Completé el registro y, una vez listo, los mensajes a mi alrededor empezaron a caerme en la pantalla como gotas de lluvia en una tempestad. Eran muchísimos, cientos diría, y se sucedían a una velocidad de vértigo pero, así y todo, hice mi mejor esfuerzo por tratar de revisarlos. Hasta que escuché por el fondo del pasillo el escandaloso ajetreo de la manada y, en específico, el de Jung Kook, todavía riéndose de mí, y opté por dejarlo para otro momento y largarme a casa. No quería volver a verle hasta que no me hubiera empapado a pautas o consejos sobre "someter"/ "seducir"/ "atraer"/ "poner"/ "todo tipo de cosas similares" por Internet.
Me sentía molesta. Increíblemente molesta. Aquel idiota me había hecho quedar como una estúpida (y también me había avergonzado) con su preguntita toca narices y estaba que me llevaban los demonios. Se suponía que yo tenía que ser la diva y él era el que tenía que caer. ¿Cómo rayos se las arreglaba para darle la vuelta a todo tan bien? ¿Por qué su forma mirarme me había electrificado, con lo que le detestaba? Para colmo, había conseguido que huyera. Después de haberme hecho la importante con eso de "puedo hacer cosas que jamás esperarías de alguien como yo", había escapado como un pajarillo asustado a la primera.
No podía volverme a pasar. Por eso me leí tropecientos artículos (por llamarlos de alguna manera) sobre el arte de la seducción que me resultaron curiosos pero dificilillos de llevar a la práctica. Indagué sobre la importancia de la indiferencia para atraer personalidades con alto afán de competitividad (lo de rechazar el asiento e irme a las escaleras, al menos, lo había hecho bien) y sobre el famoso "dejarle con la miel en los labios" que, obviamente, me preocupó bastante más que lo anterior. Teniendo en cuenta lo de los altos niveles de adrenalina y endorfinas, su "miel" no sería la simple probadita del besito, no. Prácticamente necesitaría usar un maldito bote entero para engancharle mínimamente. Ay; a ver cómo me las ingeniaba yo ahora porque en nuestro siguiente encuentro la victoria tenía que ser mía.
Esta vez sucedió temprano, en el descanso de veinte minutos de tercera hora, cuando mis amigos y yo solíamos ir a desayunar. ¿Cómo conocía mi horario? Ni idea. ¿Por qué estaba en mi cafetería y no en la de su edificio? A saber. Encima ni le vi venir, tan centrada estaba en repasar el sabor los batidos que la señora Kim había puesto en el mostrador.
¡Rayos! ¿Por qué no tenían el de chocolate? Yo solo tomaba el de chocolate. Los demás me sabían al polvo de los sobres de vitaminas que mi madre me obligaba a beber de pequeña.
—Pídete un café. —Los ojos de Soo Bin se perdieron en Min Yoon Gi, que, por casualidades de la vida, estaba en la cola detrás de nosotras—. ¡Como yo! —exclamó, con la clara intención de que le escuchara—. ¡Café solo súper cargado! ¡Y ya si lo acompañas de helado de menta será un combo de bienestar!
Madre mía. Ya veía por dónde iba. Se iba a estrellar.
—¿No lo has probado? —siguió—. El helado de menta es delicioso. —Se volvió al chico que, por supuesto, ni nos miraba ni le importaba un pimiento nuestra conversación—. A ti te gusta, ¿verdad?
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ÚLTIMO DESEO 《JJK》
RomanceBienvenido, usuario. Por favor, ingresa nombre de usuario. Por favor, introduce fecha de nacimiento. Por favor, autoriza geolocalización. Por favor, introduce contraseña. Repite contraseña. Un momento... Generando perfil... ¡Gracias por la esp...