—¿Y qué sientes exactamente? —La pregunta se me escapó pero, por suerte, me di cuenta y la reconduje antes de que abriera la boca—. No, espera —frené—. Antes de nada, hay algo importante que tengo que darte.
Me acompañó escaleras arriba, envuelto en una seriedad y un silencio tan solo interrumpido por el sonido entrecortado de su propia respiración, alterada tras haber estado llorando. Abrí, sin preocuparme de si entraba o se quedaba en la puerta, encedí la luz, fui directa a la maleta y, en un segundo, ya le había tendido el sobre, con resolución y al mismo tiempo con un miedo enorme metido en el pecho.
—Ten. —Me esforcé por sonar con templanza—. Te lo devuelvo.
Miró el dinero y luego a mí, con los ojos aún vidriosos y completamente descuadrados.
—¿Me lo vas a dar? —Me pareció que la mirada se le apagaba todavía más de lo que ya la tenía—. ¿Por qué?
—Porque no es mío y no deseo seguir teniéndolo.
—Ah... —Su expresión adquirió un matiz de resignación al cogerlo, sin contarlo ni echarle siquiera un vistazo al interior—. Ya... —murmuró —. Te agradezco la deferencia que estás mostrando al deshacerte de mí con tanto tacto. Es todo un detalle.
—¿Qué estás diciendo? —La reacción me dejó atónita—. Te lo quiero devolver porque no quiero estar luchando contigo cada dos por tres.
—Ignoraba que mi compañía te supusiera una "lucha".
Rayos.
—Me parece que no me estás entendiendo.
—¡Ni tu a mí! —levantó la voz—. ¡Está claro que no lo haces! ¿Me das el sobre porque no quieres seguir aguantándome? ¿O qué es lo que quieres que entienda? ¿Que a lo mejor mi sinceridad te ha terminado dando la pena que tantas veces has negado tenerme? ¿Que estás a punto de empezar a salir con alguien y no quieres dejar ni un mínimetro de duda con respecto al lugar en el que estoy yo?
Cielos santo. No se podía con él. Le daba la vuelta a todo.
—Estás rematadamente loco —me enojé, claro, y, en contra de mi idea inicial (que, en teoría, se iba a limitar a reconocer que había perdido el reto) salté al contratataque—. ¿En qué momento he dicho yo algo así?
—En el momento en el que te confieso que te quiero y tu respuesta es tirarme el dinero a la cara.
Pero qué... Había dicho que...
No. Calma.
—Tu no has dicho que me quieras —me defendí—. Oigo muy bien. En ningún momento lo has dicho.
—Lo que tu digas.
—Pues sí, es lo que yo digo, porque, perdóname la sinceridad, eres un pelín ambiguo y es bastante complicado saber lo que te ronda por la cabeza y las intencio...
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ÚLTIMO DESEO 《JJK》
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