favor, autoriza geolocalización. Por favor, introduce contraseña. Repite contraseña. Un momento... Generando perfil... ¡Gracias por la esp...