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Habían pasado ya algunos días desde lo sucedido con Steve, y Tony no podía sentirse más tranquilo que nunca.

Y esa mañana parecía ser particularmente de lo más hermosa.

Tony se movía con ritmo en la cocina, mientras preparaba unos deliciosos panqueques, vestía holgadamente con la camisa de Steve.

Tony adoraba su camisa.

Tony adoraba a Steve.

Y a su parecer, prepararle un rico desayuno era la forma perfecta de mostrar su lado romántico. De pronto, sintió unas manos suaves en su cadera y diversos besos esparcidos por el cuello, acto que lo hizo estremecerse de pies a cabeza.

–Buenos días precioso.

Tony se río enamorado y Steve también, para luego seguir besando esos lugares donde sabía que hacían estremecer a Tony.

–Me encanta despertar y encontrarte así –dijo el rubio apretándolo más a su pecho–. Te amo Tony.

–S-Steve... –suspiró Tony entrecortado tratando de alejarse–. Déjame cocinar, se quemará...

Steve río sobre su cuello sensible–. Bien, bien.

El rubio dio media vuelta y se sentó en un banco puesto detrás de la encimera, no le despegó en ningún momento la mirada a Tony, lo que hacía que el castaño se pusiera nervioso. Entonces, un tintineo proveniente del celular del castaño llamó la atención de Steve, quien con el ceño fruncido tomó el aparato entre sus manos.

–¿Pepper? –preguntó extrañado–, ¿qué quiere?

Por alguna razón Tony sintió que algo estaba haciendo mal.

–Pues... solo preguntó cómo estábamos, pero le dije que todo estaba bien –explicó él castaño huyendo de la intensa mirada de Steve–. Tambien me invitó a pasar el rato en la cafetería que esta en la esquina de la escuela... pero le dije que no, que estábamos juntos –Tony sonrió tímido.

Y Steve sonrió orgulloso.

Otro sonido los volvió a distraer, y esta vez, Steve pasó a la pantalla de bloqueo.

–¿Cuál es tu contraseña?

–¿Eh?, ¿qué? –Tony  reaccionó extrañado ante la petición de su novio.

Pero Steve lo ignoró.– Tu contraseña cariño, ¿cuál es?

–Ah... –Tony parpadeó tratando de ignorar la incómoda sensación que surgía en él, no tenía nada de malo que Steve viera su celular, ¿no?–. Es “Donas azules”.

Steve río ante eso, y a Tony por un momento se le olvido que el rubio tenía su celular. No fue hasta que vió a su novio con el ceño fruncido y con una mirada molesta viendo su celular, que empezó a preguntarse que había visto.

–¿Quién es Strange?

–Ah, es un compañero de mi clase –explicó Tony nervioso–. Nos sentamos juntos.

–Te llama rollito... –la voz tierna de Steve había sido reemplazada por una seca.

Tony tragó nervioso–. Es un juego, él me llama así y yo lo llamo capita, es que siempre trae un capucha y pareciera un capa y...

–¿Por qué no me habías contado de él? –lo interrumpió Steve, viéndolo seriamente.

Oh... Esa mirada no le gustaba nada a Tony.

–Bueno, es que yo... Si te dije de él, te dije que nos había invitado a comer, pero tu me contestaste que no –Tony jugaba con sus manos nervioso intentando no hacer contacto visual con Steve–. Te sentías mal, ¿no te acuerdas?

Steve asintió ido.

Tony se puso rigido.

No quería otra pelea, no otra...

–Esta bien Tony –dijo de pronto el rubio parándose del banco y dándole un beso.

Y Tony pudo soltar todo el aire retenido por sus nervios.

Todo bien. Estaban bien.

El castaño volvió a concentrarse en el desayuno y Steve se acercó a ayudarlo también, dándole una de sus sonrisas más hermosas y tranquilizantes. De esas sonrisas que Tony amaba.

Pero... Tony solo vió la cara bonita que Steve le daba.

Sin ver como éste, miraba con odio la pantalla de su celular.

Miraba con odio el nombre que ahí se veía.

Stephen Strange.


Te Amo TonyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora