Capítulo 37

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El dolor punzante, acompañado de desorientación y dolor muscular, fueron las primeras cosas que cierto castaño experimentó. Lo que le siguió, además de saber que se encontraba acostado en una superficie cómoda, fue no estar vestido y no recordar cómo demonios había sucedido.

No sentía las manos ni los pies atados, tampoco alguna herida, aunque, ciertamente le dolía el cuerpo, pero nada de qué preocuparse, al menos, no aún.

Con una mano en la cabeza, se reincorporó alejando las sábanas con el fin de averiguar en dónde se encontraba. Solo que, le resultó familiar la textura de la tela, así mismo, encontró su ropa a un costado. No perdió tiempo para vestir los pantalones; llevándolo a pensar en cierta posibilidad, estiró su derecha al costado de la cama, pudiendo tocar la madera de la mesita de noche.

"¿Estoy en casa?"

En su mente todo se encontraba en nada. Siguió explorando aquel mueble, comprobando que realmente se trataba de su habitación, más que eso, se levantó en busca del escritorio con el que siempre chocaba y lo encontró, solo que sus oídos captaron voces amortiguadas que parecían discutir y acercarse cada vez más.

"¿Doyoung llegó? ¿Ha anochecido?"

Incluso pensar aumentaba su dolor de cabeza, seguramente alguien lo golpeó fuertemente, dejándolo sin la mínima idea de lo que pasó.

En poco, las voces sonaron frente a la puerta de la habitación, demasiado confusas para él, porque la cefalea era tal que le costaba identificar a la otra persona que acompañaba a su esposo.

—¿En verdad quieres comprobar algo que ya te dije?

—Tengo todo el derecho de ingresar a cualquier habitación —respondió Doyoung bastante molesto—. Ninguna desconocida me dirá qué o no hacer.

Por el sonido, Taeyong supo que el picaporte no había sido girado por completo, también eso le indicaba que las acciones de Doyoung fueron detenidas.

—¡No! Taeyong... él... está herido —dijo ella—. Espere a que llegue el doctor que llamé.

Tanto Doyoung como Taeyong se desconcertaron de tremenda estupidez. La voz de esa persona estaba comenzando a sonar malditamente familiar para el militar, por lo que, giró en dirección a la puerta y así confirmar sus sospechas.

—Quítese de mi camino —externó el pelinegro con fastidio—. Quiero que de inmediato tome su ropa y se vista; porque siquiera mi propio hermano se ha puesto un calcetín mío.

—A-aún así...

Las palabras quedaron rotas, pues Doyoung giró el picaporte, haciendo que la cerradura cediera y, en cuestión de nada, la puerta se abrió. Dejando ver a su esposo a poca distancia, con evidencia que había sido golpeado, sumado de que la mano en la cabeza indicaba lo adolorido que estaba esa parte.

Él no creía en absoluto lo que aquella desconocida dijo minutos atrás. Taeyong no podía ser así, no cuando antes de casarse expresó su opinión sobre la fidelidad dentro del matrimonio.

¿Cómo pudo decir que era la prometida de Taeyong?
El castaño jamás le habló sobre alguna relación u alguien, pero hace unos momentos, apenas cruzó la puerta del departamento y encontró a esa mujer, vistiendo una camisa suya, poniéndolo como un empleado por su vestimenta y diciéndole que es la persona con la que Taeyong planeaba casarse desde mucho tiempo atrás.

—Taeyong...

—Mi amor...

En su exterior, Doyoung se quedó incapaz de moverse, mientras que su interior deseaba desaparecerla y que todo fuera un sueño, que Taeyong no tuviera nada que lo relacionara con ella. Inevitablemente el miedo y la ansiedad lo llenaron, ante la expectativa de a quién respondería su esposo.

Matrimonio Clandestino [TaeDo] En ReediciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora