Te Amo Tony

10

Días despues de la pelea y la reconciliación, Tony salía de una de sus clases como si nada, cuando Pepper llegó corriendo con una cara alarmada.

–¡Es Steve! –gritó la pelirroja mientras jalaba a su amigo con desesperación–. ¡Esta en una pelea!

Y en ese momento, Tony frunció la cara preocupado y se encaminó con rapidez hacía el lugar. Pero al llegar, un grito horrorizado salió de su garganta.

Steve tenía en el suelo a Stephen.

Golpeándolo con una horrible brutalidad. Puño tras puño. Steve no paraba, la sangre empezaba a manchar sus nudillos y su miraba llena de ira atravesaba el cuerpo inerte de Strange.

A su lado, Tony empezó a gritarle que parara, suplicaba a gritos. Sus amigos trataban en vano de detener al rubio, tomándolo y jalándolo de los brazos, pero Steve solo podía pensar en romperle la cara a ese chico pelinegro que trataba de robarle a su dulce castaño.

–¡Steve, para ya! –gritó Tony con todas sus fuerzas.

El rubio reaccionó ante ello y paró de inmediato, se levantó con brusquedad y trató de acercarse al castaño. Pero los amigos de Tony lo rodearon de forma protectora.

–Vámonos Anthony. – dijo de pronto Steve con voz fría y una mirada seria y penetrante.

Pepper a su lado jaló más al castaño mientras miraba con odio al rubio–. Él no irá a ninguna parte contigo.

Steve la ignoró con facilidad, solo podía concentrase en mirar a Tony con ojos furiosos.

–Dije, vámonos Anthony –repitió Steve apretando los puños y tensando la quijada–. No me hagas repetirlo.

Tony vio a su alrededor, Strange estaba inconsciente. Si eso le había hecho al pelinegro, ¿qué no le impedía hacer eso a sus otros amigos?

Tony caminó lentamente, alejándose poco a poco de los brazos de amiga.

–Tony... –susurró Pepper temerosa, tratando inútilmente de detenerlo, pero el castaño la miró y negó.

Y cuando ya estuvo junto a Steve, éste lo tomo del brazo con fuerza y lo llevó rápidamente rumbó al auto; en cuanto se subieron a éste, arrancó furioso. Todo el trayecto manejó con locura y furia, Tony sólo se aferraba al cinturón temeroso por la velocidad con la que iba el vehículo.

–Steve... –murmuro el castaño tratando de hacerlo entrar en razón.

Pero Steve no escuchaba, solo podía ver al frente con inmensa locura.

–Te amo Tony –dijo Steve apretando el volante con demasiada fuerza–. Y yo soy él único que puede amarte, porque eres mio, sólo mio.

Y Tony estaba demasiado asustado para contestar, prestando atención a los nudillos ensangrentados de Steve y su mirada ida, encolerizada.

Tony tembló.

Steve lo asustaba

Y Tony sintió miedo. Mucho miedo.