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Dentro de una casa sin paz, se encontraban tres jovenes, sumamente alterados intentado llegar a algo con la policía.

–¡No me importa que hagan, pero quiero que lo encuentren!

Pepper Potts se sentía de muchas maneras, pero impotencia era el sentimiento que mas surgía de su interior.

–Señorita Potts –el capitán de la guardia, el señor Ross, trataba de calmarla y explicar la situación–. Debe saber que la policía esta haciendo todo lo que puede. Su caso ya no es local, a pasado a ser estatal, pronto obtendremos resultados y...

Pepper explotó en furia–. ¿Hacer algo? ¿Tal y cómo dijeron que nada le pasaría a Tony? Mi amigo esta desaparecido desde hace una maldita semana y usted me dice qué, ¿qué lo importante es que ya no es un maldito caso local?

El oficial enmudeció al oir a la joven hablar con honesta crueldad. Ahora el departamento tenía que lidiar con un maniático que había allanado el hogar del joven que había estado bajo su protección, para luego secuestrarlo.

–Pepper... –en un susurro, Happy trato de llamar la atención de su amiga.

El joven lucía agotado, pero no tanto como Rhodey, quien lucía sumamente cansado y además golpeado; la hinchazón había bajado considerablemente, pero las marcas rojas costarían desaparecer y algunas cicatrices jamás se irían.

Pepper se sentó en medio de ellos, y no pudo más que soltarse a llorar, derrumbada e impotente.

–Es solo un niño, es solo nuestro querido Tony...

Rhodey la acarició del hombro, Happy le tomó la mano. Y ahí, los tres de quedaron quietos consolándose unos a otros.

–Lo encontrarán Pepper. –dijo Rhodey.

Pero ya ninguno tenía la suficiente esperanza para creerlo.

~★~

–Come por favor. –rogó Steve sosteniendo una charola con comida.

Tony lo miró desde la cama en donde estaba encadenado; hacía mucho había estado a salvo, rodeado de sus amigos y su protección. Pero todo se vino abajo cuando Steve volvió y convirtió su mundo en completa oscuridad.

En completo dolor.

–¿Dónde estoy? –preguntó Tony en cuanto despertó.

A su alrededor vio una habitación simple y vacía, con solo una cama en el centro –en donde se encontraba acostado– y una puerta con dirección a lo que debía ser el baño, también había una ventana, pero no pasaría mucho para que Tony descubriera que gracias a las cadenas en sus tobillos no alcanzaba a llegar a ella.

Steve, desde la puerta lo veía con admiración–. Estas en nuestro hogar Tony.

El castaño tembló al verlo, e inevitablemente comenzó a llorar amargamente.

–Déjame ir, por favor, juro que no dire nada. Por favor, por favor, déjame ir Steve... Te lo suplico, por favor.

–No. No puedo –el rubio caminó hacía él y Tony retrocedió lleno de miedo–. ¿Cómo puedo dejarte ir con todo el trabajo que me ha costado tenerte de nuevo? ¿cómo Anthony? –mientras hablaba, Steve lo miraba de una manera que hacía temblar aún más a Tony–. Te he extrañado mucho mi amor.

–No no no... Por favor, Steve, por favor, basta, déjame, por favor... –el castaño se retorcía entre los brazos del rubio tratando de alejarse, de que no lo tocara.

–Te he extrañado tanto Tony... que haré contigo lo que me has privado de tantas semanas...

Y no importó si gritó, suplicó o lloró... Steve hizo lo que quiso con él. Invadió su cuerpo hasta dejarlo sin voz, sin alma, sin dignidad. Y los moretones, rasguños y marcas, eran una huella de su dolor, del que no le importó a Steve.

Esa noche Tony se rompió. Se rompió en pedacitos que jamás podría unir de nuevo.

Volviendo a su presente, el castaño miraba con indiferencia a Steve que le rogaba comer, desde su llegada se había negado probar bocado, ¿para qué? Para que intentar vivir si ya no valía la pena.

–Te hice el desayuno Tony, por favor, come.

Tony volteó la cabeza ignorando al rubio, quien exasperado suspiró y se marchó. Ya había intentado de todo para hacerlo reaccionar, para hacerlo volver. Pero Tony se negaba, Tony se esfumaba, su Tony se moría...

Cuando Tony se quedó solo, apreció su estado, se sentía cansado, se sentía sucio, se sentía muerto. Sólo quería sanar, ser libre y feliz, solo quería amor; pero esa idea se iba haciendo cada vez lejana, cada vez más absurda e irreal.

Tony ya no era capaz hasta de llorar, porque ya nada se llevaba su dolor.

Steve lo embistió brutalmente, lo besaba sin amor, lo trataba con un muñeco, lo mataba lentamente–. Te amo Tony, te amo...

Esas palabras se repetían una y otra vez en su cabeza, como disco rayado, como palabras tatuadas en su memoria, como balas de alto impacto, como un recuerdo doloroso y sucio.

Tony había llorado tanto desde su llegada, lloró por la impotencia y miedo, lloró por como Steve lo hizo sentir, lloró por los golpes, lloró y lloró... Pero nunca sano y nada cambió, sus lamentos no borraron lo que pasó. No borraron el dolor. Y los sueños del castaño quedaron hechos trizas, igual que su corazón, igual que su vida.

Sus historias, sueños y esperanzas se iban con una facilidad que Tony no pudo, o no quiso evitar.

A Tony le dio igual. ¿Por qué luchar? Ni sabía donde estaba, ni sabía que hacer, ni sabía quien ser.

Tony sufrió en silencio.

Hasta que sus ojos se secaron y su corazón dejó de quebrarse.

Hasta que la vida, su vida, le pareció innecesaria.

Te Amo TonyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora